Por Cecilia Capovilla
“Hay situaciones complicadas y muy dolorosas en la vida de las personas, en las que uno llega a enojarse y a embroncarse consigo mismo, con personas lejanas o cercanas a nuestro entorno, o incluso con el mismo Dios. Mucha veces sentimos que, ante la pérdida de un ser querido, ante enfermedades, separaciones, Dios nos abandonó y esto va generando rispideces en nuestro corazón y en nuestra mente, por esto es tan importante trabajar el tema del perdón”, comenzó diciendo el Padre José Luis Aguilar, cura de la Parroquia de Teodelina, Provincia de Santa Fe, quien estuvo desarrollando un taller denominado “Del Perdón al amor” en Parroquia María Auxiliadora, con motivo de la novena parroquial.
“El perdón es una decisión que parte de la voluntad. Lo primero que tenemos que saber es que el perdón no es un sentimiento, no tengo que sentir compasión, lastima, o algún otro tipo de sentimiento para iniciar el camino del perdón. Visto desde los ojos de la fe, no sólo es una decisión psíquica, voluntaria, sino que es, ante todo, una gracia de Dios, que hay que pedirla. Más allá de que creas o no en Dios, hay que pedirle a la vida que nos de la posibilidad de mirar las situaciones dolorosas desde otro lugar, más comprensiva de tus propios límites y de los límites de los demás”, dijo el Padre Aguilar.
El rencor enferma
“Perdonar es el acto más egoísta que puede existir, porque el primer beneficiado es uno, y esto no es solo una cuestión espiritual, sino que está comprobado por las neurociencias que personas que guardan rencor se terminan enfermando, bajan las defensas en el organismo y son más propensas a enfermar”, afirmó.
Pero, ¿por qué nos enojamos? “El enojo es lógico, debe existir, hasta el mismo Jesús se enojó. Es parte del temperamento que Dios nos ha regalado. Pero hay que encausarlo, preguntarse ¿por qué me enojo?, ¿qué situaciones me enojan? Ahí se inicia todo un trabajo psicológico, espiritual, donde hay que buscar las causas y sanar lo que hay que sanar. La palabra de Dios en el capítulo 3 del libro de los Efesios dice: Enójense, pero sin llegar a pecar. Esto significa que hay un límite. El enojo es natural y hasta positivo, pero no debemos dejar que se transforme en nocivo”.
Hay que trabajar los enojos. Preguntarse, preguntarnos y encontrar los caminos de paz que nos lleven al perdón, por largo y dolorosos que sean. “Muchas veces se dice, en las relaciones de pareja, de amigos, en las familias, entre padres e hijos, dejamos la discusión para mañana, y ese mañana nunca llega, entonces la relación se pudre… Cuando dejas pasar el tiempo después ni sabes por qué fue la discusión. Lo único que sabes es que estas enojado y no te hablas más”, culminó diciendo el Padre José Luis Aguilar.