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20 mayo, 2016

Pueblo Liebig, una historia que atrapa

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Por Claudia Cagigas

Quince kilómetros al norte de Colón, Entre Ríos, a través de un camino de ripio y el verde de los campos se llega a Pueblo Liebig. Desde lejos una vieja chimenea delata su historia y no es difícil imaginar la magnitud del poderío económico que en otro tiempo alcanzó. La firma «Liebig´s Extract of Meat Company LTD» invirtió sus capitales en el lugar en 1903, cuando compró un saladero que allí funcionaba y montó una gigantesca fábrica destinada a abastecer al mercado europeo.

 

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La intención principal fue elaborar extracto de carne, producto de alto valor nutricional inventado por el químico alemán Justus Von Liebig, pero de elaboración impensable en Europa por los costos y la cantidad de carne necesaria: 30 kilos de carne magra y fresca para obtener un kilo de extracto.

 

La fábrica contaba con 14 enormes calderas alimentadas con carbón de piedra; generadores de energía eléctrica con turbinas de vapor; bombas de agua; gasógenos; compresores para cámara de frío; fábrica de hielo, de latas, de cajas y cascos de madera; talleres mecánicos, de electricidad, de fundición, carpintería, hojalatería; fábrica de clavos y abrelatas. Grandes muelles con guinches a vapor y eléctricos desde donde salía la mercadería a Europa y llegaba los suministro necesarios para el funcionamiento fabril; una red ferroviaria para zorras de tracción a sangre; cuadrillas de limpieza y movimiento de cargas; tres pistas de aterrizaje de 2000 metros cada una; aviones para el traslado del personal jerárquico e las estancias de Corrientes y Paraguay o a la oficina central de Buenos Aires.

 

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En los tiempos dorados y con el aporte de 3000 operarios llegaron a faenarse 2800 vacunos por día, los cuales salían procesados en polvo de carne, caldo de huesos, corned beef –carne enlatada-, brisket beef –carne de pecho-, lenguas conservadas, extracto de carne, caldo de rabos, grasa refinada, sebos industriales, jugo de hígado, primer jugo, chicharrones vacunos molidos, entre otros productos.

 

El sello inglés

Pueblo Liebig fue construido por los propietarios del frigorífico para albergar parte de su personal y en consecuencia a ellos todo pertenecía. En el diseño arquitectónico se diferenciaron claramente tres sectores: la fábrica, el barrio del personal jerárquico –Los Chalets- y el barrio de los obreros –El Pueblito-.

 

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«De las instalaciones industriales partía una larguísima manga o brete de madera, que en sentido este-oeste atravesaba el núcleo urbano y se usaba para el traslado de los animales desde los campos de la compañía Liebig´s hasta la playa donde eran sacrificados», describen los arquitectos Carlos Canavessi, Laura De Carli y Raúl Acuña. «Además, esta manga formaba una barrera física, que por un sistema de tranqueras solamente, vinculaba –o aislaba- los dos barrios». La manga hoy ya no existe, pero un pequeño fragmento fue recientemente reconstruido, a los efectos de referenciar su recorrido.

 

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La mayor suntuosidad la alcanzó la Casa de Visitas Nº 1, donde se alojó el Príncipe de Gales, directores de la compañía o altas personalidades.

 

El presente liebileño

En 1976, cuando las condiciones del país dejaron de ser rentables, «Liebig´s Extract of Meat» transfirió las instalaciones a Fricosa y vendió a los pobladores las viviendas por un monto modesto. Fricosa redujo considerablemente las actividades fábrica y en 1980 la vendió a Vizental, quien poco después la cerró.

 

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En la actualidad Pueblo Liebig conserva su arquitectura casi intacta y por su riqueza cultural e histórica bien merece ser declarado patrimonio nacional.

 

 

 

 

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