Enfrentarse cara a cara con el dolor, higienizar, curar, contener, recibir malos tratos pero también mucho afecto, es parte del diario vivir de los enfermeros. En esta nota ellos tienen la palabra.
Por Claudia Cagigas
Matilde Percara, Elisabet Franco, Laura Valdéz y Javier Sánchez son enfermeros de Chajarí y parte de un nutrido grupo de profesionales motivados por la VOCACION. Matilde se jubiló el año pasado, luego de 37 años de servicio. Según contó en el programa EL ESPEJO (Radio Show Chajarí), hace muchos años sintió que Dios la llamaba para cumplir este rol.
La vida de los enfermeros y enfermeras no es fácil. “Das todo y volvés a tu casa muy cargada. En mi caso, aprovechaba el trayecto desde el trabajo hasta mi casa para caminar y descargarme”. Siguiendo su vocación, Matilde reconoce que pagó un costo muy alto: “No vi crecer a mis hijos, había días que no los veía porque pasaba 8 horas afuera y con horarios rotativos. Mi hijo iba a la Agro y comía allá. Son cosas que te quedan adentro de tu corazón”. Al mismo tiempo, destaca la emoción que le producía ver nacer a un niño y el alto impacto que le infringía una muerte.
La necesidad de afecto que tiene el paciente es otro punto que destacó: “Cinco minutos que te sentás en su cama y lo escuchás, influye mucho en su sanación. Al sentirse escuchado se relaja, descansa mejor y se recupera más rápido”.
Los tiempos van cambiando y los modales de la gente también. Javier Sánchez reconoció que antes el paciente era más tolerante y respetaba más. Hoy, en cambio, el enfermero es el receptor de muchas agresiones. “Hace poco, en una guardia paciente golpeó a una enfermera, rompió un vidrio e hizo un desastre en un segundo. Tenemos que cuidarnos mucho y soportar cosas que antes no”.
El cansancio emocional y el desgaste físico y mental es muy grande en quienes se dedican a la enfermería. “El Burnout -síndrome conocido también como de desgaste profesional- es algo que sufrimos mucho”, agregó Elisabet. Al mismo tiempo, agregó: “Si se elige enfermería sólo como una salida laboral, sin estar la vocación, el camino es mucho más espinoso y afecta más porque estás haciendo algo que no te gusta”.
Laura Valdés se recibió de enfermera en 2017. Siendo muy joven se decidió por esta carrera, impregnada del ejemplo de su madre. “A mí me gratifica la calidez de las personas cuando les brindo cuidado. Intento ponerme en el lugar del otro, por eso estoy casi siempre con una sonrisa. Mi mamá es enfermera y siempre la veía con mucho ánimo para trabajar y a pesar de que la veía poco, tomé el mismo camino. Hoy tengo una hija de 11 años que se tiene que adaptar a mi trabajo”, dijo.
Las largas guardias…
“El organismo también se te va desgastando cuando te toca las guardias de 22 horas hasta las 6 de la mañana. Hacés el confort, la medicación y luego te preparás unos mates para estar lúcida. Te ponés a llenar las planillas con el registro de cada paciente y por ahí son las dos o tres de la mañana y llega la ambulancia con un accidentado”, contó Matilde. “Hay una hora que la ola del sueño se pasa y seguís”.
“El enfermero se caracteriza por dormir poco, por tener varios trabajos y quizás hacer 18 horas corridas. Muchas veces te pasás de revolución y llegas a tu casa y no podés dormir”, acotó Javier.
¿Trabajar en el ámbito público o privado?
La carrera de Enfermería ofrece un amplio abanico de posibilidades laborales, dependiendo de lo que uno quiera hacer.
“El hospital te da la seguridad del trabajo público y la posibilidad de desarrollar diferentes habilidades, porque al ir rotando por las diferentes servicios uno puede conocer y especializarse en lo que más le gusta. Pero si solo nos quedamos con el deseo de trabajar en el hospital, las posibilidades laborales se reducen mucho”, explicó Elisabet.
También están los que se dedican al ámbito privado: los enfermeros domiciliarios, los que trabajan en clínicas u otras instituciones como geriátricos, entre otros tantos. O los que combinan lo público con lo privado.
En síntesis, ser enfermero es mucho más que un trabajo donde la vocación no puede faltar. Ser enfermero es tomar parte activa en la vida de otros y una labor social indispensable poco reconocida.