“El puterío es un acto cruel, un goce sádico fundado en el dolor del otro. Está basado en un vínculo mortífero, destructivo. La prevención del suicidio necesita un replanteo ético por parte de la sociedad. Requiere transformar el puterío en preocupación por el semejante”. Sergio Luis Brodsky, psicólogo especialista en Prevención del Suicidio.
Por Sergio Luis Brodsky
“Hablar de ternura en estos tiempos de ferocidades, no es ninguna ingenuidad. Es un concepto profundamente político. Es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales que atraviesan nuestros mundos”.
He recorrido muchos pueblos y pequeñas ciudades que me han pedido charlas o intervenciones diversas, vinculadas a la prevención del suicidio. En casi todas emerge la dimensión del “puterío” o “chismerío” como una modalidad prevalente y destructiva del lazo social. Con una sonrisa entre pícara y resignada, los pobladores refieren este hecho, que naturalizan o descuentan como un aspecto casi esencial e incuestionable de la cultura popular: “Usted entienda: “pueblo chico, infierno grande” he oído decir. En una ocasión, en una pequeña ciudad en la que nos reunimos con los periodistas, en un taller cuyo objetivo era que tomen consciencia de los efectos imitativos y contagiosos de un tratamiento irresponsable de la noticia de los suicidios a través de los medios de comunicación, el llamado “efecto Werther”, uno de ellos, celular en mano, me interpeló del siguiente modo “dígame usted, qué respuesta les doy a los cientos de lectores de mi diario, que me preguntan por whatsapp intimidades del suicidio de X (justamente el día del taller se había registrado un suicidio), si es verdad que lo había dejado la mujer, si ella se había ido con otro, que estaba deprimido por eso etc, etc.”. Se me ocurrió decirle que podría preguntar a sus lectores, las motivaciones, el por qué querían conocer esos detalles. También que él, como periodista, era responsable de las consecuencias de una cobertura morbosa de la noticia.
En otra ocasión, me invitaron de un pueblo pequeño, de zona rural, de 800 habitantes a dar una charla sobre prevención del suicidio. Tres personas se habían quitado la vida en el período de un mes. Un pueblo sin futuro, sin esperanzas. Los jóvenes se envenenaban y anestesiaban con drogas ante la certeza de un destino sin horizontes. Una gran proporción de los adultos o no tenían trabajo o sus salarios eran tan bajos que vivían en la pobreza. La desesperanza había parido la violencia y la desesperación. Parecía que de allí todos querían irse. El encuentro fue en la escuela. Había invitado a toda la comunidad. Fueron muchas personas. Después de una introducción, se animaron a hablar de los desdichados vecinos. Se detuvieron especialmente en una mujer, de un poco más de 30 años. “Todos sabían” que el marido la engañaba, la golpeaba. Que ella había empezado a tomar. Que estaba deprimida. Aparecía con grandes anteojos para disimular las marcas del maltrato. Y en ese momento alguien reiteró la frase “acá todo se sabe, hay mucho puterío, todo el mundo habla, secretea sobre lo que les pasa a los otros”. Reflexioné un momento antes de preguntar si alguno se había ofrecido a escucharla, si le había preguntado que le pasaba, si la había invitado a tomar un mate para conversar, si le habían ofrecido acompañarla a denunciar los malos tratos, si le había ofrecido acompañarla a buscar ayuda al psicólogo… La respuesta fue un ominoso silencio.
El chismerío, o puterío es un tipo de relación o comunicación basado en habladurías. El objeto es un tercero que sufre alguna desdicha o desgracia. El puterío es un acto cruel, un goce sádico fundado en el dolor del otro. Está basado en un vínculo mortífero, destructivo. La prevención del suicidio necesita un replanteo ético por parte de la sociedad. Requiere transformar el puterío en preocupación por el semejante. Se sostiene en una ética de la solidaridad, de la empatía. Está ligada a la ternura y al amor. Exige que una comunidad interpele profundamente su relación con el odio, con la crueldad que deshumaniza, para hacer nacer las tendencias más nobles de lo humano.