Soledad Barruti advierte sobre sobre góndolas en los supermercados llenas de cosas que simulan ser comida; sobre la falta de políticas públicas que ayuden a pensar nuestra comida; sobre el reemplazo de la agricultura por el agronegocio y sobre el debate que nos debemos acerca de si realmente queremos esta forma de producción.
Por Claudia Cagigas
Malcomidos y Mala Leche son libros de la periodista Soledad Barruti, donde denuncia al sistema alimentario mundial; un sistema que reemplazó la agricultura por el agronegocio, que fabrica comida que simula ser comida, que nos enferma en lugar de alimentarnos. Entrevistada en el programa EL ESPEJO (Radio Show Chajarí), Soledad Barruti indicó que “estamos atravesando una crisis severa en todo el mundo y en nuestro país también. Entonces las personas comen lo que pueden, de la manera que pueden, van al supermercado a buscar sus ofertas y lo que encuentran son productos malísimos para su salud. Como no tenemos políticas públicas que nos ayuden a pensar nuestra comida la información que circula es escasa y confusa y está puesta para crear hábitos que correspondan a los intereses de las marcas más que para guiar a las personas a una alimentación más adecuada”.
– ¿Cómo estamos comiendo los argentinos?
– Estamos comiendo muy mal y el estado general de la salud de la población es muy malo relacionado con la alimentación… En las casas hay más paquetes, las personas dejaron de comer comida y ocuparon ese lugar con paquetes que van comiendo, que van horadando su salud y van generando una dependencia a determinado productos que no alimentan. En la alacena encontrás cosas que están ensambladas como comidas, que tienen hasta fotos de comidas, pero cuando lees los ingredientes te das cuenta que son maquillaje, aditivos, harinas, aceites de pésima calidad y ese es el principal problema que hay.
– ¿Cómo evolucionó la producción de alimentos a lo largo del tiempo?
– La cuestión alimentaria lejos de acercarse a la idea de hacer mejores alimentos es un negocio que se dedica a vender lo más posible y al mismo tiempo genera un sistema donde se produzca mucha cantidad, en el menor espacio posible y en el menor tiempo posible.
Recordemos que lo que se comen son plantas y animales que tienen sus lógicas y dinámicas biológicas que no se corresponden con esto de multiplicar su productividad. Entonces, para hacer que las plantas y los animales crezcan rápidamente, se incorporan elementos que antes no estaban en la vida de esos animales o plantas. Por ejemplo, a los pollos se los encierra en un espacio pequeño para que caminen lo menos posible y que coman lo más posible. Se diseñan razas de animales para que super desarrollen partes de su cuerpo que naturalmente no lo harían. Naturalmente un pollo es un animal que se para en sus dos patas y camina, pero hoy en día los pollos –de los criaderos- no se paran en sus dos patas, se caen hacia adelante porque tienen super desarrollada su pechuga y su cuerpo crece desproporcionado, al punto tal que los órganos le estallan por dentro, los huesos se les doblan y van resistiendo los días que hacen falta para terminar en el matadero.
El lugar donde viven estos animales es inmundo, asqueroso, están hacinados y la única forma que resistan es medicándolos. Entonces, en esas producciones se utilizan una cantidad de remedios, que hacen que nuestra salud no solo esté en jaque por consumir esas carnes sino también por tener los efectos de usar remedios para humanos en un negocio que produce animales a gran escala y en forma crónica.
– ¿Qué remedios para humanos se usan en la cría de animales?
– Los antibióticos por ejemplos. Y éstos terminan en microdosis en nuestro cuerpo y también en las aguas. Se hizo un trabajo muy interesante en las aguas del Paraná y están llenas de antibióticos y agroquímicos. Pero, además, las bacterias que están viviendo en esos animales van comiendo los antibióticos, se van poniendo muy fuertes, entonces, si después necesitás un antibiótico los patógenos que te enferman ya aprendieron a vivir con esos antibióticos y dejan de tener efectos. En los hospitales el gran problema que hoy tienen es la resistencia bacteriana a los antibióticos.
– ¿Por qué decís que a medida que fuiste investigando la producción de alimentos te adentraste en el mundo del horror?
– En los lugares donde se crían masivamente animales ves escenas muy perturbadoras que se asemejan mucho a los campos de concentración. Pollos deformados que no pueden pararse; cerdos hacinados, madres en jaulas del tamaño de sus propios cuerpos y cuando los cerditos nacen se les arrancan los colmillos y se les amputan las colas para que no se coman entre sí. Algo similar se hace con las gallinas porque si están encerradas todas juntas se empiezan a comer.
Lo que sucede con las vacas lecheras también es siniestro: animales portando ubres más grandes de lo que pueden, y que terminan arrastrando por el suelo… Los animales no son cosas, ves sus expresiones de dolor y eso se replica… y hay una especie de velo emocional, de anulación de la sensibilidad que requiere este sistema para seguir funcionando. Este sistema no quiere que nos detengamos a pensar. Están torturando sistemáticamente animales para producir más cantidad de cosas cada vez peores…
– ¿Qué diferencia hay entre agricultura y agronegocio?
– La agricultura tiene en cuenta el balance ecológico, es un estilo de vida y de producción que no tiene como último fin hacer negocios arrasando con todo. El agronegocio es hacer negocios con la agricultura. La diferencia entre tener la palabra cultura y tener la palabra negocio ha hecho un cambio radical en el paradigma que nos sostiene como humanidad en la producción.
Las tomateras o los frutillares están en lugares donde antes se hacían fiestas en los pueblos y hoy en día son espacios donde se usan unos 30 venenos, donde la gente se enferma de cáncer, donde se sacan un montón de frutillas y a los productores les paga nada y que después sobrevenden con un agregado del 1000% y todo ese escenario horrible también es algo que cae en nuestra alimentación.
Con las plantas el sistema también ejerce violencia, pero las personas que trabajan en esos lugares están viviendo bajo el envenenamiento permanente de un sistema monstruoso y el empobrecimiento, porque este sistema no solamente envenena, además no da trabajo digno y no paga como corresponde a esos productores.
El agronegocio es suicida, es violento, mata, genera daños, genera riquezas que son lo más cortoplacistas que podemos pensar como humanidad. Se sostienen en la idea de que el mundo es infinito y eso es mentira: los recursos de la tierra, la pureza del agua, el aire que respiramos tiene un límite que está cada vez más cerca.
– ¿Advertís alguna posibilidad de parar esto?
– Como sociedad tenemos la obligación de preguntarnos ¿esto es lo que queremos? Porque si me decís que estamos en el mejor momento de nuestras vidas, que la humanidad nunca estuvo mejor, entonces sería fantástico. Pero no es verdad, estamos generando una extinción masiva de la vida que no se ve desde la última caída de asteroides que produjo la extinción de los dinosaurios. Estamos viviendo cifras de hambre espeluznante en todo el mundo y no es porque disminuyó la producción, sino porque la gente tiene cada vez menos plata por la pobreza que genera este sistema y que afecta a una gran cantidad de gente.
Ahora están quemando el Delta y los humedales de Paraná para lograr mejores pastos para tener más vacas. ¿Eso es desarrollo? Eso, que no va a dejar ni un lugarcito para que las aves migratorias vayan y reposen ¿es futuro? Ahí están las reservas de agua dulce más importante. ¿Quemar eso para tener más vacas es futuro? No, no lo es. Entonces debemos plantearnos ese tipo de debates.