Por Martin Viñuales (Médico especialista en Nutrición)
FOMO o “Fear of missing out” es algo así como miedo a perderse algo. Este es el nuevo término que en ciudades como Nueva York se utiliza para esa sensación de quedarse afuera de algo, perderse alguna situación. Muchas veces, algo que se ve posteado en redes sociales, pero del que no formo parte. Las redes sociales y particularmente Instagram parecen dejar en muchísimos jóvenes un sabor amargo, generando altos niveles de ansiedad y depresión según confirma un estudio publicado en United Kingdoms Royal Society for Public Health realizado sobre 1479 jóvenes de entre 14 y 24 años.
En otro trabajo reciente de la American Psychological Association encontraron que el 48% de los millennials refieren “preocupación por los efectos negativos de las redes sociales sobre su salud física y mental”. Es tan grande la cantidad de imágenes que nuestro cerebro recibe al mirar estas redes, todas mostrando la “mejor versión” de una vida -que además está editada y retocada- que sería casi extraño que esto no produjeran este cúmulo de sensaciones.
No soy sociólogo, soy médico especialista en Nutrición y de un tiempo a esta parte vengo observando el costado negativo que tiene en los adolescentes el uso de las redes. Hace 20 años una paciente con un trastorno de la conducta alimentaria me refería que el desencadenante de la restricción a comer o al atracón alimentario por ansiedad había sido disparado al ver a una modelo en la tapa de una revista de modas, que compraba una vez por semana. Me acuerdo de haber prescripto en los momentos muy agudos evitar el contacto con esos disparadores. Hoy, una adolescente recibe desde el momento que se despierta hasta que cierra los ojos por la noche, miles y miles de imágenes que confunden una vida real con una ideal.
Desde modelos en Londres hasta una “celebridad fit” en Argentina, cada uno inventa su realidad y cuentan sin ningún aval académico, su manera de entrenar y comer. Cuando le pregunté a una paciente qué sensación le producía el verlas, me refirió que lo primero fue “envidia” y que a la hora de publicar una foto de ella siente “ansiedad” por ver cuántos Likes va a recibir. Siguiendo la lógica de lo que ella siente, su foto también debería poder generar envidia en los demás. Si no lo genera, probablemente sienta depresión.
Otra observación llamativa en los pacientes es el cambio de conductas alimentarias o en el tipo de actividad física basado en lo que ven en las redes sociales. Un ejemplo concreto es la permanente consulta en relación al consumo de leche a partir de “información” recogida en las redes sociales. El British Journal of Nutrition, advirtió en octubre del 2017 que las mal llamadas “Leches Alternativas”, de soja, almendras, coco, arroz, etc., son deficitarias en el aporte de yodo, mineral clave para el desarrollo y salud de la glándula tiroides, aportando solo un 2% del que encontramos en la leche de vaca. Un vaso de “leche” de almendras aporta aproximadamente 2mcg de yodo, siendo el requerimiento diario de 150 mcg/dia y en embarazo de 200 mcg/dia.
¿Qué lleva a una persona sin tener ninguna justificación como podría ser una alergia alimentaria, a dejar de consumir leche y reemplazarla por algo muchísimo más caro y con mucho menor valor nutricional? La leche vacuna además de contener yodo, aporta Proteínas de alto valor biológico, Calcio, Vitaminas A y D, muy por lo contrario a desaconsejarla habría que destacar que todavía exista algo con excelentes características nutricionales accesible a toda la población.
Demás está aclarar que nunca trabajé para la industria láctea, ni tengo ningún conflicto de interés con los productos nombrados, es sólo una observación sensata en medio de tanta insensatez.
A mi entender estigmatizar el consumo de leche además de resultar un “snobismo” implica una irresponsabilidad social, máxime si se lo dice en medios masivos, redes sociales incluidas, porque mucha gente que ve, escucha o lee esa información creerá que la leche es mala y generalmente no tiene una alternativa mejor.
Habitualmente la gente no decide si compra salmón fresco de agua profunda lleno de omega 3 o leche para su desayuno, probablemente si no toma leche comerá galletitas o facturas que claramente solo aportan calorías vacías.
Así de simple y así de complejo, siete años de estudio para ser médico, cuatro para ser especialista en Nutrición, veinte dando clases en un postgrado en una prestigiosa universidad y una “celebridad fit” opina en Instagram que la leche es “mala”, y al diablo con toda la formación académica.
Sentí la necesidad profunda de escribir esta nota, al ver a diario que existen muchas chicas con trastornos de la conducta alimentaria que siguen en Instagram a otras chicas famosas que probablemente también tengan trastornos en su conducta alimentaria. Supongo que es una responsabilidad de los adultos y aun más de los que somos profesionales ayudar a poner un poco de orden en estos temas, y en esa dirección van estas líneas como mi aporte al mismo.
Fuente: Infobae