“La única limitación que tengo es si se me traba la cabeza”. “Ahora tengo más percepción que antes, cuando veía con los dos ojos”, son algunos de los conceptos que nos dejó en EL ESPEJO, a la hora de contar cómo es su vida actual y cómo siente ese volver a empezar.
Por Claudia Cagigas
Pablo Sañudo tiene 42 años. Hace un año y medio perdió totalmente la visión y emprendió un largo camino de adaptación a una nueva forma de vivir, de vincularse con el entorno y de asumir el día a día. Sin embargo, no se victimiza y reconoce que, si bien no es fácil, su vida se transformó positivamente porque se reinventó y aprovechó la nueva situación para reconstruirse “sin dejarse chupar por la oscuridad”.
Entrevistado en el programa EL ESPEJO (Canal 2 de ItelTv y Radio 91.9) habló de su vida y reconoció que hoy advierte que estaba ciego antes de perder la visión “por la forma en que consumía” -drogas- y por la desconexión que tenía consigo mismo, con su familia y con el entorno. “Hoy, la única limitación que tengo es si se me traba la cabeza, porque es la que me puede hundir o sacar adelante. Hace un par de años vengo trabajando con meditación, con el prestar atención, con la respiración y eso me ayuda un montón. Antes no le prestaba atención a nada. Ahora paso y recuerdo dónde está el árbol, el cordón cuneta, el asfalto, el ripio, la puerta, la plaza, lo que sea. El olfato me ayuda, la audición y el tacto también. Al estar más atento, tengo más percepción que antes, cuando veía con los dos ojos”, describió.
Por la calle se desplaza sólo con un bastón blanco, que autodenominó “tester” y que él mismo fabricó.
En su casa intenta desenvolverse con la mayor autonomía posible. Puede levantarse, arreglar su cama, vestirse recordando dónde dejó la ropa, preparar el mate y algo para comer. “No cuento los pasos. Toco la mesa y sé que a un metro está el sillón, que la cocina está a dos metros… El tacto me ayuda. En la mesada busco la pava eléctrica, la yerba, el mate. El dedo para saber en qué lugar del mate tengo que colocar el agua… Uso el celular porque tiene un sistema que te permite hablar y pedir música, o que llame a Claudia, o que lea los mensajes o que reproduzca los audios. Y sigo trabajando en la reventa de productos artesanales porque me gusta mucho el comercio”, contó sobre su vida actual.
Pablo hace las compras necesarias para su hogar. Lleva su billetera donde tiene el dinero acomodado -por algún familiar- según el valor de los billetes, pero además pide ayuda para confirmar que el que está dando sea el correcto. Asegura que la gente actúa de buena fe, aunque alguna vez percibió algún engaño.
Lejos de los prejuicios que podemos tener sobre la pérdida total de la visión, asegura que a partir de esa pérdida comenzó a cuidarse. “Al principio sentí que la tierra me chupaba, entonces busqué qué estaba a mi alcance y empecé a cuidarme, a alimentarme bien, a caminar, a ir al gimnasio, a meditar… Crecí mucho. Si me quedo en mi casa pensando, por ahí se me opaca un poco la cabeza”.
Finalmente, subrayó que no tiene miedo, que el miedo no deja crecer.