Durante décadas convivió con el sobrepeso, el dolor físico, emocional y los mitos culturales que moldearon su identidad. Desde Chajarí, la psicóloga Flavia Kuxhaus revela el viaje más difícil de su vida: el de reencontrarse con ella misma.

Por Claudia Cagigas
La obesidad no es solo una cuestión de cuerpo. Es una carga emocional, cultural y psicológica. Flavia Kuxhaus, psicóloga entrerriana, conoce en carne propia lo que significa convivir con 113 kilos sobre sus hombros. Su historia, compartida en el programa EL ESPEJO, es un testimonio vivo del sufrimiento físico y mental que atraviesa quien vive con sobrepeso desde la infancia.
Desde muy pequeña, su vínculo con la comida fue moldeado por creencias familiares profundamente arraigadas. A los seis años, una consulta médica marcó un quiebre: escuchó por primera vez la palabra “gorda”. Por dos días no comió del susto. Pero no fue comprendida ni acompañada; no por mala intención familiar sino por malentendidos culturales que reforzaban la sobrealimentación.
Crecer bajo el peso de las creencias
Flavia atravesó la infancia y adolescencia marcada por dietas estrictas, frustraciones y un cuerpo que siempre se sintió como enemigo. “Subía y bajaba de peso como un yo-yo emocional”, relata.
Durante la universidad bajó 30 kilos en dos meses, no por salud, sino por estrés y por las caminatas interminables para ahorrar el dinero del colectivo. Ya recibida, el regreso a Chajarí trajo nuevamente el aumento de peso. A los 38 años, su cuerpo le pasó una factura durísima: sufrió un ACV isquémico.
El espejo como punto de quiebre
“El click me lo hizo un espejo ante cierto comentario que recibí”, dice Flavia. Una mañana, se sacó una foto y escribió un mensaje: “Recordá no volver a ser esto”. La sinceridad brutal fue el inicio de una transformación. “Mentía. Decía que comía poco, pero no era así”, admite con valentía.
Así comenzó un proceso doloroso pero vital: asumir, reconocer, pedir ayuda.
Los pilares de su renacimiento
Flavia destaca a algunas personas clave en su recuperación:
- Romina, su estilista, quien la ayudó a redescubrir su imagen y autoestima.
- Su hermano, médico, que la enfrentó con una dura verdad: “Me decía cómo me veía y me daba rabia, pero sabía que tenía razón”.
- El diabetólogo, quien la diagnosticó con diabetes y le mostró el daño silencioso de la obesidad.
- Su psicóloga, fundamental para reconstruir su autoestima y romper con viejas creencias.
Una vida nueva, un compromiso diario
Hoy, con 83 kilos y una sonrisa que ilumina su rostro, Flavia no solo se siente aliviada, sino también consciente. Su dieta es estricta, pero no punitiva: sin harinas, azúcares, arroz, lácteos ni alimentos blancos. Mide las porciones y, sobre todo, no se miente más.
“No me desespero por el peso”, afirma. “La obesidad me llevó a tener una enfermedad con la que voy a convivir toda la vida, pero la voy a llevar de la mejor manera posible”.
La historia de muchos en la voz de una
La experiencia de Flavia no es un caso aislado. Es un espejo que refleja lo que viven miles de personas: el peso emocional de la obesidad, los traumas de la infancia, las creencias erróneas, la falta de comprensión médica y social. Su historia no termina con la pérdida de peso: es el inicio de una nueva forma de habitarse.