Por Claudia Cagigas
La vida tiene sus caprichos… sus vueltas, sus momentos tremendos que nos hacen dar de nariz contra el piso y de golpe todo cambia. Son esos momentos cruciales donde tenemos al menos dos alternativas: quedarnos de por vida añorando el pasado o ver qué podemos hacer para seguir adelante pese a todo. La historia de Jean Maggi conmueve hasta la última fibra, alienta, emociona, nos muestra que no hay barreras cuando hay SUEÑOS. Enfermó de poliomielitis 50 años atrás, el mismo día en que comenzaba a caminar como cualquier niño… coincidencia rara de la vida… Ese día dio sus primeros pasos solo, pero a la mañana siguiente ya no pudo sostenerse… estaba infectado con el virus de la polio… Se salvó pero no pudo volver a caminar, sus piernas quedaron inmovilizadas. Sin embargo estaba obstinado en volver a hacerlo…
Tuvieron que pasar 50 años, muchas situaciones durísimas y al fin lo logró. Ayer, en el marco de la Feria del Libro de Chajarí, lo vimos de pie sobre sus piernas biónicas, pudimos escuchar su historia y por un momento ser compañeros de viaje por el Himalaya, la cordillera más alta del mundo, ubicada en el continente asiático, la cual escaló valiéndose de su bicicleta de mano.
La importancia de los sueños
“Así como la polio mató un montón de niños en los últimos 70 años, también permitió que un mundo entero se pusiese de acuerdo para poder erradicarla, sin distinción de razas, religiones, banderas políticas y clases sociales. Si lo bajamos a nuestro país, a nuestras ciudades, a nuestras familias, quiero decirles que cuando soñamos todos en conjunto, es más fácil que individualmente”, dijo luego del emotivo recibimiento del público.
“Yo estoy parado gracias a la tecnología, sobre tecnología biónica que ha permitido este cambio. Es una estructura de fibra de carbono que me pongo en mis piernas paralizadas y básicamente con una computadora, un sistema hidráulico y tres sensores puedo pararme y caminar. Cumplir este sueño me llevó 50 años y con mucha perseverancia, dedicación y búsqueda lo he podido llevar a cabo”.
“Me permití seguir soñando”
Jean Maggi es cordobés, tiene esposa y cinco hijos, hoy es un deportista de alto rendimiento, empresario, pero a los 37 años tuvo otra dura prueba: un infarto por el tipo de vida que llevaba (previo a abrazar el deporte). Pero no nos adelantemos.
“Si trasladamos mi discapacidad 50 años atrás, nos encontramos con un mundo inadaptado para las personas con discapacidad. Así que mi vida para llegar al Himalaya pasó por muchísimas barreras arquitectónicas, pero busqué las herramientas que tenía en mi poder para ir a la par de mis compañeros, de mis hermanos, de mis padres. Por ejemplo, yo no podía bailar, pero pasaba música en las fiestas. Y me permití seguir soñando… Soné con el amor como todo adolescente. Finalmente encontré a Victoria, mi esposa. Soñé con tener un hijo y tuve cinco”.
El infarto a los 37
Los sueños son motor importante, pero Jean Maggi aconseja ser concientes, no poner la vida en riesgo para acelerar el proceso. En ese sentido, contó: “Soñé con tener mi empresa informática, la más grande, la que más facturara y me pasaba 12 horas en un escritorio, con teléfonos, comiendo lomitos, fumando mucho hasta que me dio un infarto a los 37 años. Después del infarto mi gran tema fue como reinventarme, porque me encontraba con una discapacidad, con el infarto y estaba viviendo casi como un jubilado yendo a comprar el pan todos los días y regando la huerta”, rememora. Tuvo que dejar de fumar, comer más sano y optar por otro estilo de vida.
El deporte, el gran aliado
“Cuando los médicos me mandaron a hacer deportes, descubrí la bicicleta de manos y empecé a canalizar mi vida por ese lado. Mi primer gran meta fue la Maratón de Nueva York, recuerdo que cuando crucé la meta del Central Park, me di cuenta que había transpirado mi cuerpo por mis propios medios, que había cansado mi cuerpo por mis propios medios y ahí nació mi gran pasión por el deporte”.
Me convertí en una persona disciplinada
Detrás de esa línea de llegada surgieron un montón de líneas de partida. “He corrido varias veces la maratón de Nueva York, la maratón de Roma, he participado de los Juegos Paraolímpicos en Canadá, he jugado al básquet, al golf recreativo, tenis. Me convertí en atleta de alto rendimiento, pero fundamentalmente en una persona disciplinada, con un cuerpo sano (pilares fundamentales para que pueda ponerme de pie).
La tecnología que tiene encima, las piernas biónicas sobre las que se para, pesan 7,5 kilos.
“Hay que estar físicamente preparados para poder moverlas, tuve que aprender a caminar, armé un gimnasio en casa y estuve ocho meses preparándome para el primer día en que di el primer paso”.
Siempre de pie
“Como conclusión digo que en la vida hay que estar listos para lo que pueda venir, las cosas pueden ser buenas o malas pero hay que estar de pie para recibirlas. Hay que soñar sin hacer locuras y sobre todo, a los jóvenes les digo que intenten lo posible y sin darse cuenta van a estar haciendo lo imposible”.
Gracias Jean por compartir tu vida. Gracias por la Fundación que creaste para ayudar a otras personas y fundamentalmente gracias por lo que generaste en los que escuchamos tu mensaje.