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15 abril, 2021

De tendinitis, gorduras y disfonías. Crónicas para problematizar la escuela

El 2020 nos dejó el cuerpo cansado: los ojos cansados por las pantallas, tendinitis, contracturas, gorduras, disfonías. Escuelas que intentaron seguir desde la pantalla como si nada hubiera pasado. Maestros y maestras que se dieron cuenta que su trabajo es inmenso y necesario. Madres, padres, niños, niñas y jóvenes que también lo vieron… ¿Y si las escuelas se vuelven a cerrar?

Por Mariana Páez*

Volver a habitar el edificio escolar. Recuperar el encuentro en el aula, en los recreos. Alojar los miedos y hacer algo con ellos. Dar lugar a la incertidumbre. Rehabilitar (rehabitar) los cuerpos para que se hagan presentes y recuerden el acto sublime de conversar, de la cercanía. Darle permiso. Inventar nuevas maneras de coincidir, reincidir, discrepar, encontrarnos en lo parecido y en lo diferente.

El 2020 nos dejó el cuerpo cansado: los ojos cansados por las pantallas, tendinitis, contracturas, gorduras, disfonías. Escuelas que intentaron seguir desde la pantalla como si nada hubiera pasado. Maestros y maestras que se dieron cuenta que su trabajo es inmenso y necesario. Madres, padres, niños, niñas y jóvenes que también lo vieron. “Estoy emocionado de volver profe”, dice un pibe de la secundaria.

El cuerpo es el gran protagonista. El cuerpo como territorio subjetivo donde mi mundo se encuentra con otros mundos. Donde acontece la emoción. Donde el afuera se pliega en mí y yo me expando a lo colectivo. Desde aquí aprendo, hago preguntas, vibro, me propago, me retraigo, transformo. Hago la realidad.

Mi naturaleza mamífera me lleva a reconectar una y mil veces con otras epidermis. Es inviable la vida humana sin esa cercanía. Sin esas otras personas que conecten con mi órgano más extenso: la piel. Esa membrana que me protege y a la vez me comunica. Por ella ingresó parte de mi historia hecha de caricias y violencias. Por ella salen mis nuevas versiones. Están ancladas allí las palabras que me han dicho. Las miradas que recibí, las que ando buscando. Y mi cobertura es felizmente porosa y conoce el mecanismo de la descamación celular. Tiene la capacidad de renovarse permanentemente.

El cuerpo cuando se interrumpe se rompe. Se lastima. Se enferma. Se llena de espacios incomunicados. Las escuelas virtuales, que por un lado permitieron sostener el derecho a la educación, el vínculo imprescindible para que la transmisión tenga oportunidad, también quitaron -quitamos- al cuerpo su lugar preponderante. ¿Le quitaron el lugar ahora o ya se lo habían quitado desde hace rato?

Es imposible andar sin cuerpo. Sin embargo, tenemos por costumbre conectar con él de manera fragmentada convocando a sus partes escindidas: lo espiritual, lo biológico, lo intelectual, lo afectivo. Son pocas las experiencias holísticas, integradoras que ofrece la vida actual. Y la escuela tiene ese potencial en algunos de sus rincones: en los recreos, en la entrada y salida, en los talleres de educación sexual integral.

¿Y si las escuelas se vuelven a cerrar? El cuerpo, la afectividad, el conmoverse siguen vigentes, más vigentes quizás. Hemos intentado pasar del aula a la pantalla sin saber cómo. Insistiendo en el formato de clase conocido hasta el 2019. Ahora hemos experimentado que no da igual. Que el cuerpo reclama presencia siempre, incluso en contextos de virtualidad, de otra manera, se enferma. Que la comunicación en el aula virtual o en la “real” son muy distintas y necesitamos problematizarlas. Que la forma del mundo cambió y mantener las estructuras de antes es tensionar, resistir, evitar la vida.

En uno de los encuentros esporádicos que vamos teniendo por estos días, conversamos en torno a las interrupciones que venimos experimentando. Luego de jugar en ronda, nos detuvimos en la importancia de unir el decir, el hacer, el pensar y el sentir. Al terminar, un pibe dice: “Profe, creo que falta algo más para unir: el escuchar y también el imaginar”.

*Dra. en Ciencias Sociales, tallerista ESI Escuela Normal de Paraná, docente UADER, autora del libro “ESI, talleres de cuerpo en juego”, Ed. La Hendija / marianapaez71@outlook.com