Gladis Borgo tiene una historia muy particular por las tremendas situaciones que le ha tocado vivir. Accidentes trágicos, crímenes y violencia de género. En esta nota nos abocamos a su traumático matrimonio, para alertar a otras posibles víctimas de violencia. Recomendamos la lectura del libro “Sobrevivir a ese invierno”, escrito por Marcelo Colichelli, donde narra su vida completa.
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Por Claudia Cagigas
Muchas mujeres -y en menor medida algunos hombres- son víctimas de violencia física, psicológica, económica o de la índole que sea. Gladis Borgo fue una de estas víctimas, que luego de muchos años de padecer y aguantar malos tratos, humillaciones, golpes y un sinfín de daños más, logró zafar de las garras de su victimario y comenzar una nueva vida. Entrevistada en el programa EL ESPEJO (Itel Radio 91.9 y Canal 2 de Itel), contó su historia, para ayudar a otras personas que puedan estar transitando el mismo penoso camino.
Con cicatrices que aún conserva en su rostro, en su cuero cabelludo, en otras partes del cuerpo y en el alma también, contó: “Me casé a los 26 años con quien fue el padre de mis hijas, estábamos muy enamorados pero la felicidad duró poco. Al año de casada nació mi hija mayor, Carla, y al cabo de tres años todo se desboronó. Fue muy duro para mí porque yo lo quería mucho, me preguntaba por qué el amor se había disuelto, lo sentía melancólico, como queriéndome contar algo. Yo le preguntaba, hasta que un día me dijo que tenía hijos extramatrimoniales con varias mujeres -cuya existencia yo desconocía-, que quería que los conozca y que nuestra hija también, porque temía que algún día se enamoraran entre hermanos. Le dije que no se preocupe, que los hijos no tenían la culpa de estar en la vida, que los culpables son los mayores por hacer las cosas mal. Así aparecieron tres hijos. Pero eso no fue el detonante de la violencia”.
Tres años transcurrieron hasta que Gladis supo con quién se había casado. “Empezó a demostrar mal carácter, no había diálogo, era otra persona a la que yo conocí: vago, descuidaba la familia completamente, tenía parejas extramatrimoniales y yo descubría todas sus cosas porque Chajarí es chico… Salía y volvía a los tres días y si yo preguntaba dónde había estado nunca respondía, sino que se enojaba. Ahí arrancó el maltrato físico, psicológico y económico. Centró toda la responsabilidad en mi: que trabaje, que cure a nuestras hijas, que me haga cargo la escuela, porque él no podía nada…”.
Gladis aguantaba porque tenía la ilusión de que su marido cambie y para ello apelaba a diferentes estrategias. “Trataba de hacerle su plato preferido, me ponía la ropa que más le gustaba, pero nada resultaba… La parte económica fue lo que más me ató, porque no sabía a dónde irme con mis hijas”.
Lejos de mejorar, todo se derrumbaba y la convivencia era insostenible, pero ella seguía aguantando… “Durante un tiempo nos separamos de hecho, pero conviviendo bajo el mismo techo, lo cual no recomiendo porque desgasta más aún y vivís situaciones que podés evitar…. Cualquier motivo desataba la violencia, a veces volvía y encontraba un cable desenchufado y ya era motivo de pelea y ya venía una golpiza, era como en casa volcaba todo lo que provocaba su vagancia”.
“Yo quería que él se fuera de la casa, entonces cada vez que me golpeaba hacía una denuncia en la Policía, pero él se enteraba y volvía a darme otra golpiza. Nunca tuve una respuesta de la Justicia, aunque estuve internada por daños que él me originó; todavía tengo cicatrices en mi cuerpo y heridas en la cabeza y en el rostro”.
Los años siguieron transcurriendo. Cuando nació la hija menor del matrimonio, Gladis decidió que no estaba dispuesta a seguir soportando y que tampoco quería eso para sus hijas. “Así que decidí irme. Recurrí a una inmobiliaria porque quería una casa que estuviera dentro de mis posibilidades – yo tenía un sueldo docente más otros pequeños ingresos por trabajos de repostería-. Encontré una, hice el contrato, pagué y la reservé. Un día, de la nada, le hice un comentario sobre una prótesis que estaba haciendo -su marido era mecánico dental- y se armó una catástrofe. Ahí no lo dudé, esa misma tarde me fui con mis hijas y mi madre -que estaba inválida- a la casa que tenía alquilada. Sólo llevé unas pocas ropas y ahí empecé una nueva vida y a trabajar más duro para que mis hijas tengan una mesa, sillas y todo lo necesario para un hogar”, relató.
Cuenta Gladis que después de esa separación, su marido le pidió el divorcio. “Se lo di y fue peor el calvario porque al firmar, se enfureció más…”. No obstante, la decisión de ella era irrevocable y estaba dispuesta a todo para no volver atrás. Pidió ayuda y salió adelante. Y lo más importante, en los últimos días de vida de su ex marido, pudo perdonarlo de corazón y visitarlo en el lugar donde estaba internado.
“A las mujeres les digo que somos valiosas, que no nos dejemos maltratar por nadie… También les digo que no es bueno vivir separados bajo el mismo techo, que busquen la manera de salir y sobreponerse a todo eso”.
Esta historia, contada en líneas generales, está plasmada en el libro “Sobreponerse a ese invierno”, del Profesor Marcelo Colichelli, que acaba de salir de imprenta y puede adquirirse comunicándose al celular 3456 – 621062.