“Los chicos están muy perdidos, a las drogas y el alcohol acceden estirando el brazo… hay mucha violencia de género”, dijo, al tiempo que cuestionó severamente al Estado Municipal por su ausencia.
Por Claudia Cagigas
Las necesidades han cambiado. “El Paso Chajarí es un barrio que hoy no está necesitado cloacas” como en otros tiempo, “pero sí muchos talleres para sacar a los chicos de la calle y de la droga… hoy los chicos están muy perdidos y antes no era así”, dijo Perla Alegre, conocedora de la realidad más profunda del barrio en el que se crió. “La violencia de género es otro gran problema y el mayor inconveniente es que, una vez hecha la denuncia, tratan más a la víctima que al victimario. En mi familia hay mucha violencia de género, lo veo en mis hermanas: si ellas hacen la denuncia las tienen más a las vueltas a ellas que al hombre que les pega. Encima hay algo con lo que yo siempre estuve en contra: les dicen ‘fijate si podés arreglar las cosas, fijate si podés volver con él porque es el papá de tus hijos’… Eso es una barbaridad, vos no poder mandar de vuelta a la mujer que te viene con los ojos negros porque el marido la mata a palos; la están mandando a la guillotina! A los tipos no los molestan. Esa es la respuesta que veo en la Justicia cuando hacen la denuncia. Tampoco tienen seguimiento, lo mismo pasa con los chicos”. Por si fuera poco y como muestra de la pérdida de valores en todo el entramado social, en otro tramo de la charla agregó: “Hoy las chicas jóvenes tienen hijos porque cobran un salario, quieren seguir aumentándolo para cambiar la moto, el celular último modelo. No es que esos hijos vienen por amor. Yo convivo con mis hermanas, con la gente del barrio, lo veo todos lo días”.
Atento a esos varios factores es que Perla reclama la presencia del Estado a través de talleres, de psicólogas y de asistentes sociales. “Yo digo las cosas como las pienso por más que me traiga problemas. Fijate que ahora hicieron un comedor comunitario –no es municipal-, pero el Paso no está para un comedor comunitario donde come la madre, la nuera, el yerno y dos nenitos que mantiene Juan Pueblo. Esas cosas no están buenas porque es como vivir de la gente. Yo antes daba una copa de leche, llamaba a los chicos de primaria para hacer la tarea juntos; los chicos necesitan eso, que te ocupes un poco, que juegues con ellos, pero eso no se hace más”.
Charlas con las chicas, con las nenas sobre el cuidado, sobre la sexualidad es otro aspecto puntual que marcó Perla como sumamente necesario. “Hoy el hospital te da todas las posibilidades para cuidarte y gratis y de eso hay que charlar con las chicas porque después llegan a los 30 años con seis hijos atrás. En ese momento se les ocurre vivir la adolescencia que no vivieron y entonces las ves en el baile, acá y allá. El hijo sigue el mismo ejemplo y la hija llega a los 30 con seis o siete hijos y vuelve a repetirse la historia”.
Charlas con las familias, con los padres y las madres también apuntó como una necesidad insatisfecha del Barrio Paso Chajarí. “Los chicos aprenden de lo que nosotros hacemos. Si yo a mi hijo lo trato de ‘negro de m’, le digo que no sirve para nada, que es un inútil, ese chico se va a criar convencido de eso y va a pensar ‘qué voy a hacer si no sirvo, para qué lo voy a hacer si me va a salir mal’… A mi nena que hoy va cumplir 17 años siempre le hablé directo y le dije: si tenés sexo y no te cuidás, te vas a quedar embarazada; un preservativo te protege de un embarazo y de enfermedades. Cuidate. La droga mata, si te querés drogar, metele, pero a mí no me vengas a joder ni a decir que nadie te dijo nada. El alcohol hace mal, el cigarrillo también. Y siempre le mostraba ejemplos: mirá esa chica, va por el tercer novio en la semana, vos querés eso? Confiá en mi, yo te voy a apoyar en todo pero cuidate. Cuando estés estable y quieras ser mamá con marido o sin marido me parece perfecto”.
Finalmente, Perla sostuvo: “En mi vida soporté muchas humillaciones, mucho desprecio pero siempre lo tomé con una sonrisa aunque después en mi casa me acostaba y lloraba. Siempre anduve por la calle con la frente bien alta porque sabía que no molestaba a nadie y al que le molestaba tenía la chance de mirar para otro lado. Sufrí mucha violencia, hace un tiempo estuve muy mal, depresiva e intenté quitarme la vida pero me di cuenta que no tenía sentido hacerlo, que no servía para nada. Hoy trato de ver la vida de otra manera, de no enojarme por boludeces. Digo ‘enojate cuando no te puedas levantar, cuando no puedas salir a ver el sol, cuando no puedas ver a tu hijo sonreir, no te enojes porque no podés cambiar el auto… porque venimos desnudo y desnudos nos vamos. Pero aprendé a vivir. Y yo aprendí a vivir”.
Resistida por muchos, nadie puede negar la autenticidad de Perla y el trabajo social que siempre hizo en su barrio. Su elección de vida, sus 17 años de prostitución fue la única salida laboral que tuvo por su condición sexual. Hoy trabaja en una radio local (Radio Hache); el primer trabajo digno que pudo conseguir en su vida y está más que agradecida y feliz. De todas maneras, nunca se victimizó sino que afrontó lo que venía con la frente bien alta. Gracias Perla!