Tiene cáncer de mama y lo afronta con mucha entereza. Asegura que la enfermedad la ayudó a descargar su mochila para ocuparse de lo verdaderamente importante. Habla de una novedosa terapia para disminuir la caída del cabello: la QUIMIO CON PELO.
Por Claudia Cagigas
Las adversidades que la vida nos presenta son excelentes oportunidades para detenernos, repensar cómo estamos llevando nuestra vida e intentar los cambios necesarios para una mejor calidad de vida. Suelen ser momentos duros, que se presentan de una manera oscura, pero si empezamos a desenvolver el paquete, puede que encontremos oportunidades buenas e inesperadas. Así le sucedió a Silvia Farias, a quien a principios de este año le diagnosticaron cáncer de mama. Y si bien la noticia fue un sacudón importante, decidió evaluar paso a paso lo que debía hacer en la faz laboral, familiar, personal y “descargar la mochila”. En una charla en el programa EL ESPEJO (Radio Show Chajarí), Silvia Farias habló de todo este proceso y también se refirió a una novedosa técnica para evitar la pérdida del cabello o disminuirla considerablemente: la QUIMIO CON PELO.
– ¿Cómo se dio la detección del cáncer?
– Tengo cáncer de mama, fue rápido, intempestivo, cuando apareció el tumor se hizo notar. Lo extrajeron para estudiar, pero en el fondo presentía que era algo distinto. Yo siempre me hacía los controles… El médico que me habló re bien, me dijo que había miles de cosas, que íbamos a mandar a estudiar qué tipo de cáncer era, en qué estadio estaba y ahí comenzaron a correr las ansiedades. Me hicieron una segunda cirugía porque se estaban tomando los ganglios.
Fue un sacudón para toda la familia, pero todos empezamos a digerir la noticia; lo que más me preocupaba era decirle a mi mamá.
– ¿Dónde te estás tratando?
– Mi médico de cabecera es Sergio García Solchaga (ginecólogo), que trabaja en equipo con el doctor Eduardo Funes, con tanto respeto y soltura que me dan tranquilidad. También hubo que buscar oncólogo. Comencé en Concordia mientras esperaba un turno en el Roffo o el Fleming (Buenos Aires). Pero cuando fui a Buenos Aires me atendió uno de los “capos argentinos” en el tratamiento del cáncer de mama, miró lo que me habían dado en Concordia y me dijo que estaba perfecto. Eso me hizo sentir re aliviada.
Comencé las quimios en Concordia… Y algo que también hace mucho bien es que cuando voy a hacérmelas, mi oncólogo está esperándome, me estudia, me analiza, hace ajustes y eso es tranquilizador.
– ¿Cómo se organizó la familia ante la enfermedad?
– En la familia tenemos distribuidas las tareas. Por ejemplo, alguien sigue a la obra social, otro me acompaña…. Afrontamos en familia y distribuimos los roles. Todos escuchan lo que se habla, todos saben los altibajos y, por supuesto, hay días en que uno está cansando.
– ¿Cómo fue el proceso de aceptación de lo que te está pasando?
– Dije esto a mí no me va a vencer, todavía no llegué a los 50 años, más allá del trabajo tengo otras aspiraciones personales. Le aseguré a mi familia que iba a hacer el paso a paso, que iba a cumplir, me tomé un mes y pico en el trabajo y luego retomé mis actividades en el COPNAF.
En el COPNAF fui evaluando que podía dar y que no. Antes me cargaba en la mochila todo, trababa de solucionarle los problemas a todo el mundo y cuando no podía me frustraba mucho. Entonces busqué el acompañamiento de una psicóloga para pensar más en mí, en lo que quiero hacer, en las cosas que debía dejar de lado, en la necesidad de descansar un poco más, en la necesidad de delegar lo que no me corresponde… y así pude redefinir el trabajo porque a veces yo era como la madre protectora con mis compañeras. Ahora cada cual cumple su rol y se fue alivianando todo. Pude reorganizar mi vida y poner las cosas en su lugar.
También me doy cuenta que al reorganizarme y focalizarme en lo que tengo que hacer, soy más productiva, más serena y resuelvo mejor las situaciones. Puedo debatir, sentarme con mis compañeras, repensar, cuestionar y tomar decisiones que antes, en el acelere, no podía. El cáncer me llevó a pensar de qué manera estaba viviendo.
– Contamos del tratamiento
– Es una enfermedad en la que todavía faltan más medicamentos, aunque te tiran con bombas para curarte. Son drogas muy fuertes, pero hay gente que no sale. Yo estoy a la mitad del río. Veinticuatro o cuarenta y ocho horas después de la quimio tengo náuseas, no siento el gusto de las cosas –recién ahora he recuperado un 80%-, siento diferente las mucosas de la nariz y cansancio. Pero estoy bien, si Dios quiere voy a llegar a la otra costa.
– ¿Qué es la QUIMIO CON PELO?
– Eso fue una novedad que me hizo conocer el oncólogo. Es un tratamiento que se hace con cascos fríos que se colocan durante la quimio, para que el pelo tenga la menor caída posible.
Al principio no le presté mucha atención. Después me decidí y me contacté con una enfermera de Concordia que lo hace, pero ya no tenía turno, entonces la primera quimio la realicé sin este tratamiento.
Mis hijas empezaron a googlear y encontraron un grupo de mujeres de todo el país que están trabajando en esto y enseñan a confeccionar los casos (en Facebook buscar Quimio con Pelo).
Son cascos que se arman con geles para frio y calor que comprás en la farmacia: con los geles vas armando la forma de tu cabeza y luego los pegás con cinta de embalar. Es fácil, aunque el gel es costoso porque necesitás muchos. Tené en cuenta que la quimio dura tres o cuatro horas y tenés que ir cambiando el caso cada media hora porque tiene que estar congelado. Eso te congela la cabeza y evita que la medicación llegue al folículo piloso entonces no cae el pelo o cae lo mínimo posible. Realmente da un resultado.
El día de la quimio empezás a colocártelos una hora antes y seguís hasta una hora después. Llevás los cascos congelados en una conservadora para ir cambiándolos cada media hora porque tienen que estar bien congelados.
– ¿Por qué afecta tanto la pérdida del cabello?
– Por el shock que produce ante la sociedad. Las mujeres que generan estas alternativas son mujeres muy jóvenes, tienen cáncer y cuentan que algunas quedan sin trabajo o no pueden conseguirlo. En algunos casos es difícil para los hijos sobrellevar la situación. No es sólo es una cuestión estética, sino que tiene que ver con la mirada social y con la forma en que eso te impacta emocionalmente.
Yo me ofrezco a prestar mis cascos a aquellas personas que los necesiten o a enseñar a armarlos. Pero siempre hay que consultar al médico porque no todas las quimios son iguales. En el cáncer de mama perdés el pelo, por eso el oncólogo me dio esta alternativa.
– ¿Hay antecedentes de cáncer en tu historia familiar?
– No. Somos 50 primos y ningún caso. Creo que sólo un tío falleció de cáncer de intestino. Mi abuela materna va a cumplir 103 años. Estoy en el 20% de mujeres con cáncer sin antecedentes familiares.
Yo quiero insistir y decirle a la gente que no deje de hacerse controles. Acá los médicos están capacitados y son muy buenos y respetuosos. Y si se hacen una mamografía, sale bien, pero sienten que hay algo que no les cierra, no lo duden, pidan una ecografía mamaria, sigan buscando.