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9 noviembre, 2020

Bernardo Stamateas: ¿Cómo poner límites a las personas tóxicas?

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El reconocido psicólogo Bernardo Stamateas, indicó que debemos enseñarle al otro cómo queremos que nos trate. “El sí y el no, son dos palabras poderosas que tenemos que aprender a usar”, dijo.

 

 

Bernardo Stamateas es psicólogo, autor de varios libros y una de las personas que acuñó el término “gente tóxica”, para referirse a aquellas personas con una carga negativa importante, empeñadas en dañar al otro. Pero qué es exactamente la gente tóxica, qué puede causar en nuestra vida, cómo hacer para que no nos afecte, cómo darnos cuenta si somos tóxicos, son algunos de los temas que abordamos en una charla exclusiva en el programa radial EL ESPEJO (Radio Show Chajarí).

 

– ¿Qué quiere decir exactamente “gente tóxica”?

– Todos tenemos rasgos tóxicos, todos tenemos un poquito de quejosos, de chismosos, de negativos. Pero distinto es la persona que necesita hacernos sentirnos mal para sentirse bien ella; que necesita derribar nuestra estima para construir la propia haciendo cosas de manera conciente para lastimarnos. Ahí tenemos al narcisista, al envidioso, al quejoso compulsivo, al negativo, etc. Este último grupo es la gente tóxica.

 

– ¿De qué manera incide el panorama actual de pandemia en la generación de toxicidad?

– En esta situación tan rara que estamos viviendo a nivel mundial, estamos inmersos en un escenario nuevo, frente a un virus invisible. Eso hace que, al estar aislados, con pérdidas económicas tremendas y con muchas dificultades, nuestros rasgos tóxicos aumenten.

 

– Además de intentar poner una pausa a ante nuestros rasgos tóxicos, ¿cómo podemos hacer para que la gente negativa no nos afecte, más aún si no podemos cortar el vínculo?

– Hay gente que es ocasional en nuestra vida y es más fácil porque nos cruzamos a la vereda de enfrente y se terminó la historia. Pero cuando hay lazos afectivos, laborales o se trata de personas que necesitamos ver por equis motivos, hay que establecer límites. Yo debo enseñarle al otro cómo quiero que me trate. El límite es como el semáforo: no todo es rojo o verde, hay cosas que sí y hay cosas que no. Entonces cuando tengo en claro qué quiero y qué no quiero, me va a ser más fácil transmitírselo al otro. El sí y el no son dos palabras poderosas que tenemos que aprender a usar y eso no significa explotar ni ser agresivos, sino simplemente decir puedo o no puedo, quiero o no quiero.

La gente te trata como fue tratada. El que te agrede te está haciendo saber cómo fue agredido, el que te descalifica te está haciendo saber cómo fue descalificado. Pero necesitamos ponerle límites: si estoy hablando con alguien y empieza a quejarse puedo escucharlo, pero no soy un tachito de basura para que esté media hora tirándome cuanta pálida se le ocurra y yo me quede con toda la angustia. Si tengo en claro mi límite, voy a poder poner límites al otro.

 

– ¿De qué manera nos damos cuenta del impacto de la gente tóxica en nuestra vida?

– Si salgo con un grupo de amigos y me quedo mal, cansado, con molestias, hay que escuchar la voz interior que me está diciendo algo.

Todos tenemos un tanque de combustible psíquico que gastamos a lo largo del día, bueno, elijamos en qué gastarlo y en qué no. Hay gente que roba esa energía, por eso el 90 o 95% de las peleas no valen la pena, es pérdida de tiempo. Hay que elegir cuáles son las batallas que queremos pelear y que pueden reportar algún beneficio y cuáles no.

 

– ¿De qué podemos recargar esa energía?

– Hay muchas maneras. Primero, el ejercicio físico. Caminar, bailar, todo lo que permita el gasto del cortisol es combustible emocional. Segundo, nutrirnos de gente que nos aliente, que nos motive y nos empuje hacia adelante porque no hay nada más contagioso que las emociones.  Vos estás con alguien ansioso y a los cinco minutos estás corriendo ansiosamente con el otro; si estás con un quejoso también estarás quejando a los cinco minutos. Si estás con alguien con pilas, también te va a contagiar. Nos dicen que somos la síntesis de los libros que leemos y de los amigos que tenemos. Bueno, juntémonos con gente que agregue valor a nuestra vida.

Tercero, todo lo que sea lo lúdico, nos divierta, nos carga de energía. Cuarto, ensanchar nuestro mundo interior porque el conocimiento nos permite tener un mayor dominio sobre la realidad. Esos espacios son los que nos permite cuidar y administrar nuestro combustible.

 

– ¿Qué repercusión tiene la falta de descanso?

– La falta de descanso tiene que ver con la falta de límites. Hay personas que tienen una disociación: la cabeza le va tres metros adelante del cuerpo y el cuerpo, para poner límites a esa cabeza, hace un ataque de pánico, una contractura, insomnio, cansancio, bajón… ¿Qué está diciendo el cuerpo a la mente? “Che, no te puedo seguir”.

 

– ¿Por qué llegamos a esto, que nos pasó?

– Somos una cultura postmoderna. En los años 70/80 nació un mundo nuevo que se llama Postmodernismo, con cosas lindas, pero con cosas tremendas. En el Modernismo había pasado, presente y futuro: yo quería estudiar, sabía que tenía que invertir cinco, seis, siete años; armar un plan para ver dónde iba a vivir, con quien me iba a casar, porque había pasado, presente y futuro. En el Posmodernismo el tiempo se murió: el pasado y el futuro se murieron, solo queda el ahora, todo es YA y si no lo hacés ya, no tenés vida. Por eso los chicos no pueden planificar, menos pensar en invertir seis o siete años en estudiar… ¿Para qué hacerlo si hay que vivir ahora, disfrutar ahora, respirar ahora? Eso es horrible porque todo tiene que ser instantáneo, automático, veloz, de lo contrario es como si no tuviéramos vida. Esto explica por qué en los últimos 30 o 40 años el trastorno número uno se llama trastorno de ansiedad.

En el Modernismo uno tenía felicidad, felicidad es “renuncio a esto para ganar esto, renuncio a salir a bailar, para estudiar y ganar un título”. En el Postmodernismo no hay renuncia, hay solo placer fugaz, es lo que pinta, lo que deseo, lo que tengo ganas, por eso hay tantos cambios: cambio de pareja, de trabajo, de casa… Todo es móvil porque, al no planificar, el deseo se hace fugaz…

El deseo postmoderno es no invierto nada, no quiero perder nada, quiero pasarla bien ya.

 

– Pero eso nos llena de vacío…

– Claro, por eso se llama la era de la nada, el vacío total, la Era Líquida.

Es verdad que hay que disfrutar del presente, pero también hay que pensar en el mañana. Por eso les digo a los chicos: “si vos te comés una triple hamburguesa con huevo frito, obvio que la vas a pasar bien, pero mañana el colesterol te va a pasar una factura tremenda. Entonces comé algo que te guste hoy y que te haga bien mañana. Armá un puente, planificá y acordate que debemos ir detrás del gustito… Entonces, tenemos que conectar con el presente, pero también con el futuro; armar un proyecto y saber que en las grandes decisiones siempre algo se pierde para ganar algo. No hay ganancia sin pérdida, no hay ganancia sin renuncia.

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