Por Claudia Cagigas
La mente construye o destruye, te tira abajo o te saca a flote… La percepción del mundo, las alegrías, las tristezas, el “puedo” o “no puedo” están ahí para bien o para mal. Elisa Forti tiene 81 años y hace unos pocos días se enfrentó nuevamente a la cordillera recorriendo los 100 kilómetros del Columbia Cruce de los Andes 2016; el mismo que realizaron seis personas de Chajarí animándose a todo: Gustavo Losco, María Rosa Brarda, Juan Pablo Fabrello, Marcos Almeida, Hugo Machado y Guillermo Vittorio.
La adrenalina se siente, se vive, se palpa… Es la carrera más importante de Sudamérica en cuanto a aventura se refiere y concentra alrededor de 3000 atletas de 32 países. Saben que no es sencillo: deberán recorrer unos 100 kilómetros en tres días, en circunstancias extremas: trepadas agobiantes, bajadas riesgosísimas, alturas, lluvia, viento, frío, abismo, soledad y el reconfortante reencuentro al llegar al campamento. Todo allí concentrado.
El riesgo es grande. No habrá helicópteros que vengan al rescate si uno cambia de opinión o se lesiona… Pero están allí y lo seguirán estando con sus rengueras, con sus músculos doloridos, con sus lastimaduras y cansancio. Ni siquiera podrá acompañarlos un celular porque no hay señal…
“En una carrera siempre hay un grado de sufrimiento. Por eso hay que tener una mente de fierro porque la cabeza ordena y el cuerpo responde”, asegura Gustavo Losco. “Es increíble lo que el cuerpo puede”, agrega María Rosa. “El primer día corrí 7 horas 35 minutos; el segundo 6 horas y pico y el tercer día necesitaba piernas nuevas pero corrí diez horas más”. Porque la mente puede, su mente entrenada tracciona.
El escenario cambia año a año. En esta ocasión la ciudad elegida fue San Martín de los Andes y el epicentro el Lago Lakar. Sin embargo hay cosas que no varían, como por ejemplo que los atletas pasan la noche en campamentos de montaña –en carpas-. Allí no falta la comida, ni el mate calentito o las charlas cargadas de anécdotas. No hay duchas ni agua caliente para higienizarse; hay que arreglárselas con el agua helada del lago a cuya vera se arma el campamento –que viene muy bien para aliviar músculos entumecidos-. Tampoco se permite el uso de productos químicos como jabones o champú –nada que contamine el paisaje del sur-. Eso sí, los baños químicos se instalan en cada campamento.
Es el lugar indicado para enterarse historias como la de Elisa, que el año pasado corrió con uno de sus nietos y este año con otro. “Ella está testeada y entrenada: corre, camina, nos pasa parados a todos con su tranquito; Elisa es un canto a la vida, es la abuela de todos”, dice María Rosa.
Luis Pérez es otro personaje del Cruce por un detalle que no pasa desapercibido: corre en alpargatas. Luis es de San Miguel del Monte (Buenos Aires), empleado municipal. Cuando era chico se quemó la planta de los pies y a partir de ahí comenzó a correr con alpargatas. Su cuerpo se acostumbró así.
Son “locos por correr” como lo nuestros; como Gustavo, María Rosa, Juan Pablo, Marcos, Hugo y Guillermo. Aprendieron a conocerse, a superar las flaquezas y a seguir adelante cuando el cuerpo tira el ancla. Nos emocionan cuando se abrazan a la bandera de Chajarí como si abrazaran a su pueblo a la distancia y nos arrancan los más diversos sentimientos que van del espanto a la admiración.