Son dos chicas trans que forman parte del Colectivo LGTB de Chajarí. Se muestran tal cual son porque, a pesar de los golpes que la vida les dio por su condición sexual, aprendieron a aceptarse. Conocer su historia puede ayudarnos a comprender otras realidades y construir una sociedad más justa y empática.
Por Claudia Cagigas
En la Comisión de Asuntos Generales del Honorable Concejo Deliberante (HCD) de Chajarí, está en estudio un proyecto que propone la creación de un Área de Diversidad de Género, presentado por el bloque Creer Entre Ríos. En la redacción de dicho proyecto trabajaron integrantes del Colectivo LGTB y de la Agrupación 25 de Noviembre. El mismo tiene como objetivos “proteger derechos y garantías constitucionales; promover la igualdad y la no discriminación por cuestiones de orientación sexual y facilitar el derecho de alimentación, trabajo, vivienda digna, educación, seguridad, justicia, salud, cultura, deportes y recreación”. En caso de crearse el Área de Diversidad de Género, se indica que debería estar bajo la órbita de la Secretaría de Ciudadanía e Inclusión, pero a cargo de una persona perteneciente al Colectivo y contar con un equipo interdisciplinario exclusivo e idóneo, capacitado conforme a la Ley Micaela.
En programa radial EL ESPEJO (Radio Show Chajarí), dialogamos con todas las partes que trabajaron en el proyecto, pero en esta nota rescataremos el testimonio, la historia de vida de dos chicas trans: Xiomara Breppe y Sofía Bernárdez, para interiorizarnos sobre los motivos por los que se pide la creación del Área de Diversidad de Género.
LA HISTORIA DE XIOMARA BREPPE
“Nadie elige ser trans, gay, bisexual, heterosexual o lo que sea. Con esto se nace, no se copia. Yo tuve la suerte de que mi familia me aceptó desde un principio. Somos 8 hermanos, tengo otra hermana trans y una hermana lesbiana, tengo papá y tengo mamá. Con mi hermana nos destapamos juntas, yo tenía 12 años y ella 11. Por ahí, cuando te preguntan desde cuándo te gustan los hombres, uno no sabe, fue desde siempre, en guardería me iba a planchar con las nenas; en la escuela primaria fue horrible porque no quería jugar al fútbol y era obligatorio que la mujer jugara al vóley y el varón al fútbol. Como siempre faltaban mujeres, cruzaba los dedos para que sea yo la que vaya a ocupar ese lugar, pero a veces me tocaba jugar a lo que no quería, sufriendo bullying de todos: me decían mujercita, mariquita… y ahí ya vas haciendo un camino sufrido por tu orientación sexual…”.
Xiomara contó que sus padres están separados y que como hijos quedaron a cargo de su papá. También destacó el apoyo incondicional de su progenitor. “Jamás necesitamos decirles somos ésto, con mi hermana un día nos pusimos corpiño, una remera y mi padre, desde ese día, dejó de decirnos el nombre con el que nos bautizaron y comenzó a utilizar el nombre que elegimos. No necesitó que le expliquemos nada”.
Afortunadamente la mamá de Xiomara reaccionó de la misma manera. “Cuando mamá me vio vestida de mujer, sentí que ella sabía lo que era porque el abrazo que me dio fue muy fuerte. Un día le pregunté si no la avergonzaba y me dijo que no, que tanto mi otra hermana trans como yo éramos sus hijas, que nos aceptaba tal como éramos, que quería nuestra felicidad y que nos apoyaba”.
La actitud de estos padres fue fundamental para la vida de sus hijas; les reconocieron el derecho de poder SER tal cual sentían, sin reproches, sin presiones… Después de esto vino el “blanqueamiento” de la situación ante la familia más amplia. Y aquí nuevamente su madre tuvo un rol fundamental. Ante una familia con ideas muy “tradicionales”, un domingo, se plantó y dijo: “Estas son mis hijas, al que le guste bien y al que no le guste, también. Si ellas se tienen que ir, yo también me voy”. “Desde ese día nos aceptaron incondicionalmente”, recordó Xiomara.
No todas las historias son como esta y la mayoría están plagadas de rechazo, marginación y hasta expulsiones del seno familiar. “En Chajarí hay muchas chicas trans y muchas que vienen de otros lados sin rumbo, sin saber dónde ir y con todos los golpes que la vida les viene dando. Mi mamá dice que ella es la madre de todas las maricas porque tanto en mi casa como en la de ella siempre hay un plato de comida, un colchón, un lugar para la que lo necesite porque somos familia. Yo he tenido mi casa, en una pieza de 4 x4, ocho travestis durmiendo”.
Las dificultades de acceso al trabajo y la prostitución
Hoy Xiomara Breppe es maquilladora y manicura. Se formó con Florencia Benítez y trabaja en su estudio, según contó en EL ESPEJO. Pero su formación académica quedó trunca en tercer año de la secundaria, porque en aquel tiempo “no podía concurrir a la escuela vestida de mujer. Yo hacía la nocturna en la Escuela San Antonio y la Dirección no me aceptaba: si seguía la secundaria tenía que cortarme las uñas, el pelo y vestirme como varón”.
Lo que sucedió a Xiomara sucedió a muchas otras personas y fue un gran impedimento para que puedan culminar sus estudios. Afortunadamente eso cambió a partir de la Ley de Identidad de Género.
¿Qué hacer cuando se vulnera la posibilidad de seguir estudiando, cuando es casi imposible conseguir un trabajo dado la condición sexual de una persona? “Ejercí la prostitución mucho tiempo”, respondió Xiomara. “En pandemia me capacité haciendo cursos de uñas, pestañas, cejas, maquillaje y en el transcurso del carnaval me empoderé muchísimo y pude hacer grandes cosas en mi vida. El carnaval hace inclusión porque salís y te mostrás como sos; ahí somos felices, estamos en nuestra salsa, es el mejor momento para mostrar la felicidad. En el carnaval conocí el círculo de amigos que hoy tengo, como Flor Benítez. Ella me abrió muchas puertas, me brindó un espacio para trabajar, me formó y si hoy en día tengo una profesión es gracias a ella”.
Finalmente, Xiomara Breppe insistió en que la expulsión del hogar por la condición sexual que muchas personas sufren lleva a la prostitución porque no queda otra alternativa. “Y la misma sociedad que cuestiona es la que consume prostitución. A raíz de la presentación del proyecto de creación del Área de Diversidad de Género he visto en Facebook un montón de comentarios, incluso de consumidores, entonces decís ‘soy tu morbo, tu fetiche, tu fantasía’ y si yo empatizo con vos en la discreción, ¿por qué no podés empatizar conmigo? ¿Qué pasaría si las trans comenzáramos a dar nombres?”, se preguntó con ironía.
LA HISTORIA DE SOFÍA BERNÁRDEZ
Sofía nació en el campo y en ese ámbito la vida tampoco le fue fácil. “En mi infancia y en mi adolescencia sufrí mucho, porque la gente de campo es muy cerrada. En la escuela primaria era increíble el maltrato, todo el tiempo era ‘la marica’. Llegaba a mi casa, lloraba y no le podía decir a mi mamá porque me daba vergüenza. Tenía miedo al rechazo por los comentarios que se hacían en las reuniones familiares, mientras yo me quedaba sentadita y pensaba ‘todo lo que están opinando soy yo’. O en la tele, cuando mencionaba algo de la Comunidad, mi abuelo hacía comentarios feos. Yo era eso que criticaban y no lo podía comentar”, contó Sofía.
De pequeña anhelaba jugar con muñecas, pero su mamá no se lo permitía. “Recuerdo que una vez mi vecina me regaló una y mi mamá me la escondió. Ella intentó por todos los medios que yo sea hombre, pero no pudo porque un juguete o una ropa no te hacen hombre o mujer. Hoy en día me pide disculpas y yo la entiendo, porque fue criada de esa manera e hizo lo que creía que estaba bien.
La presión que sufrió Sofía familiar y socialmente fue tremenda, al punto tal que a los 15 años se vio obligada a tener una novia “para tapar eso”; para tapar sus sentimientos. “Fue re difícil, la tuve que llevar a mi casa, demostrar que yo era el hombre, pero lo hice por lo que sufría en la secundaria también”.
Siendo aún adolescente se vino a Chajarí y poco a poco se fue soltando. “Tuve mi pareja, pero recién a los 20 años pude mostrarme como era. Me costó mucho, incluso me costaba saludar a una chica trans siendo yo una chica trans, porque me negaba, no me aceptaba por la crianza que había tenido. El día que decidí cambiar mi nombre en Facebook mi hermano le contó a mí mamá. Ella me llamó y me preguntó si tenía algo que decirle y le respondí que no. Entonces me dijo ‘te amo mi Sofi” y ahí sentí liberación. Lloré muchísimo porque mi mamá me había aceptado y empecé a soltarme con ella, a charlar. Ella lloró pidiéndome perdón, pero siempre la entendí porque tuvo una crianza diferente”.
La reacción del papá de Sofía, en cambio, fue muy distinta a la de su mamá. “Mi papá vive, pero me discrimina totalmente igual que su familia. Nunca tuve su apoyo en nada, siempre fue un padre ausente”.
Sufrir por amor: cuando no se animan a mostrarte
Tanto Xiomara como Sofía reconocieron las heridas de amor que tienen encima por ser chicas trans. “En el amor se sufre mucho. Tal vez se enamoran de vos, pero no te quieren mostrar, no salen de la mano, no te llevan a ningún lado. Te dicen que te aman, pero te ocultan. Te sacan a pasear a las 12 de la noche, con los vidrios cerrados, polarizados y en un lugar donde no anda nadie. No pasamos de ser un fetiche, un morbo, una fantasía”.
Xiomara contó que hace siete años sale con alguien que dice amarla, pero no la muestra. “A todas nos pasa lo mismo. Siempre a escondidas, tardísimo, en lugares donde no hay nadie porque ellos mismos no se aceptan como son. Entonces, para nosotras es muy difícil volver a casa y estar solas, sin ese compañero que todas buscamos. Por ahí decís hoy lo vi, me volví a ilusionar, a enamorar, me volvió a decir tantas cosas lindas y volvés a tu casa, ves la realidad y duele mucho”.
La discriminación social
La discriminación “está en todos lados, siempre hay una mirada diferente en cada lugar que vamos”. Sobre este punto, la abogada Fernanda Álvarez, de la Agrupación 25 de Noviembre, explicó: “No todas las personas tienen la fortaleza de salir adelante, menos si están solas. Por eso es importante el rol del Estado para atender, ayudar a fortalecer y enfrentar esta cuestión. No todos somos iguales y por eso consideramos que la creación del Área de Diversidad de Género es importantísima”.
Por su parte, Adriana González, docente, referente de ESI e integrante de la misma Agrupación, agregó: “los Estados tienen la obligación de garantizar que se apliquen las leyes nacionales vigentes. Eso va más allá de un voluntarismo. Las áreas y los ministerios son instrumentos que tienen para materializar el cumplimiento de los derechos. Al frente debe estar una persona que haya vivido esa realidad, que sepa interpretar las demandas y necesidades que se presenten. Y el equipo interdisciplinario debe ser idóneo porque deben estar capacitado para las problemáticas que se van a presentar”.
De eso se trata precisamente el proyecto que hoy está en estudio en la Comisión de Asuntos Generales del HCD de Chajarí. Hay ciudades como Villa Elisa (Entre Ríos) que ya cuenta con un Área de Diversidad de Género. Deberemos esperar para saber qué sucede en Chajarí.