Por Claudia Cagigas
Patricia tenía 24 años cuando ingresó a un grupo que ella llama “Umbanda”, porque su vida no iba nada bien. Se había separado de su esposo luego de nun largo camino de penurias que había comenzado de muy pequeña, cuando junto a su familia revolvía la basura para comer y rescatar objetos. Patricia es de Chajarí. Su vida transcurría en el basural a cielo abierto, en aquellos años en que aún no existía la Planta de Tratamiento de Residuos y muchas familias vivían de lo que allí tomaban. Las drogas pronto aparecieron en su camino y a partir de ahí el infierno mismo.
“Entré a un grupo Umbanda por curiosidad. Yo me preguntaba ¿existe el diablo? Y sí… te puedo asegurar que existe”, aseguró.
La casa de Patricia se ubica en un barrio de la periferia de Chajarí. Cerquita nomás funcionaba este grupo. ¿Qué se hacía, cómo operaban? Ella misma lo explica.
“La magia blanca trabaja en un nivel no profundo: sacrificios de animales, ofrendas. La magia negra va a un nivel más allá, hasta llegar al sacrificio de personas. Nosotros estaban en la línea blanca, pero con sacrificio de animales. Se trabajaba los martes a partir de las 0 horas. Y los viernes a partir de las 0 horas. Al martes le llaman el Día de los Brujos”, contó.
Durante seis meses estuvo en este grupo Umbanda. “Salí porque fue tremendo, viví muchas cosas horribles”, recordó con un espanto incontenible que aún perduran en sus recuerdos.
“Cada grupo tiene su pai o su mai, ellos son los que más trabajan. El resto acompañábamos a presentar las ofrendas en las esquinas haciendo cruz; se dejaban cigarrillos, bebidas finas, lechón asado, todo decorado. Son ofrendas al diablo, son invocaciones a espíritus”.
Además de las ofrendas, Patricia contó que se hacen rituales en el monte, a la noche, para pedir diferentes cosas al demonio. “El pai presenta los sacrificios y se enfrenta al diablo en el monte a oscuras. Ahí curan para bien (pero no lo creo) y también hacen cosas para el mal”. Todo por encargo, claro.
¿Cómo es el ritual? La mujer explicó que “el pai pide directamente al diablo y el diablo se manifiesta en una sombra”. En el mismo sentido y aún con ojos aterrorizados, relató: “Yo fui dos veces y la primera me desvanecí al ver una sombra que lo levantaba y lo tiraba. El pai arañaba para salir del campo alambrado pero el diablo no lo dejaba. Había un mantel rojo con velas rojas y negras. El tenía que apagar las velas, tenía que llegar y cumplir con eso, pero el diablo no lo dejaba. Apagar las velas quería decir que el sacrificio ya estaba hecho y se cumpliría el pedido. Es un sacrificio porque el hombre terminaba golpeado, arañado al querer disparar en el medio de las ramas”.
Por estos trabajos se cobra muy bien y no es necesario que quien encarga el daño esté presente. Con pagar alcanza.
En el grupo donde Patricia estaba eran unas 25 personas. Cuanto más gente mejor, “porque el pai busca almas para su señor. Su alma le pertenece al diablo, luego le va pidiendo lo más cercano: su madre, sus hijos… se los saca…Hay una persona cercana a mí que entregó su madre y su madre murió reventando, de su cuerpo salían gusanos, los médicos no sabían que era…. Yo lo vi. Sin ir más lejos, esa misma persona entregó a su hermano y le pegaron un balazo en el corazón”, sostuvo.
Salir del grupo no fue nada fácil. “Sentía mucho temor, me amenazaban, me perseguían, tenía sueños horribles y me pasaron cosas muy feas cuando nació mi bebé. Me liberaron en Concordia. Fue horrible… mi cuerpo se elevaba a una altura tremenda mientras muchos pastores oraban por mi… oraban y mi cuerpo se caía, yo me sentía dentro de un tubito oscuro que no me dejaba respirar. Hasta que vi salir un hombre de adentro mío. Sentí un dolor tremendo, sentí que se me rompía la carne y recién pude descansar cuando salió. Todos lo vieron. Ese hombre se transformó en un pájaro y voló. Recién ahí sentí que era yo nuevamente, recién ahí pude sentirme bien. Yo estuve tan mal que llegué a comer bichos”.
Según Patricia no todos los integrantes del grupo tuvieron la misma suerte, ya que varios quisieron retirarse y no pudieron. “No te amenazan ni nada, pero el tema es que trabajan contra vos, empezás a sentirte mal, depresión, sueños horribles, querés quitarte la vida y entonces querés volver porque pensás que allí te sentías mejor”.
En Chajarí hay muchos grupos umbandas que operan en todos los barrios y con gente de todos los sectores sociales.
¿Qué rédito puede obtener la gente que integra estos grupos? “Creen que van a tener todo y no les va a faltar nada. Pero no se dan cuenta que se le enferma el hijo, que no saben que tiene aquel… Acá en Chajari hay muchos grupos umbanda, hay en todos lados. ¿Por qué? Porque es más fácil, porque no quieren caminar como Dios quiere. Son vecinos que te lo encontrás en el mercado, que no te imaginás”.
El cementerio es otro punto elegido para estas prácticas. Según Patricia, “en los cementerios trabajan las pompashiras”. ¿Qué buscan allí? “Lo mismo que en el monte. Del cementerio sacan tierra, rosas, flores que hayan estado ahí ya marchitándose y con eso preparan perfumes para atraer a los hombres, por ejemplo. No te imaginás cómo se venden esos perfumitos, enciman salen muy caros! Se preparan 20 o 30 cada noche y se venden todos! No sé si tiene tanto poder o es la fe de esas personas…”
¿Cómo son las personas que encargan esos trabajos? “Tienen su hogar destruido, viven a las peleas, con engaños, están juntos por estar, piensan que con eso van a tener a la mujer o al hombre y no se dan cuenta que con eso van de peor en peor”.
¿Llega el mal si uno esta fortalecido, llega el mal si uno no cree en estas cosas? Patricia recordó que “un día estaba en la casa del pai y apareció una señora con la foto del marido. Le pedía que le cobre lo que quiera a cambio de que en 24 horas el marido esté con ella nuevamente. El pai le dijo que no podía hacer nada porque ese era un hijo de Dios, que caminaba como un hijo de Dios y no lo podía tocar. Eso encendió mi mente. Y me dije ¿qué hago acá entonces?”
Apartada ya de este tipo de prácticas, Patricia hoy forma parte de una Iglesia Evangélica. La guía la fe en Dios, se siente protegida por la oración y confiesa que se tiene que cuidar muchísimo para no recaer. “Ahora estoy segura porque sé que si obedezco a Dios no me tocan. Si me olvido de esto, sé lo que me espera”.
Así operan, así se manejan los grupos umbandas en Chajarí…
Nota: las fotos son solo ilustrativas.
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