Por Claudia Cagigas
La falta de deseo sexual femenino es más frecuente de lo que suele reconocerse y ocurre hasta en personas jóvenes. Especialistas en el tema coinciden en que, por lo general, no se trata de una cuestión física sino psicológica y que muchos factores pueden incidir: las situaciones que esa mujer está viviendo, su ritmo de vida, su calidad de vida, lo que pasa en su cerebro con respecto a la sexualidad, lo que pasa con sus fantasías, el lugar que dispone a la vida sexual… Por todo esto, afirman que EL CEREBRO ES EL MAYOR ORGANO
SEXUAL y hay que prestar especial atención a lo que allí sucede.
Te presentamos algunas reflexiones que te pueden servir.
La disminución del deseo sexual es muy frecuente, hasta en personas jóvenes. Contrariamente a lo que se cree, no un problema de la menopausia (en la menopausia se lo asume como algo normal aunque tampoco es así). Generalmente se da en mujeres con un matrimonio largo.
La disminución del deseo sexual no se debe a un problema físico sino más bien a cuestiones emocionales. La ginecóloga Nancy Frontán asegura que “ninguna causa orgánica puede producir falta de deseo sexual”. Sin embargo, la médica psiquiatra Mariana Stivanello agrega que hay un tipo de deseo sexual hipoactivo secundario, generado por situaciones que esa mujer puede estar viviendo, como por ejemplo “la maternidad, diabetes, incontinencia urinaria, enfermedades autoinmunes, algunos tipos de cáncer como el de mama, otras cuestiones ginecológicas como endometriosis, alguna enfermedad pélvico inflamatoria, alguna enfermedad de tiroides, alteraciones cardiovasculares, medicamentos que producen falta de deseo como antidepresivos, antipsicóticos, antihipertensivos, corticoides” y algunos factores psicológicos como “depresión, trastorno de ansiedad, estrés, fatiga, abuso de sustancias, situaciones de duelo y abusos sexuales”. En estos casos “se trata de un deseo sexual hipoactivo de causa secundaria”, explicó la psicóloga Margarita Torres, porque “se revierte cuando se aborde lo primero”.
De todas maneas, lo fundamental sigue siendo lo que pasa en el plano emocional de esa mujer; en su cerebro.
La sexualidad es algo de TODA LA VIDA (normal y bueno), pero depende de las expectativas que tenga cada mujer sobre qué es una relación sexual, qué es el deseo y qué es un orgasmo, porque no todas las relaciones son como se plantea en las novelas. “Hay distintas maneras de gozar de una relación sexual, hay un encuentro sexual con la pareja que es muy placentero y no es el sexo de los 20 años”, explicó Nancy Frontán.
La sexualidad no siempre surge espontáneamente. “Es un mito muy arraigado que el amor lo puede todo y si nos amamos vamos a tener la mejor relación, la mejor conexión sexual”, aseguró la psicóloga Margarita Torres. “Yo puedo amar pero el hecho de amar no me hace leer la mente, por eso es necesario poder hablar con la pareja”, atreverse, generar las ocasiones para que ese diálogo ocurra.
El cerebro es el mayor órgano sexual. La mujer (por elección o no) tiende a dedicarle menos tiempo a la vida sexual en la cabeza: “No tendemos a hablar de sexo abiertamente como los hombres. Ellos se juntan, hablan, se permiten hacer chistes… Todo esto estimula la vida sexual, le da un lugar en el cerebro y ayuda a incrementar el deseo. Las mujeres, en cambio, estamos bombardeadas por una infinidad de cosas y ni nos acordamos durante el día. Llega la noche y ¿de dónde vamos a sacar ese deseo si hace una semana que no nos acordamos que somos personas sexuadas? Entonces, generalmente la sexualidad no ocupa ningún lugar en nuestro cerebro, lo bloqueamos”, explicó Margarita Torres.
El cerebro masculino es anatómicamente diferente al cerebro femenino. En el hombre está más desarrollado el hemisferio cerebral izquierdo y en la mujer el derecho. Esta diferencia hace que el hombre sea más práctico, lógico y la mujer más intuitiva y emocional y estas diferencias también aparecen en la sexualidad. Por ejemplo “es probable que un hombre que está atravesando un duelo quiera seguir desarrollándose sexualmente porque para él es prioritario, es una cuestión muy biológica y para nosotras es una cuestión más emocional”, indicó Ana Pascutti.
Hacer el amor durante el día para tener buen sexo a la noche. Para retomar el camino, es preciso repensar qué lugar le doy a mi sexualidad durante el día, para ir generando espacios de encuentros a la noche. Como primera medida se sugiere generar satisfacción con el cuerpo de uno mismo, con el auto cuidado de la imagen, de la ropa interior, porque con el correr del tiempo suele aparecer el descuido (ya no me depilo, uso la remera más grande y vieja para dormir, no me pinto…). Esto no implica “ser un modelito” sino arreglarme un poquito para despertar mi sensualidad y esas cosas que estaban dormidas (pero hacerlo fundamentalmente por mi, no para agradar al otro). En segundo lugar, intentar recuperar cosas que la pareja fue perdiendo a través del tiempo (el mimo, la caricia, el abrazo, el “mensajito”, espacios donde la pareja pueda encontrarse a solas, pequeños diálogos, pequeños gestos…).
La cultura tiene un rol importantísimo en como las mujeres vivimos nuestra sexualidad. “Desde tiempos remotos la sexualidad es una cuestión del hombre; el hombre es sexual, es macho, se le permite todo, se tiene que hacer hombre y nosotras tenemos que ser castas y puras”, recordó la médica psiquiatra Ana Pascutti. Incluso si la mujer demuestra su deseo sexual es insultada, cuando a ningún hombre lo insulten por eso. Margarita Torres apela a la metáfora del chip para graficar la situación. “Hasta que nos casamos tenemos un chip de reprimir: no siento, no miro, no deseo. Ahora cuando nos casamos las expectativas del esposo también cambian porque hay un dicho muy tradicional de lo que se espera de la mujer. Entonces cómo cambio ese chip? Lógicamente que no se puede, porque todo lo que no hablé, lo que no me educaron, lo que no supe, ¿de dónde lo saco? ¿Cómo genero esa fantasía si no la tengo?”.
La franja de los 40 y 50. Si bien dijimos que la disminución del deseo sexual puede darse hasta en las personas más jóvenes, Ana Pascutti opina que “pasa más entre los 40 y 50 años” porque “tiene que ver con una cuestión reprimida” con muchas ventanas que se fueron cerrando incluso del propio cuerpo. Nancy Frontán explica que “se llega al punto de desear que la pareja se vaya a dormir a otro cuarto” y Ana acota que “muchas mujeres creen que lo tienen resuelto, que están bárbaras, que son buenas madres, que ya no quieren saber nada de sexo” y apagan todos los sentidos. Ambas subrayan que la sexualidad se apaga solo con la muerte. “Tal vez no sea la fogosidad de los 20 pero tiene diferentes formas”.
No se puede cuantificar qué es normal y qué es anormal. No te dejes engañar. El deseo no se puede cuantificar. Hay muchas personas que se auto diagnostican sin consultar a un profesional; se abruman con los engaños que socialmente circulan guardando celosamente lo que les pasa porque reconocer que el sexo ya no interesa causa vergüenza. Si tenés dudas consultá a un profesional de tu confianza. Un psicólogo te puede ayudar (o si preferís comenzá por un ginecólogo, como para quedarte más tranquila aunque, como ya dijimos, en la gran mayoría de los casos que no se trata de un problema físico).
Fuentes: Ana Carolina Pascutti (médica psiquiatra), Mariana Stivanello (médica psiquiatra), Margarita Torres (Psicóloga), Nancy Frontán (médica ginecóloga). Entrevistas realizadas en el programa radial EL ESPEJO (sábado 22.08.2015)