Por Claudia Cagigas
“Mas vale un chirlo a tiempo”, dice el dicho popular… Pero, ¿qué hay de cierto en esta afirmación, naturalizada por muchos adultos a la hora de hablar de la educación de sus hijos?
“El chirlo educa para obedecer, no para pensar o reflexionar. Si en vez de darle un chirlo, al chico le quito un rato la bicicleta o el celular, ese rato le sirve para pensar y reflexionar por qué no tiene la bicicleta o el celular”, opina la psicóloga Silvia Urruzola, secretaria de Ciudadanía e Inclusión de la Municipalidad de Chajarí.
En el mismo sentido, explica que el castigo debe ser corto para que surta efecto. “Si le saco el celular por un mes, no sirve; porque buscará otras formas de suplirlo y, además, como adultos no vamos a poder sostener esa pena por tanto tiempo”, agregó. Los chicos tantean los límites permanentemente, nos prueban.
El tema es delicado y el equilibrio, como padres, cuesta.
Si bien el chirlo no es recomendable, la falta de límites tampoco. ¿Qué hacer entonces? “Poner límites a través de la palabra”, señala Urruzola. Sin embargo, esta actitud “cuesta, lleva tiempo, porque hay que explicar al niño y mantenernos firmes en lo dicho”. En cambio, “el chirlo es rápido y el no poner límites también”.
Si la violencia es una conducta aprendida en casa y es una problemática que crece en el mundo entero, ¿cómo nos estamos dirigiendo a nuestros hijos? ¿Qué estamos haciendo en casa? ¿Qué responsabilidad nos cabe como adultos en este mundo cada vez más violento?