Ser adolescente e ir a vivir a un país lejano por varios meses, es una experiencia que desata una catarata de emociones y aprendizajes. Andreina Confalonieri, una adolescente de Chajarí, habla sobre su actualidad en Estados Unidos.
Por Claudia Cagigas
“Se extraña un poquito, aunque aquí tengo mucha contención y amor. Estoy hace nueve meses y medio viviendo una experiencia de intercambio en Estados Unidos, en un pueblo que se llama Rice Lake, en el norte del país. Es un lugar chiquito, con 8500 habitantes, hay muchos lagos, mi casa está en uno de esos lagos, pero cerca de la ciudad”, relató a la distancia Andreína Confalonieri, en una nota realizada en forma virtual para el programa EL ESPEJO (Radio Show Chajarí).
Con 17 años de edad, Andreina está aprendiendo mucho más que un idioma sino también otras formas culturales, idiosincrasias y estilos de vida. En el pequeño pueblo de Rice Lake “plantan arroz, maíz, tienen muchas vacas con las que hacen queso, yogut y consumen la leche”. La carne se obtiene mediante la caza que realiza cada familia: “Cazan desde una ardilla en el patio de la casa, hasta un oso. También venados, pavos, depende de la temporada. No se puede cazar para vender, eso está prohibido. Por ejemplo, mi host dad (padre anfitrión) va a cazar y ese animal puede durar tres o cuatro meses. He comido oso, ardillas, venado, pavo… ya estoy acostumbrada, es una carne más”.
La cuarentena en Rice Lake
“Estamos en cuarentena obligatoria, aunque podemos salir a caminar o a correr mientras se respete la distancia entre las personas. Al supermercado sólo va mi host mum (madre anfitriona), es obligatorio el uso de barbijos, hay toallitas por todos lados para limpiar el carrito y cada vez que regresa debe cambiarse la ropa e higienizar todo”, contó. En Rice Lake hasta el momento “no hay ningún caso de coronavirus”, pero en el estado de Wisconsin –al que pertenece Rice Lake- hubo seis.
“Cuando empezó todo esto yo estaba muy asustada, pensé que me iban a hacer volver en el mejor momento de mi vida -más de una persona tuvo que regresar-. Pero luego me calmé y empecé a disfrutar. No sé cuánto tiempo me quedaré acá. Lo pautado eran once meses”, agregó.
Aulas adaptadas a cada materia
Andreina está encantada con el lugar. “Lo que más me impactó fue la escuela, que es enorme, interminable de conocer, la sentía como de otro mundo, de película… en la mañana pasás por diferentes aulas porque cada una está adaptada a su materia”.
El sistema escolar está organizado de manera diferente al nuestro. “La secundaria la empiezan en lo que sería el segundo año de Argentina y son cuatro años. Tenés materias obligatorias (Historia, Lengua, Matemáticas, Biología) y tenés materias que elegís vos de acuerdo a lo que te gusta. Por eso no hay una orientación, sino que vos optás por tu propia orientación… Durante los cuatro años que dura la secundaria tenés que lograr 16 créditos; cada clase te da 0,5 créditos. En el último nivel hay materias más difíciles, que son las que le dan la orientación final a lo que te gusta”, explicó.
“No son fríos”
Se la nota cómoda, contenta, a gusto no sólo con el lugar sino con el idioma y con la gente. Sobre los habitantes dijo: “No son fríos, se la pasan haciendo chistes. Cuando llegué yo era la latina, pero les llamaba la atención que soy colorada porque acá hay muchos latinoamericanos pero tiene otro color de cabello. Ahora me doy cuenta que cuando ellos hablan de latinos se imaginan gente similar a la de Méjico, por ejemplo. Por eso mi aspecto les llamaba la atención. Me recibieron muy bien. Me pedían ayuda en la tarea de Español, y eso me encantaba”.
Tras casi diez meses de permanencia en Estados Unidos, Andreina asegura que le gustaría mucho seguir una carrera universitaria allá. “Me gustaría hacer la Facultad acá, pero no está la posibilidad porque es algo terriblemente caro. Mis amigas tienen que sacar un préstamo universitario para estudiar una carrera de cuatro años, que empiezan a devolver una vez que se reciben”, contó.
La familia anfitriona está compuesta por su hostmam, que es profesora de Español y trabaja en una escuela ubicada a 15 kilómetros de Rice Lake; su host dad, que es el director de la escuela a la que concurre-; dos hermanas de 11 y 8 años y un hermano de 12 años. Ellos son quienes le dispensan la contención fundamental y el amor necesarios para vivir lejos de casa.
Los adolescentes no salen a fiestas ni bailes
Las salidas de los adolescentes no son por las noches como en Chajarí. “Acá no salí nunca, es ilegal. Las salidas que hecho son al cine o a comer con mis amigas…. Los cumpleaños de 15 no se festejan, eso aquí es considerado una locura. Lo que sí hacen son los Sweet Sixteen, o Dulces 16, que es algo muy sencillo, en la casa, donde te entregan la licencia de conducir y un auto”. También contó que los chicos y chicas que tienen auto pagan su mantenimiento porque trabajan –y es legal- y también financian sus propias salidas.
Esta es una historia de vida, una experiencia de intercambio como tantas por las que han pasado jóvenes de nuestra ciudad, que sin lugar a dudas constituyen una tremenda preparación para la vida y una apertura de conciencia hacia otras formas de ser y existir.