Un texto para reflexionar sobre esas cosas que nos pasan a diario, que nos dañan, pero que podemos evitar si nos lo proponemos.
Por Ana Cortés
Ya no me veo contestando cada insulto que me dan. Simplemente he aprendido que el insulto no es para mí, es para la persona misma que me lo está aventando.
Ya no me veo escuchando cada queja de la gente al rededor…he aprendido a respetarme y a decidir no ser el basurero emocional de nadie.
Ya no me veo escuchando a alguien y buscando en mí una historia más trágica o más dramática para demostrarle que a mí también me ha pasado lo que a él o a ella. Ahora solo escucho y limpio memorias. Por algo me lo están compartiendo.
Ya no me hago tomando responsabilidades que no me corresponden, ni explicando por qué ya no lo hago.
Ya no me hago discutiendo con la gente para salvar mi honor, o mi nombre… Eso es solo parte del ego que me ha llevado a equivocarme y que al final no me ha aportado mucho a mi vida. El que crea que tengo honor que lo crea, y el que no, lo respeto y bendigo su camino.
Ya no me veo angustiada por qué alguien dejó de hablarme, o alguien ya no me quiere en su vida. Es su vida y es su espacio, por lo que respeto la decisión, de todas maneras si ya no me desea cerca, no creo que tenga mucho para aportarme.
Ya no me veo preguntando aquí y allá por algo que quiero saber. Si lo quiero saber voy a la fuente. Y me comporto de manera madura para escuchar.
Ya no me veo triste, enojada, frustrada, deprimida o cualquier emoción que baje mi vibración. No por qué no vaya a volver a sentirlas, si no por qué desgasto esas emociones tan rápido como puedo y me enfoco en volver a tomar vuelo para ser quien realmente soy.
Hoy ya no veo cómo antes, ni siquiera como ayer, así que día a día soy mi mayor experimento, mi mayor investigación, mi mayor hallazgo.
Todos los días me descubro, me callo y miro adentro de mi… No es que menosprecie a los demás, es que estoy muy asombrada de mí misma y ahí es donde deseo mi energía para vivir.
Ya no me veo caminando por la vida sin luz, sin magia, sin amor incondicional, sin mis ángeles y maestros. Ya no me veo pensando que el poder está afuera de mi, y que el cosmos es algo lejano que nunca conoceré.
Hoy ya no me veo como me veía hace unos días, semanas, meses o años, y es que decidí que cada día era necesario evolucionar y que cada día podía usar mi varita mágica para obtener lo que me hace feliz.