Por Marisa Domínguez
Desde que éramos niños crecimos bajo la influencia de cuentos infantiles o novelas donde los opuestos siempre se atraen. La bella y la bestia, la cenicienta y el príncipe, la chica que se enamora del hombre que pertenece a otra clase social, son solo algunos ejemplos. Sin embargo, la pregunta latente siempre es: ¿Es verdad que los opuestos se atraen? Y en tal caso: ¿Cómo se lucha para sostener esa atracción con el paso del tiempo?
Una respuesta a estas preguntas es el testimonio que Martin Luggren y Vanina Dell Orto brindaron en el programa El Espejo, el pasado sábado 8 de octubre; cuando sin temor narraron el difícil proceso que fue aceptarse y cambiar por el otro, una vez que la etapa de la conquista y enamoramiento inicial terminó.
Hoy son un matrimonio consolidado, con un amor rejuvenecido y una familia con niños que aguardan su regreso al hogar; pero esto no siempre fue así.
Martin Luggren, una persona que se describe como antisocial, que le costaba mucho interactuar con el afuera al punto tal de provocarle descomposturas físicas, asegura haber cambiado gracias a la Renovación Carismática. Por eso tomó la posta de la palabra y comenzó narrando. “Yo creía que no tenía ningún problema, creía que los demás se tenían que adaptar a mí… El noviazgo comenzó de la mejor manera, pero cuando la primera parte pasó empezaron a salir las personalidades de cada uno. Yo era antisocial por completo y el destino quiso que me enamore de una persona que era lo opuesto, súper social y dada. Esta diferencia se acentuaba cada vez más. Ella tiene una familia que se reúne seguido, que festeja los cumpleaños, tiene su grupo de amigas y para mi tener que ser parte de esas reuniones se transformaba en una tortura”.
El entrevistado reconoció que en cada reunión o evento social trataba de adueñarse de su pareja. “Yo quería que ella sienta lo que yo sentía, quería tomarla como mi tabla de salvación y que experimente mi angustia, quería aislarla impidiéndole que comparta con los suyos… Me sentía inseguro, creía que lo que podía decir era una pavada, que sería juzgado, me parecía que mi voz sonaba mal o que me iba a trabar al hablar y solo pensaba en irme, porque no asumía que tenía un problema”, describió.
Por su parte, Vanina Dell Orto aseguró que ella intentó resistir, pero el sufrimiento era grande, “la mochila se hizo muy pesada, al principio me iba con él cuando lo veía con cara larga porque sabía que estaba sufriendo y pasándola mal. Pero un día me planteé que no era eso lo quería para mi vida, porque me estaba perdiendo de disfrutar hasta de mi familia y ahí se tornó insostenible”.
Las peleas no tardaron en aparecer y las discusiones se hicieron más frecuentes e intensas. Luego sobrevino una separación –todavía eran novios-, volvieron a estar juntos y nuevamente aparecieron los problemas de siempre. Intentaron continuar apostando al amor, se fueron a vivir juntos y al tiempo decidieron traer al mundo a su primer, Thiago.
Thiago nació con un problema que demandó una operación antes de los seis meses de vida. “Cuando los miedos te invaden, uno busca contención; entonces me iba a la Capilla de Adoración y caí en una misa carismática”, contó Vanina. Fue éste su primer acercamiento a la Renovación Carismática y se sintió plenamente atraída desde el primer instante. Por su parte, Martín sentía intriga por lo que sucedía en esas misas, pero su orgullo le permitía preguntar. Tiempo después y por insistencia de un familiar, comenzaron a ir juntos a un grupo de oración. “Al principio me costó, no sabía que hacia ahí, no me podía concentrar, pero fue tanto lo que fue sanando el Señor que me empecé a aliviar y a encontrar paz”, agregó Martín.
Los días se subsiguieron. Martín y Vanina comenzaron a notar que aquella vida traumática que experimentaban se revertía poco a poco. Los problemas no desaparecían, pero su bienestar interior los llevaba a plantearse todo de otra manera, aunque aún quedaba mucho por sanar en ellos.
El broche de oro de esta historia fue el casamiento. Vanina cuenta que al tomar la decisión, sintieron mucha paz interior. Tanto había sido el cambio, que Martín – aquella persona antisocial e insegura que evitaba todo evento social-, fue quien se encargó de organizar la fiesta sin olvidar el sentido: el sacramento del matrimonio.
Hoy los problemas continúan, como en toda pareja, pero la situación se modificó rotundamente. “Ahora es la inversa en todo, él es quien organiza los eventos y además sentimos que el intercambio de opiniones está enfocado a la construcción, no a la destrucción de la pareja”.
A modo de mensaje final, Martín subrayó: “Cada uno es libre de elegir, pero tenemos que saber que solos no podemos, que necesitamos de otro que pueda y sepa cómo ayudarnos. Creo que Dios valoró el esfuerzo de ir a los grupos aún sin tener muchas ganas, de perseverar sobre todas las cosas. Hoy integramos diversos grupos de oración y uno percibe una hermandad, una comunidad en la que se siente seguro. Y que más decir, nuestra vida cambió por completo para bien”.
Dos claros relatos que demuestra que cuando los opuestos se atraen, se puede encontrar una forma de luchar para sostener esa atracción con el paso del tiempo.