En 2016 el hecho salió a la luz por una investigación periodista del Semanario Análisis. Dos monjas lograron escapar de un Convento de Carmelitas de Nogoyá y denunciaron que eran retenidas contra su voluntad y torturadas física y psicológicamente. Sandra Míguez escribe esta historia en Líbranos del mal, su nuevo libro.
Por Claudia Cagigas
El hecho es espeluznante y sucedió aquí, en Entre Ríos, en el Convento de Carmelitas de Nogoyá, poniendo en la escena pública una realidad desconocida, inimaginable, que sucedía puertas adentro de un lugar que debería ser de recogimiento espiritual y entrega a Dios… Corría el 25 de agosto de 2016 cuando dos monjas, Silva Albarenque y Rosana Peña, denunciaron a las autoridades del Convento de las Carmelitas Descalzas de Nogoyá. La Justicia ordenó un allanamiento al Convento, donde encontraron elementos de tortura como látigos y silicios. Se abrió una causa judicial que logró develar una historia tremenda y, finalmente, la madre superiora, Luisa Ester Toledo, fue declarada culpable de privación ilegítima de la libertad doblemente calificada por el uso de violencia y amenazas y condenada a tres años y medio de prisión. Hoy está en un convento de la misma congregación en Buenos Aires.
Sandra Miguez es Licenciada en Comunicación Social y escritora. Líbranos del mal es su segundo libro, donde investiga y analiza los pormenores de este caso. Entrevistada en el programa EL ESPEJO (Canal 2 de ItelTv y Radio 91.9), habló de esta dura historia y de los datos que fue encontrando en su investigación.
¿Qué es lo que efectivamente se puedo comprobar? “Que por lo menos había dos personas, sino más, que habían estado privadas de su libertad -una de ellas por siete años-. Eran dos monjas que le habían manifestado a la madre superiora, en distintas oportunidades, que se querían ir e incluso habían pedido el traslado a otro convento. Este fue el motivo por el que Luisa Toledo, la madre superiora, las retuviese contra su voluntad, les aplique métodos de tortura, las indujera a autoflagelarse y les infligiese acciones psicológicas como tenerlas encerradas en su celda, sin luz -con lo que perdían la noción el tiempo- y alimentadas sólo con pan y agua -con posibilidades de llevarlas al borde de la desnutrición-. También se les colocaba mordazas para silenciarlas totalmente, como un voto de silencio. Se les colocaba tubos plásticos de un medicamento muy conocido o un fibrón, que se ataba por los extremos y por detrás de la cabeza”, detalló Sandra Míguez en EL ESPEJO.
Lo expresado por la escritora quedó comprobado a lo largo de todo el proceso judicial, poniendo sobre el tapete lo que estaba sucediendo puertas adentro, sin que puertas afuera alguien tuviera conocimiento.
Luisa Toleda fue condenada por privación ilegítima de la libertad y aplicación de métodos de tortura a tres años y meses. Sobre el particular, Sandra agregó: “Dos cosas quiero comentar. Es la primera vez que se condena en la Justicia Ordinaria a una mujer de la Iglesia por este tipo de delitos. Y segundo, que Luisa Toledo hoy goza de la libertad condicional dada por el juez Carlos Rossi”.