Por María Daniela Zanandrea
El Bicentenario de la Patria, celebrado en los años 2010 y 2016, con desfiles, discursos, revisionismo histórico y acalorados debates sobre presupuestos y cuestionadas autoridades ausentes o presentes, nos invita a reflexionar.
La celebración del Centenario-1910- incorporó la Educación Patriótica, como política de Estado dando a la Escuela Pública la misión de “formar los ciudadanos para la República” e implementó para una comunidad analfabeta la Pedagogía de las Estatuas y Monumentos con fechas patrias y próceres elegidos por la historia oficial, para transmitir patriotismo a través de los nombres de ciudades, escuelas, calles, plazas y billetes.
Hoy después de 100 años seguimos en acalorados debates sobre que caudillo tuvo la espada más larga, que estatuas bajamos y cuales subimos, y seguimos adoctrinando a través de la política oficial de turno, dejando pasar la oportunidad histórica de debatir y consensuar con que nuevos valores y de qué modo continuaremos con la misión de formar ciudadanos responsables y comprometidos para la República del Siglo XXI.
Cuenta una leyenda oriental…
Cuenta una leyenda oriental “que un hombre inventó el fuego y comenzó a recorrer los pueblos para enseñar el arte. Les mostró el valor de calentarse en invierno, de cocinar la comida, de cocer las vasijas. Y ellos aprendieron con entusiasmo. Apenas aprendieron, el inventor del arte fue a otro lugar, sin darles tiempo de agradecer, porque era un gran hombre. Desapareció, y fue enseñando en otras tierras. Los líderes, tomaron un retrato del hombre, lo pusieron en el altar y proclamaron en el pueblo la necesidad de venerarlo. Desarrollaron un ritual y toda una liturgia para la veneración de las herramientas y del inventor del arte del fuego. La veneración y la adoración se fueron perpetuando por décadas y décadas, siglos y siglos. Fue creciendo el número de adoradores y las normas de la celebración. A la vez que se iba extinguiendo el fuego”.
Creo que a los argentinos nos pasa algo similar con el patriotismo, veneramos hombres, símbolos, desarrollamos rituales y glosas, y toda una liturgia cívica en torno a la patria.
Nos convencimos de la necesidad del ritual para su transmisión y continuidad.
¿Qué es el patriotismo? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué valores transmite? ¿Dónde arde?
El fuego que inspiró a los patriotas a luchar por la libertad, la igualdad y la fraternidad. El fuego que hoy debería inspirarnos en la lucha por la democracia, el respeto por las instituciones, los propósitos de la Constitución, los derechos. La lucha contra la pobreza, la corrupción, la desunión, la falta de salud y educación digna.
Ojalá este Bicentenario, nos ayude a madurar, a reflexionar como Nación, a dejar de confiar que solo los símbolos y los rituales van a mantener vivo el fuego que nos haga valientes en la lucha diaria de la construcción de una patria más democrática, más republicana y más justa, convencidos que la Patria es la comunidad de ciudadanos.
Ojalá el camino de los 200 años, nos permita ver claramente de dónde venimos y sobre todo hacia dónde queremos ir, que Nación dejaremos a las nuevas generaciones.