Luz Bellorini tiene una estatura de 1,50 metros y pesaba 102 kilos. Su salud estaba en riesgo. En 2014 tomó la iniciativa de operarse porque no podía soportar más la situación. En el programa EL ESPEJO contó su historia de vida, que a continuación compartimos.

Por Claudia Cagigas
El día a día de una persona con obesidad mórbida es inimaginable para quienes no la padecen. A los problemas de salud vinculados por el excesivo peso (dificultades para respirar, hipertensión arterial, diabetes, problemas cardiológicos, problemas articulares, entre otros tantos), se suman cuestiones de la vida cotidiana tan simples como no poder darse vuelta en la cama cuando están dormidos, no poder atarse los cordones, no encontrar ropa acorde, tener miedo a caerse y no poder recibir ayuda, sólo por citar solo algunos ejemplos.
En 2014 Luz Bellorini pesaba 102 kilos y medía 1,50 metro de altura. Se sentía desesperada, “había tocado fondo, no podía soportar más… Estudiaba, tenía una familia, no había tiempo para la actividad física. Fue como una explosión de gordura, tenía la cara tirante, colorada, hinchada, todo el cuerpo hinchado, era imponente, algo que no puedo explicar”, recordó.
En ese entonces, una compañera se sometió a una cirugía bariátrica -achicamiento de estómago- y al ver los resultados, Luz se animó a intentar el mismo camino. Le pidió información, agendó teléfonos, llamó al Sanatorio Adventista del Plata y acordó un turno con un médico cirujano del Equipo de Cirugía Bariátrica.
Ocho años atrás llegó a su primera entrevista, totalmente decidida. “El cirujano me preguntó por qué me quería operar y le dije que no quería ser más gorda, que no me sentía bien. Me respondió que no era tan fácil, entonces buscó una hoja en su escritorio, comenzó a explicarme de qué se trataba la operación, me anotó los pasos que debía seguir y luego hizo otra lista con los especialistas que debía consultar. Me dijo que vuelva cuando todos esos especialistas me hayan dado el alta y me hayan dicho que estaba apta para la cirugía”.
Un largo camino se dibujaba, donde había que consultar nutróloga, nutricionista, psiquiatra, psicóloga, endocrinóloga, médica clínica… Entonces comenzó a coordinar turnos y a viajar una vez al mes a Villa Libertador General San Martín para cumplir con todos los requisitos.
Someterse a una cirugía bariátrica es mucho que entrar al quirófano para achicarse el estómago. Previamente debía bajar al menos unos diez kilos, aprender nuevos hábitos de alimentación, buscar factores emocionales que pudieran incidir en su obesidad, realizar análisis clínicos para detectar posibles enfermedades asociadas… Con todo eso cumplió y tuvo suerte: si bien los valores estaban al límite, no había ninguna enfermedad declarada (sólo la obesidad) y lo demás se podría retraer con el descenso de peso.
La cirugía bariátrica
Una vez que cumplió con todos los requisitos y obtuvo el visto bueno de todos los especialistas del Equipo de Cirugía Bariátrica del Sanatorio Adventista del Plata, Luz Bellorini se sometió a la operación. Su obra social, IOSPER, la reconoció al ciento por ciento porque había pruebas suficientes de que no se trataba de una cuestión estética sino de salud.
“A mí me achicaron el estómago. Cuando me operaron no me cortaron, sino que me hicieron una laparoscopía. Ingresaron por cuatro puntos (dos de cada lado) y engramparon parte del estómago dejándome en funcionamiento menos de la mitad”, contó en el programa EL ESPEJO (Radio Show Chajarí).
La recuperación fue rápida, el descenso de peso también, pero en todo este proceso el apoyo de su familia fue fundamental. Luz sabe que su obesidad es un riesgo latente de por vida, que no puede bajar la guardia ni perder los hábitos de alimentación adquiridos y que tampoco debe descuidar la actividad física para no recaer.
Los cambios luego de la cirugía
Hoy, con su estómago más pequeño, la capacidad de ingerir alimentos es mucho menor y si se excede, de inmediato se siente muy mal. “Siento que me ahogo, empiezo a salivar, a transpirar y ni siquiera me entra el agua, es horrible”.
Con el descenso de peso, una nueva vida llegó. “Comencé a mirarme al espejo, comencé a mirar vidrieras -cosa que antes no hacía porque nunca había nada para mi- y empecé a preguntarme cómo me iba a vestir, qué estilo iba a adoptar”.
Lo cierto es que, de 102 kilos, Luz llegó a pesar 50 kilos. Pero en ese peso no se reconocía, entonces charló con su nutricionista para llegar a los 55 o 60 kilos y así lo hizo. Según dice, hoy tiene unos kilos demás y sabe que tiene que comenzar a trabajar en eso.
Compartimos esta historia para que ayude a trabajar en la prevención. La obesidad es una enfermedad y el impacto que tiene sobre la salud integral es tremendo. Someterse a una cirugía bariátrica no es fácil y es el último recurso cuando todas las otras alternativas han fracasado. De todas maneras, no hay soluciones mágicas. Ninguna cirugía es efectiva si el paciente no decide reorganizar su vida y abrazar hábitos de vida saludables relacionados con la alimentación, la actividad física, el descanso, el manejo del estrés y otras cuestiones de la vida cotidiana.