Es otra forma de trabajo sexual, pero a través de un sitio web, subiendo y vendiendo contenido para adultos. En esta nota hablamos con Sofía Bernárdez y con la psicóloga Cecilia Paredes sobre los riesgos y la problemática que se esconde detrás.
Por Claudia Cagigas
“Cafecito” es una aplicación nacida en Argentina en plena pandemia (2020) inspirada en el portal de donaciones Patreon y en la plataforma de contenido adulto OnlyFans. En un principio su objetivo era conectar a creadores de contenidos con inversores, fundaciones y ONG para que pudieran financiar sus trabajos creativos. El objetivo se cumplió. Pero también muchas personas encontraron en esta aplicación un gran potencial para subir y vender fotos y videos sexuales. Sofía Bernárdez, una chica trans de Chajarí, es una de las tantas personas que utiliza esta plataforma para vender el material que produce y no le va nada mal. Del tema charlamos en el programa EL ESPEJO (Itel Radio 91.9 y Canal 2 de Itel), para conocer esta realidad que existe en Chajarí.
Sofía Bernárdez reconoce que el suyo se trata de un trabajo sexual, que consiste en subir fotos y videos eróticos a esta plataforma. “La persona que compra tiene que suscribirse al perfil, elegir qué material quiere ver, pagar y ahí puede acceder a las fotos o videos. Cada material tiene su precio y este precio depende del tenor del contenido. Una vez hecha la compra, el usuario puede verlo durante un mes, pero no puede descargarlo porque la plataforma no lo permite.
“En Chajarí hay muchas chicas que lo hacen”
No es necesario ser una chica trans para ofrecer servicios sexuales en esta u otras aplicaciones. La variedad es amplia. “En Chajarí hay muchas chicas que lo hacen, tal vez no son tan conocidas, pero muchas venden sus fotos y videos. Yo me animé. Sabía de la aplicación, averigüé bien y una persona conocida comenzó a manejarme todo, a subir las fotos, videos y demás. Para cada foto tengo que tomarme varias horas porque todo tiene que salir bien, hay mucha producción desde el maquillaje, la vestimenta, cómo te vas a lucir…”, explicó Sofía.
La oferta existe y la demanda también. “Obvio que compran, por eso hay tantas chicas que venden y hacen mucha plata. Se consume mucho y de todo…”, reconoció Sofía. Al consultarle si se siente cómoda realizando esta tarea, dijo: “Es lo que yo elegí. No tengo drama y es como que hay que empezar a abrir la mente para ver que esto existe en Chajarí, existe en todos lados y no estamos haciendo daño a nadie. Por ahí hay gente muy cerrada y se lo toma a mal, opina, se horroriza, critica, pero cada cual decide qué hacer con su cuerpo, qué hacer con su vida y mientras no le hagas daño a nadie está perfecto. Es lo que uno elige y genera dinero”.
Los riesgos
El contenido que vende Sofía y muchas personas más, es para adultos. ¿Cómo está segura de que la persona que compra no es un menor? “Es que a esa aplicación sólo pueden acceder adultos, porque cuando entrás, te pide datos para corroborar que sos mayor”, dijo.
Por otra parte, como dijimos al principio, “el contenido que se muestra es sólo para ver durante un mes, no se lo puede descargar”, pero el riesgo de viralización igual existe. “A mí aún no me ha pasado, pero puede llegar a pasar. Al vender en estas aplicaciones lamentablemente estás expuesta a eso”.
Cecilia Paredes es Psicóloga, docente y tiene una Especialidad en Sexualidad y Diversidad de Género. Entrevistada en EL ESPEJO, opinó que “está bueno que se conozca que esto existe, que no está en el ámbito de la clandestinidad y que tiene riesgos y consecuencias”.
“Tiene consecuencias porque tanto la persona que produce como la que consume saben cuál es el arreglo o la negociación, después está en vos decidir si lo vas a replicar o no. Ignoro si hay alguna consecuencia legal para aquella persona que rompe el acuerdo y viraliza el material -lo voy a averiguar-, pero si lo hace, estamos hablando de violentar, invadir y de poner en riesgo a la otra persona porque esto no deja de ser un trabajo sexual en medios virtuales. Digo, la persona en vez de estar en la calle o en la ruta, tiene otras posibilidades de vender contenido erótico. Esto es un contenido que está dirigido a persona adultas, el tema es que tan responsables somos de nuestros actos; si entendemos realmente qué es lo que estamos consumiendo y cuáles son los límites”.
¿Prostitución o trabajo sexual?
Como psicóloga especialista en Diversidad de Género y por la tarea social que realiza, Cecilia Paredes tiene una visión amplia de la problemática. “He tenido la posibilidad de charlar con chicas que consideran que ejercen la prostitución y chicas que consideran que realizan un trabajo sexual, lo cual marca una diferencia. En la prostitución hay explotación sexual del cuerpo y un tercero que está regenteando, que decide cuántos clientes en una noche, en qué lugar y demás. En cambio, el trabajo sexual se supone como algo independiente, autónomo, donde la persona brinda ese consentimiento y decide trabajar con su genitalidad”, explicó.
En Argentina hay diferentes modelos de pensamiento. “Hay modelos abolicionistas que de ninguna manera pueden considerar al trabajo sexual como un trabajo más; hay modelos regulacionistas que buscan que se regule con políticas estatales el trabajo sexual y hay otros modelos que directamente lo prohíben. Mayormente lo que prima en nuestro país es el abolicionismo.
En ese contexto, volvió a la diferencia entre prostitución y trabajo sexual para comentar lo que las mismas personas le manifiestan. “En Rosario hacíamos recorridos entregando preservativos, trabajando en prevención y promoción de los derechos. Y muchas compañeras, más allá de lo que planta el libro, me han dicho ‘yo no soy trabajadora sexual, soy prostituta, ejerzo la prostitución porque no tengo otras posibilidades de insertarme laboralmente y tengo alguien que me explota y que se queda con la mayor parte de lo que gano… Pero después me he encontrado con otras que me decían ‘a mí nadie me controla, yo utilizo mi espacio, mi casa, elijo con qué clientes estar y yo pongo los costos’. En ambos casos se trabaja con el cuerpo, pero hay una diferencia: en uno hay un condicionamiento, una coacción por parte de otra persona y en el otro caso hablamos de una autonomía, una independencia… Cada situación es singular, diferente, no podemos generalizar. Lo que sí podemos generalizar es que hay quienes lo hace bajo una situación de explotación y hay quienes lo puede sostenerlo de manera autónoma”.
¿Qué tenemos en Chajarí?
“En Chajarí se ven las dos cosas. La prostitución existe desde siempre y va a seguir existiendo. Hay chicas que trabajan en la ruta y hay chicas que trabajan sin necesidad de estar en la ruta”, indicó Sofía Bernárdez. Desde su experiencia personal, ninguna situación es más segura que otra. “Seguro no hay nada, porque a veces te encontrás con una persona y por más que su foto o su perfil parezca que está todo bien, capaz llegás y no es así. El riesgo lo corrés igual, aunque tal vez en la ruta sea mayor”.
Sofía se reconoce como trabajadora sexual. “Lo elijo, pero mi idea es buscar otro rumbo. Me encantaría ser psicóloga, es como mi sueño. La estética también me encanta, estudié peluquería, trabajé en una peluquería, así que me gustaría arrancar con la estética”.
Del sueño a la realidad, su historia
Sofía no pudo ser psicóloga porque dejó la secundaria en tercer año. No soportó el bullying que sufría en la escuela. Ya de chiquita, cinco o seis años, lo que sentía no se condecía con el cuerpo asignado al nacer. Se juntaba con las nenas y por eso la acosaban diciéndole “marica”. Ningún niño quería juntarse con ella por el mismo motivo. En la adolescencia debió “ponerse de novio” con una chica, para calmar las sospechas e intentar cumplir con lo que se suponía que debía ser o sentir. Y a los 19 años no aguantó más, se vistió de mujer y se mostró ante el mundo tal cual era.
“Muchas veces me he replanteado sola, en mi cuarto, y me he dicho no quiero ser así, miles de veces me negué a mi misma. Hoy en día ya no me niego y me muestro tal como soy, tan libremente que hasta me permito estar acá, en la radio. Pero tuve que pasar por muchas cosas desde la infancia, cosas que me dejaron muy marcada. Yo no elegí ser así, pero hoy sé perfectamente quien soy. Se sufre mucho siendo una chica trans”.
Este tipo de notas, como la de tantas personas que han sufrido y sufren por su condición y que constantemente están expuestas a burlas, humillaciones, violencia, tienen el objetivo de sumar un granito de arena para abrir la mente y entender que detrás de toda persona hay un ser tan sufriente como yo. Que no hay una única manera de ser, de sentir, de pensar. Que a nivel social pasan cosas, independientemente de lo que considero que está bien o mal. Que la vida es cambio y que situaciones que antes permanecían ocultas, calladas, silenciadas, poco a poco van saliendo a la luz. Que hablar de temas tabúes puede causar molestias, pero es la única forma de conocer y buscar la mejor manera de que todos tengamos un lugar. Y que estas actitudes de apertura hacia el conocimiento del otro es una poderosa herramienta para comenzar a desarticular daña tanto al que lo siente o al que va proyectado.