La salud mental es un estado de bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedad. ¿Cuánto hacemos para lograr ese bienestar?; ¿Nos ocupamos de conectarnos con lo que nos pasa interiormente?; ¿Lo solucionamos o lo tapamos? En esta nota, el psiquiatra Sergio Almeida habla de los mitos, de las resistencias que aún arrastramos culturalmente y de la calidad de vida que podríamos alcanzar.
Por Claudia Cagigas
En gran parte del imaginario colectivo persiste la idea de que el psicólogo y, más aún, el psiquiatra es “cosa de locos”. El daño que produce este tipo de afirmaciones es terrible, porque se incrusta tan profundamente que, en muchos casos, se rechaza la ayuda que estos profesionales pueden brindar. Sin embargo, comienza a notarse cierta flexibilidad, aunque falta mucho camino por recorrer. Entrevistado en el programa EL ESPEJO (Radio Show Chajarí), el médico psiquiatra Sergio Almeida, reconoció esta situación, se refirió al daño que puede ocasionarnos el no mirar hacia adentro para solucionar nuestros problemas y peor aún, el riesgo de atentar contra la propia vida. En una nota propuesta por la agrupación SOS Vida Chajarí, que trabaja ad honorem en la prevención del suicidio y asistencia a víctimas, se refirió en los siguientes términos.
– ¿Qué significa estar sanos mentalmente?
– La OMS habla de que la salud es un estado de completo bienestar tanto físico, mental como social yno sólo la ausencia de enfermedad. Por otro lado, dice que la salud mental es un estado de bienestar en el cual el individuo es conciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y a su vez es capaz de hacer una contribución a su comunidad o a la sociedad.
Claro que afrontar las tensiones de la vida cotidiana es un verdadero desafío porque van variando constantemente, mucho más en la época en que nos tocó vivir. A esto le podemos sumar lo de la pandemia y la incertidumbre que genera. Entonces, constantemente están cambiando cosas a nuestro alrededor y en nuestro interior. Nuestra salud mental va en busca de ese equilibro.
Por otra parte, para quien está atravesando un padecimiento mental es muy difícil llevar adelante ciertas funciones, por lo que deberíamos ser cuidadosos a la hora de juzgar cómo se siente el otro y cómo está actuando.
La capacidad de realizar contribuciones a la comunidad como parte de la salud mental, apunta a los gestos solidarios porque la solidaridad aporta bienestar y felicidad. Cuando uno puede hacer algo por los otros, eso nos viene devuelto.
También las redes que construimos a nuestro alrededor contribuyen a la salud mental. Si esas redes están fuertes, tenemos más chances de tener estabilidad emocional.
– ¿Qué sucede cuando una persona no puede expresar sus emociones?
– Hablar de las emociones, de lo que nos pasa, de lo que sentimos, durante mucho tiempo fue tabú. Sin embargo, hoy se habla un poco más y me parece importante porque el expresar nuestras emociones es saludable. La meditación, el mindfulness, entre otras técnicas, ayudan a conocernos más y a armar estrategias para responder al afuera. En la medida que en la sociedad pongamos más en práctica ese tipo de estrategias, probablemente nos vaya mejor en la conexión con nosotros mismos y con los demás.
– ¿Qué diferencia hay entre emoción y sentimiento?
– Las emociones básicas son miedo, ira, tristeza, alegría y están presentes en todas las culturas. La emoción tiende a ser una respuesta neuroquímica frente a un estímulo. Por ejemplo, voy caminando por un campo, se mueve algo y hay una reacción: miedo. La respuesta es inconciente, la persona empieza a suponer, se activa todo un proceso neuroquímico y hormonal y nos preparemos automáticamente para la lucha o para la huida. En general, ese miedo tiene una corta duración.
En la medida en que vamos creciendo, las emociones comienzan a pasar por distintos filtros en nuestro cerebro, se empiezan a combinar con ciertos pensamientos y ahí ya hay un proceso cognitivo más complejo. Eso le va dando otro formato a la emoción y la va transformando en sentimiento. Por ejemplo, los sentimientos que vienen conectados con el miedo son la angustia, el pánico, las fobias, la aprehensión, el temor, la preocupación.
Los sentimientos son concientes y son más individuales porque dependen mucho de las situaciones que uno vivió y experimentó. Por ejemplo, la emoción es la tristeza y los sentimientos pueden ser depresión, soledad, pena, desconsuelo.
– ¿De qué manera una emoción como la tristeza puede transformarse en un estado depresivo?
– Si hablamos de tristeza y del sentimiento de depresión, si ese sentimiento persiste en el tiempo, se empiezan a sumar otros sentimientos como la anhedonia (incapacidad para sentir placer cuando antes sentía placer), alteraciones en el sueño, dificultades o cambios en la alimentación, cambios en el apetito sexual y en la autovaloración y una serie de síntomas más. Ahí estamos ante un estado depresivo o un episodio depresivo. Fijense como partimos de una emoción (tristeza), pasamos por sentimientos y si esos sentimientos persisten en el tiempo y se combinan aparecen los estados, por ejemplo, los estados o episodios depresivos.
– ¿Todas las enfermedades mentales tienen solución o tratamiento?
– Hoy existen tratamientos específicos para estas situaciones y se pueden hacer muchas cosas. Hay herramientas farmacológicas y numerosas terapias para revertir estas situaciones.
– ¿Sigue existiendo el temor a que la medicación psiquiátrica te va a “dopar” o causar un daño mayor?
– En general los fármacos que se usan para la depresión no tienen un efecto dopaminérgico, sí tienen un efecto serotoninérgico y noradrenérgico, con lo cual rompemos el mito de que voy a estar dopado. El médico busca mejorar la concentración de serotonina porque se ha visto que, en personas deprimidas, en general hay una reducción considerable en áreas específicas del cerebro. Entonces, con fármacos se incrementa la concentración de serotonina y puede mejorar muchísimo el cuadro depresivo.
Me toca hablar con pacientes que han estado pasando por estados depresivos muy graves y después, agradecen el poder estar haciendo un tratamiento porque les cambia radicalmente la calidad de vida.
– ¿Qué incidencia tienen las enfermedades mentales en los suicidios o intentos de suicidio?
– Los suicidios consumados o los intentos, en su mayoría parten de algunas de estas patologías. También hay otras enfermedades como las psicosis, las esquizofrenias que pueden llevar a esto. A veces un paciente esquizofrénico escucha una voz alucinatoria que le dice “tenés el diablo adentro, matate para solucionarlo”. Suena muy duro, pero sucede. Imaginénse la vivencia del paciente que pasa por esto y no lo puede solucionar. En general, las alusiones auditivas son muy claras y causan mucho padecimiento porque luchan con esa voz de comando que le dice claramente “andá y matate”.
Alrededor de un 10% de los pacientes con esquizofrenia tienen intentos de suicidios. Y otro gran factor de riesgo son las adicciones.
Afortunadamente todas las enfermedades mentales tienen un tratamiento específico, pero hay que estar abiertos a pedir y recibir ayuda. De esta manera no sólo podríamos mejorar nuestra calidad de vida, sino también salvar muchas vidas si llegáramos a tiempo. SOS Vida es un grupo de personas de Chajarí que, sin fines de lucro, intenta acercar ayuda y asesoramiento a aquellas personas o familiares que están pasando por este duro trance.