Por Cecilia Capovilla
Existieron personajes en nuestra historia argentina que son conmemorados por su fuerte compromiso cívico y pasaron a ser recordados por sus memorables actos públicos. Este es el caso de Mariquita Sánchez de Thompson, ampliamente recordada en la tradición histórica argentina porque la Marcha Patriótica (actual Himno Nacional Argentino) fue entonada por primera vez en su casa, aquel 14 de mayo de 1813.
Hoy en día, muchos historiadores se dedican a estudiar la persona detrás del personaje, y aquí todo se vuelve más interesante. Los nombres se vuelven hombres, y aparecen historias de amor, de desamor, de sufrimiento y de pasión, de alegrías y de dolor.
En el programa radial El Espejo, el pasado sábado 13 de febrero, tuvimos la posibilidad de escuchar estos relatos de la mano del profesor de Historia Claudio Hermosa.
Aquí la historia de amor, de pasión y de lucha de Mariquita Sánchez de Thompson.
Así comienza el relato
María de Todos los Santos Sánchez Velasco Trillo, más conocida como Mariquita Sánchez de Thompson, una chica de la alta alcurnia porteña, pero una mujer con unos cojones como muy pocas mujeres de la época lo tuvieron. Se jugó toda la vida en lo personal, en lo social, y en lo político, siguiendo sus convicciones.
En esa época se acostumbraba que, pasada la adolescencia de una chica de clase social alta, la familia arreglaba su casamiento con un hombre que el padre considerara apropiado.
Mariquita se va negó rotundamente a aceptar el hombre que su padre le imponía, corriendo el riesgo de terminar sus días en un convento.
En medio de estos debates familiares, llegó a Buenos Aires un primo hermano, de quien ella se enamoró perdidamente, Martín Thompson.
Es válido aclarar que era común en la época que se contraiga matrimonio con primos hermanos o familiares cercanos. Martin Thompson era un soldado, hijo de la hermana de la mamá de Mariquita. Pero la familia se negó a este romance, porque no era el hombre que habían previsto para ella. A tal punto que el papá de Mariquita realizó de inmediato gestiones para que a Martín lo trasladen a Montevideo, Uruguay; y que se vaya muy lejos de Buenos Aires. Por su parte, Mariquita, se aferró y obsesionó con ese amor y como castigo la llevaron a un convento, pero no como destino final.
Pelear por amor
Desde la reclusión ella siguió luchando por ese amor incondicional, por esa pasión y ese romance que la familia prohibía.
Por aquellos años falleció su padre, pero la madre de Mariquita también se oponía. Hay que saber que, si los debates privados tomaban estado público, quien definía todo era el Virrey, en ese momento Sobremonte. La discusión estaba impuesta, iban por el segundo o tercer año y seguían en contra de ese matrimonio.
Mariquita empeñada, le escribió cartas al Virrey, explicándole por qué ella entendía que debían ser respetados sus sentimientos. Vale aclarar que hablamos de una época en que el sentimiento de una mujer no era tenido en cuenta. Pero al quinto año de debate, Mariquita obtuvo lo que tanto quería y el Virrey aprobó su matrimonio, aun en contra de la madre.
¿Un final feliz?
María de Todos los Santos Sánchez Velasco Trillo se casó con Martín Thompson, tuvieron cinco hijos.
Comenzando el año 1816 en los albores de nuestra Independencia, Martin Thompson fue enviado a Estados Unidos para que pida apoyo y armas por si hacían falta. Se fue a gestionar y difundir nuestra posible independencia. Un año más tarde, Pueyrredón lo sacó del cargo de embajador. Con esta noticia, se deprimió y enfermó mentalmente y entró en una demencia de la cual no salió jamás.
Mariquita, en Buenos Aires, realizó gestiones para traerlo. De hecho envió gente para que lo busque. Médicos, una persona que se encargue de vestirlo, un peluquero para que cuando llegue Martin venga en condiciones presentables. Lo terrible es que falleció en el barco, 15 días antes de llegar a Buenos Aires. Tenía 29 años.
Ella queda viuda, con una muy buena posición económica, porque siempre la tuvo y en menos de un año contrajo enlace con Mendeville, un cónsul francés que estaba en nuestro país. Con él tuyo tres hijos.
En la década del 30 a Mendeville lo destinaron a Quito como cónsul, se fue sólo, porque Mariquita decidió quedarse en Argentina. Ella nunca viajo a verlo y él nunca más vino a Argentina. De Perú se fue Francia donde finalmente murió.
Lo llamativo para la época es cómo se manejaba Mariquita, con tanta autonomía, con tanta independencia que asombraba y asustaba. Mariquita siempre luchó e hizo lo que quiso; defendió su amor y defendió sus convicciones políticas. Fue una de las pocas mujeres que se animo a enfrentarlo a Rosas con toda la autoridad que éste tenía.