Esta es la historia de Olga Brambilla, una maestra rural de la zona de Chajarí, detenida en épocas de la dictadura militar, cuando muchos pensaban que acá no pasaba nada.

Por Claudia Cagigas
“Hola Claudio… Te puedo decir que aunque pasaron ya tantos años de ese 76 y los años siguientes de la dictadura, hay muchos recuerdos bien grabados y es como si hubiera pasado ayer. Es bastante doloroso recordar, fueron momentos de grandes emociones, de pérdida que no pudimos llorar en su tiempo porque había que seguir adelante y que hoy vuelven con el trabajo de Antropología Forense (que siempre están identificando a los que no se sabía dónde estaban). Como pasó el año pasado cuando fue el entierro de Leli Savoy, en Gualeguaychú. Fuimos a acompañar a Graciela, su hermana, que vivió con nosotros en La Florida y daba clases en la secundaria de Santa Ana. Graciela fue la que me dio la plata para irme del país cuando, después de siete meses de salir en libertad, tuve noticias de mi marido y fui a encontrarlo a Brasil”.
Así comienza su relato Olga Brambilla, la Señorita Olga, una docente de Chajarí que, en tiempos de la última dictadura militar, fue presa política y huyó del país en 1977 para finalmente radicarse en Montreal, Canadá. Estas palabras están contenidas en cartas que en 2016 intercambió con Claudio Hermosa -Profesor de Historia local-, contándole parte de esa historia, para que conozcamos lo que pasaba en Chajarí cuando se creía que aquí no pasaba nada.
“Yo fui maestra en escuelas desfavorables y alejadas del radio urbano; integrante del Movimiento Rural de Maestros y de las Ligas Agrarias. Estuve en el sindicato AGMER con Cristina Clement… Estuve presa desde el 25 de marzo de 1976 hasta el 11 de febrero de 1977 en Chajarí, en Concepción del Uruguay y Paraná. Salí del país en septiembre de 1977 y regresé en 1983. Ahí me incorporaron de nuevo al trabajo en la Escuela 21 de Santa María y después en la Escuela 40 hasta 1989, que nos volvimos a Canadá”.
El motivo
A Olga Brambilla la detuvieron por integrar el Movimiento de Maestros Rurales y las Ligas Agrarias; ella pretendía entender la situación de los campesinos y ayudar. “Nosotras seguíamos acompañando a las Ligas en las colonias de Chajarí. Me acuerdo cuando nos reunimos en San Pedro para sacar el costo de producción de la fruta. Ahí yo también aprendí cómo se sacaba, que había que poner el desgaste del tractor, de la tierra y veíamos que lo que les pagaban por la fruta no alcanzaba a cubrir los gastos. Viendo esa realidad, no podía decir NO cuando ellos me invitaban a manifestar para pedir mejor precio. Pero nos mandaban la Policía a corrernos y junto a la Policía había gente de civil a quienes les molestaba que se reclamara y allí se confeccionaron las listas de los que estábamos”

La detención.
“Me detuvieron los militares del RCTan 7… También detuvieron a mi prima Otilia Tonina y nos llevaron en un auto particular, primero, al Regimiento y luego a la Policía (de Chajarí) donde nos separaron, en los calabozos que dan a un patio chico, cerca de la cocina. La primera noche estuve en una oficina que estaba en la esquina. Ahora creo que hay una puerta que da a la calle, no me podía casi mover, me dieron un espacio de cinco baldosas por cinco baldosas y un soldado con fusil al lado. Después pude ver que había otros cuando estuve en ese calabozo y nos sacaban a comer juntos al patio. Nuestra amiga Graciela Savoy –de Gualguaychú- fue liberada al día siguiente que nos apresaron. También varios de Federación. Quita Rollano, Daniel Rollano, Lacuadra, Beltramini, Laureano Machado. Todos ellos estaban en la Juventud Peronista de Federación, de la cual Otilia y yo éramos parte”. Olga Brambilla también cita en al mismo grupo de detenidos por la Policía de Chajarí a “Yvan Dufey, Lucilo Dimier” y no descarta que haya habido otros que no recuerda.
“Cuando nos detienen dicen: usted está a disposición del Poder Ejecutivo, por orden de la Junta que tomó el poder. Nada más”.
“En Chajarí estuvimos una semana a diez días. Después nos trasladaron en un cole verde hasta Concordia, donde con otra mujer, Mirta González, nos llevaron a Concepción del Uruguay. Los varones fueron en cole junto a los presos de Concordia. En Uruguay, después de un tiempo, nos llevaron a la UP6, la cárcel de mujeres. Nunca me acusaron de nada y solo fui interrogada, encapuchada, una vez, poco tiempo antes de darme libertad”.
“A mí no me torturaron, pero sí vi a mis compañeras torturadas volver al pabellón y cada vez que sonaba el timbre de la cárcel, nos quedábamos inmóviles, esperando a quién llevarían esa vez, hasta que la carcelera llegaba y decía “fulanita, prepárese que la vinieron a buscar”. Esa no es tortura física pero sí psicológica y creo que física también, porque es un dolor ver salir alguien a quien van a torturar y no poder hacer nada”.
La LIBERTAD
Olga Brambilla rememora el día de la libertad y escribe LIBERDAD así, con mayúsculas… “Me acuerdo todo, el dolor de dejar a mis compañeras, el dolor de enfrentar el afuera sin trabajo, no saber de mi marido (yo me había casado el 22 de febrero del 76 en Méjico). También la alegría de llegar a las 2 de la madrugada a mi casa y encontrar un montón de gente esperándome, gente de Colonia La Florida (mis vecinos queridos), mis vecinos del barrio, la otra Olga Brambilla, toda mi familia, hasta mis sobrinos, los olores llenaban de nuevo mis pulmones y lo que pedí era tomar un vaso de vino blanco, que junto a las emociones hicieron que al día siguiente tenga un fuerte dolor de cabeza”.
El exilio
El exilio de Olga fue también duro. “Estuvimos en París, donde con un cura que ahora vive en Cerdeña, hacíamos las listas de desaparecidos para presentarlas en Ginebra. Leíamos testimonios que nos pasaban desde Amnesty Internacional o de la ONU, que venían de familias del país y llorábamos juntos”. Todo eso era “para sacar uno o dos nombres, pero no podíamos dejar de leer todo. También organizábamos galas con artistas que colaboraban, como el Cuarteto Cedrón y Paco Ibañez, para juntar dinero que se mandaba a los familiares de presos para que viajen a verlos”.
Olga se resistía a aprender el francés, porque añoraba volver a Argentina… Pero un día hizo un esfuerzo y se inscribió en un curso. “Allí vi la nieve por primera vez. Nunca entré al Louvre (había que pagar). Me deleité en las plazas y jardines, paseábamos a orillas del Sena. Conocí a mucha gente que nos ayudaba, la monja Teresa que siempre nos acompañó, ella había pasado diez años en Argentina”.
Comunicarse desde el exilio
Comunicarse desde el exilio no era tarea sencilla. “Escribía a mi familia mandando carta a mis suegros en Canadá y ellos la enviaban acá, ya que los militares estaban por todos lados. Astiz fue a París a tratar de infiltrarse en los organismos de solidaridad con Argentina, alguien lo reconoció y lo denunciaron”.
Esta es la historia de Olga Brambilla, una maestra rural de la zona de Chajarí, detenida en épocas de la dictadura militar. Hoy sigue viviendo en Montreal; tiene una hija, yerno y nietas radicados en Saint-Anne des Monts.