A partir de su tragedia personal –el traslado de sus hijos a Medio Oriente contra su voluntad-, Gabriela Arias Uriburu comenzó una metamorfosis personal en la que debió morir y renacer un sinfín de veces. Hoy es una persona con una profunda espiritualidad, desde donde contempla y reflexiona sobre lo que la vida nos atrae y nos insta a tomarlo todo.
Por Claudia Cagigas
“La vida se hace con las dos polaridades: blanco/negro; luz/oscuridad; tristeza/alegría. Tenemos que convivir con eso, con lo bonito y con lo no bonito… no puedo retirar lo no bonito de mi vida porque la vida es todo… tengo que integrar, aprender a convivir con lo que no me gusta porque si lo excluyo, esa exclusión trae dolor y sufrimiento… A mí no me quedó otra que aprender a convivir con lo que pasó”. Así habló Gabriela Arias Uriburu en el programa EL ESPEJO (Radio Show), en una charla en donde repasó su vida, pero también se refirió a los tiempos de aislamiento social que estamos viviendo.
Gabriela Arias Uriburu se hizo mundialmente conocida a partir de la tragedia personal que le tocó vivir el 10 de diciembre de 1997, cuando su ex esposo, el empresario musulmán de origen árabe, Imad Shaban, secuestró a sus tres hijos Karim, Zahira y Sharif y se los llevó a Medio Oriente. Durante meses Gabriela no supo el paradero de sus hijos y cuando logró ubicarlos comenzó una lucha que duró años, gestionando ante organismos internacionales, diplomáticos, gobiernos de turnos y diversas personalidades influyentes de la política. Los chicos nunca le fueron restituidos porque Jordania se amparó en las leyes del Islam, pero la presión internacional sirvió para que le permitan mantener un vínculo a la distancia y algunas visitas periódicas que ella debió realizar a Jordania. Radicada en Argentina –cuando los chicos fueron secuestrados la familia vivía en Guatemala-, logró levantarse de entre las cenizas, enfrentar los hechos, abrazar la espiritualidad y construir un camino de amor anteponiendo los derechos del niño por sobre todas las cosas.
Aquellos niños hoy son adultos. Karim (28) y Sharif (23) hicieron la carrera de Administración de Empresa en Europa; hoy viven en Jordania y trabajan en las empresas de la familia paterna. Sahira (27) estudió en Inglaterra Diseño Interior; hoy vive y trabaja en Dubai. El único que viajó una vez a Argentina fue Karim, pero nunca más volvió. No obstante, la conexión con su madre nunca se rompió gracias a los esfuerzos denodados de ella y sus incesantes viajes a Jordania o a Europa cuando estaban estudiando allí. “Hay como una cuestión muy leal al padre, pero eso es algo que no puedo resolver yo, sino que les corresponde a ellos. En la cultura musulmana existe una fidelidad muy clara al clan familiar. Entonces al ver tanta fidelidad tomé distancia, hoy soy la madre que espera que hagan el recorrido hacia mí. La última vez que estuve con ellos se los dejé muy claro”.
El perdón como camino constante
Es muy difícil ponerse en la piel de esta mujer y sentir ese dolor que corroe hasta las fibras más íntimas… ¿Se puede perdonar? Ella no duda y de inmediato responde: “Es un camino constante… Como seres humanos estamos excluyendo lo no bonito de la vida y esa exclusión trae dolor y sufrimiento porque la vida se hace con las dos polaridades: blanco/negro – luz/oscuridad – tristeza/alegría y tenemos que convivir con eso… Lo que pasó con Imad nos llevó a una explosión, una tragedia y eso fue en progresión. Con mi labor fueron apareciendo muchas complejidades: lo cultural, lo político, lo diplomático, lo judicial y en la medida en que los tomaba y no los excluía, tenía que resolver. Para decirlo más fácilmente, esto fue algo que me llevó mucho tiempo y aprendí que no se puede retirar lo no bonito, porque para la vida no hay bonito y no bonito, la vida es todo… Lo que rechazo o excluyo lo atraigo cada vez más”.
El encuentro con nuestras propias sombras
En el mismo sentido, opinó que en este tiempo de aislamiento social que estamos viviendo a raíz del COVID-19, “no nos queda más que incluir… Ahora nos estamos encontrando con todas nuestras sombras, con todo lo que negamos, con la cabeza que nos dice un montón de cosas, con un diálogo permanente con nosotros mismos, entonces también tenemos que elegir si seguir escapando o asumir lo que la vida nos trae”.
Para Gabriela la cuarentena “nos está enseñando a tener otra forma de vivir” y “la vida ha pasado a ser un derecho primordial”. Antes “hacíamos las cosas en automático, pero ahora todos estamos pidiendo vivir; fíjate que la vida empezó a estar en la mesa familiar, en la televisión, salís a tu balcón y respirás la vida, sentís el sol y es la vida, entonces creo que ahí sí va a empezar a haber una conciencia diferente”.
Aprender a disfrutarnos a nosotros mismos es otra posibilidad que señala como un gran regalo de esta cuarentena. “El COVID nos interpela a encontrarnos. ¿Y qué tal si fluimos con el destino y tomamos el destino como es? Cuando yo me apropié de esto, comenzó para otra cuarentena para mí y comencé a disfrutarme. Ahora me voy a acostar, me hago un bollito fetal y digo gracias por poder estar en la cama… la verdad es que estoy viviendo un momento de mucho agradecimiento porque la historia me ha llevado a mí. Por eso le digo a la gente que vuelvan a habitarse, que habiten sus emociones, que habiten su enemigo íntimo…”.
De todas maneras, Gabriela aclaró que no hay recetas universales y que “cada uno va a vivir este tiempo como lo tiene que vivir, con lo que le resuene a cada uno, con lo que cada uno pueda escuchar, con lo que le está pasando” y remarcó que lo que cada uno está viviendo es perfecto.
“Yo tuve que pasar por todo lo que pasé” y de nada sirve cuestionarme “¿y si no hubiera recorrido esa esquina, y si no hubiera dado la vuelta ahí, y si no hubiera escrito esa carta?… Hoy te puedo decir que todo lo que pasó fue perfecto, aún las noches más oscuras… Siempre digo que cuando parta de esta vida quiero haber cumplido con el propósito para el que vine. Los hijos son un mensajero de ese propósito, los hechos son un mensajero de ese propósito, tu pareja también, pero el viaje es con uno mismo, es hacia uno”. Sin lugar a dudas, el gran desafío personal es ser concientes y lanzarse a recorrer ese camino hacia nuestra casa interior…