La psicóloga reflexionó sobre los riesgos que implica enseñar a nuestros jóvenes a resignarse ante las pérdidas e instó a buscar alternativas ejerciendo el sentido crítico en todos los momentos de la vida, inclusive en tiempos de pandemia.
Por Claudia Cagigas
Resignación no es lo mismo que aceptación y en esto fue muy clara la psicóloga Margarita Torres al hablar sobre la problemática de los jóvenes en tiempos de COVID 19. “Hay cosas que tenemos que aceptar, pero hay una gran diferencia entre aceptación y resignación. La resignación es la entrega, el no intentar nada, el no cuestionar ni buscarle la vuelta, es “no se puede hacer el viaje, qué le vamos a hacer…”, es “no importa que no haya recepciones, nadie se va a morir por eso…”. La aceptación, en cambio, implica que esto no puedo hacerlo de esta manera, pero puedo hacerla de otra”, explicó en el programa EL ESPEJO (Radio Show).
– ¿Qué consecuencias podría traer a futuro la resignación?
– Los jóvenes son el futuro de nuestra sociedad y no los estamos viendo; estamos armando todo en virtud de las necesidades de los adultos y les estamos enseñando a resignarse, a darlo todo por perdido. Eso me asusta mucho como mamá y como psicóloga… Algún adulto me dirá ‘no importa el viaje’. Perfecto. Ahora qué vamos a hacer con este chico a los 25 años cuando una novia lo deje, cuando no pueda quedar embarazada, cuando no consiga tal trabajo si le enseñamos a resignarse, a no buscar alternativas. Si seguimos fomentando ese pensamiento de “no puedo hacer nada”, en un tiempo más la tasa de suicidios o la tasa de depresión serán altísimas, indican estudios de Salud Mental. Es lo que vamos a tener en 10 años, es lo que estamos generando en nuestros jóvenes: la depresión como futura pandemia o los trastornos mentales.
– ¿Qué podemos hacer como adultos para ayudarlos?
– Si el adolescente tiene un ambiente que lo ayuda a componerse, le será más fácil. He escuchado a padres decirles en abril “olvídate del viaje” o “jodete, es lo que te tocó”. Imaginemos que yo, adulta, deseo un auto, veo que todos lo tienen, trabajo durante dos años para tenerlo y el día que me falta una cuota me dicen “olvídate del auto, es lo que te tocó”. Ese adulto que minimiza la situación de los chicos de sexto, con su auto no se resignaría, no diría “es lo que me tocó”. Por el contrario, a nuestras cosas le buscamos la vuelta, pero a nuestros chicos les pedimos que se resignen, que acepten. Si a un chico de 18 años le enseñamos a resignarse, me da escalofríos pensar que toda una generación se resigne.
Creo que ahí debe aparecer la resiliencia, que no es resignación sino ver qué podemos hacer con esto que nos tocó, es buscarle la vuelta. Entonces, como adultos, como sociedad, como padres, creo que debemos cuestionarnos qué podemos hacer ante esto. Lógicamente que la respuesta va a depender de cada ciudad porque la situación de Chajarí no es la misma que la de Buenos aires o la de Rosario…
– ¿Cómo ves a nuestros jóvenes?
– Quizás la característica que más se ve es la de no haber podido expresar y no haber podido ser escuchado en este tiempo con tantos cambios, con tanta vorágine. Esto año nos llevó puestos a todos con un montón de cambios y en medio de todos estos cambios nuestros jóvenes quedaron silenciados, con una necesidad de sobreadaptarse, con poco espacio de expresarse y eso genera bastante frustración, bastante desesperanza.
– ¿A qué te referís cuando mencionás que nuestros jóvenes quedaron con pocas posibilidades de expresarse?
– Lo resumiría de esa manera. El año empezó de una manera tradicional, tuvimos 15 días de clases, luego se interrumpió el dictado de clases presenciales y cuando empezaron a venir las nuevas normativas ellos se fueron adaptando … Todo era por 15 días, pero ya llevamos siete meses… No es culpa de nadie, pero quizás faltó preguntarles qué piensan ellos de esto, que extrañan, qué cosas le dan miedo, qué les agrada, que no les agrada… Faltó empatía y apareció mucho el juicio hacia los adolescentes: por qué se quejan, por qué no presentan los trabajos y faltó preguntarnos qué está significando para ellos no ir a la escuela, qué significa para ellos el haber perdido el lugar de encuentro, de sociabilización, el lugar más importante en cuanto al compartir con sus pares y docentes. La escuela es un lugar importantísimo porque es donde van desarrollando todas las habilidades sociales, afectivas. Todos nacemos en el seno de una familia y tenemos que ir haciéndonos hacia afuera, eso es lo que los chicos están perdiendo, el crecer, el desarrollarme hacia afuera.
– ¿Qué papel cumple en nuestra vida la rutina y los rituales?
– Los rituales nos organizan, nos hacen desarrollar cognitivamente, van constituyendo nuestra evolución psíquica y social. De hecho, una encuesta nacional que salió hace unos días marca que el 72% de los chicos desea volver a la escuela, inclusive chicos que antes no querían ir. Con esto no digo volvamos mañana, sino que es un referente para tener en cuenta de lo que están sintiendo los chicos.
– ¿Qué podríamos hacer como adultos para ayudar?
– Hoy se habla mucho de la nueva normalidad y de los protocolos. Podemos buscar protocolos para los encuentros, para el estudio, para futuros proyectos… Esto saca a los chicos de la apatía y los pone en el lugar de la esperanza…. Se ha naturalizado el “esto no va a haber”, nos anticipamos a lo negativo. Ahora, si como sociedad nos quedamos con el no, también estamos nivelando para abajo, es como decir “en este barrio nunca va a haber agua” y no hago ninguna gestión para que la haya… Se naturalizó el hecho de que no va a haber colaciones y yo quisiera saber por qué no va a haber. Si la gente de los gimnasios se hubiera quedado con el “no” a la apertura de los gimnasios, hasta ahora no tendríamos gimnasios.
Finalmente, Margarita Torres se preguntó: ¿Cuántas escuelas de Chajarí tienen más de 50 chicos que egresen? Poquitas. ¿Por qué no se puede hacer una colación al aire libre, donde ingresen solo los papás, cumpliendo con el distanciamiento social?