La soledad, la falta de contención y de afecto, son factores que inducen a muchos jóvenes a estas prácticas perversas. Carlos Acosta y Guido Muchiutti analizan la problemática.
Por Claudia Cagigas
En agosto pasado, un joven de 17 años de San José (Entre Ríos) promovió un suicidio masivo de jóvenes a través de la red social Instagram. El plan fue desarticulado luego de que se recibiera en Buenos Aires una denuncia efectuada en España. Este año también nos sorprendió “La Ballena Azul”, un juego que circula por redes sociales instando a niños y jóvenes a superar pruebas peligrosas durante 50 días, para luego suicidarse. ¿Qué es lo que hace que estos juegos logren adeptos al punto tal de llegar a dañarse o quitarse la vida?
Carlos Acosta es licenciado en Comunicación Social. Invitado en el programa EL ESPEJO (Radio Show Chajarí) para analizar el fenómeno, explicó: “Las plataformas, las aplicaciones, las computadoras, Internet no están endemoniados ni te poseen; son los canales por donde circula la información. En las redes sociales uno puede encontrar de todo, inclusive grupos que aporten el sentido de pertenencia que por ahí nos falta y muchas veces la sensación de soledad, de no reflejarme en el otro, el vacío existencial nos lleva a buscar en estos lugares espacios comunes. Juegos como la Ballena Azul son juegos que pegan en las emociones, entonces las personas más permeables caen más fácil. De la única manera que podemos controlar esa permeabilidad es con contención. ¿Qué pasa cuando llega un chico que no tiene contención? Es más permeable a esas situaciones… El juego en sí mismo puede llegar a ser muy perverso o puede llegar a ser una tontería falaz, todo depende de quien lo practique y su estado emocional”.
Guido Muchiutti, ingeniero en Sistemas de Información, indicó en EL ESPEJO que “lo peligroso es el mal uso de las redes sociales”, que “no dejan de ser un medio donde hay gente que está al acecho, depredadores. Hoy por hoy el padre le permite al nene que se cree un perfil de facebook para que se entretenga mientras él hace otra cosa; el nene se mete en las redes sociales y alrededor quizás hay gente que está esperando porque es vulnerable y no tiene la capacidad de discernir, de decir esta charla es real o es mentira… entonces creo que no estamos tomando conciencia de lo peligroso que puede ser el uso de las redes sociales sin una charla previa, sin un control o sin marcar de cerca lo que sucede”.
¿Cómo podemos ejercer un efectivo control como padres? ¿Se puede? Carlos Acosta opinó que “se pueden poner filtros para que los chicos no ingresen a determinados lugares”, pero subrayó que “si queremos erradicar un montón de riesgos hay que evitar comprar un celular con todas las aplicaciones a un pibe de 15 años, porque no lo sabe usar”.
Por su parte, Guido Muchiutti acotó: “Estamos yendo en contra de la corriente. Los padres te van a decir que está bien que a los cinco o seis años los chicos ya tengan un celular, pero yo me pregunto hasta qué punto es por comodidad de los adultos más que por utilidad. He escuchado el argumento: “yo estoy más tranquilo si se va al boliche con el celular”. Sin embargo creo que la mayor seguridad que podés tener como padre es la educación que le diste. Y cuando hablo de educación no me refiero solo a las palabras sino también al ejemplo, porque no podés decirle “mirá que la droga te puede llevar al peor infierno” si vos tenés un vicio… Hoy estamos distraídos de todo esto, no lo estamos analizando y hay mucha soledad”.
Finalmente, ambos profesionales remarcaron la importancia del afecto, de la contención prodigada tanto en la familia como en la escuela. “Estamos bastante distraídos en estos temas”, sostuvieron.
El tema de los límites es una materia pendiente que muchos padres tenemos. Los límites forman, establecen un marco ordenador, marcan un “hasta aquí se puede”, “contienen”. Los límites generan berrinches, son resistidos, no son fáciles de poner o sostener, son incómodos tanto para el padre como para el niño/adolescentes, pero también son una forma de expresar amor y ocuparnos de nuestros hijos. Un chico que cuenten con contención, con límites saludables y con amor, difícilmente se enganche con un juego como la Ballena Azul; un chico que en su casa pueda charlar de estos aspectos y de los riesgos latentes en las redes sociales, estará más alerta y tendrá más herramientas de discernimiento.