El carnaval es una fiesta popular internacional. Cada región tiene su manera especial de celebrarlo: con manifestaciones teatrales, musicales, desfile de disfraces, bailes, comparsas, murgas… Esta es su historia.
Por María Daniela Zanandrea
El diputado Jorge Coscia presenta en febrero del 2007, el proyecto de ley sobre el feriado de carnaval, reclamado a través de una marcha de más de 70 murgas en el centro de Buenos Aires. El feriado nacional de lunes y martes de carnaval había sido suprimido el 9 de Junio de 1976 por un decreto de la última dictadura. La asociación de murgas reclama “la necesidad de rescatar la memoria y la identidad popular que los gobiernos autoritarios pretendieron olvidar”.
El carnaval es una fiesta popular internacional, que en varios países de América Latina se convierte en feriado nacional, Brasil, Uruguay, Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Cada región tiene su manera especial de celebrarlo: con manifestaciones teatrales, musicales, desfile de disfraces, bailes, comparsas, murgas y en Venezuela la tradicional Feria del Sol, en Brasil y el litoral argentino el estilo carioca alcanza altos niveles de popularidad, y en el norte argentino la tradición coya celebra el desentierro del diablito y la fiesta a la Pachamama, también aparecen carrozas monumentales y coreografías colectivas, una de las más importantes del mundo es el carnaval de Río, en Brasil, lo que demuestra la identidad mestiza, de rasgos culturales afro-indígenas de nuestra América. Un pueblo disfrazado y enmascarado sale a las calles con fuegos de artificio, circos, corsos donde la música popular es protagonista, aparecen las batucadas del candombe, la salsa y el merengue, en Estados Unidos domina el jazz y en todo el pueblo se recupera la alegría.
El decreto presidencial del ejecutivo nacional que tiene en cuenta el carnaval, y revisa el día de la diversidad cultural, pretende rescatar los olvidos de nuestra historia.
Las fiestas colectivas y los rituales nos hablan del modo de ser de la sociedad, y ponen de relieve relaciones que no siempre son evidentes o se explicitan.
Son encuentros de afirmación de lazos, renovación de relaciones o cuestionamiento de las vigentes, donde aparecen distintos gustos y sentidos de pertenencia del grupo social.Nos ayudan a preguntarnos: ¿Qué relaciones pone en evidencia este tipo de fiestas, como se expresan los diferentes sectores sociales, las diferentes culturas en cada época y en cada lugar?
Bajtín dice: “en el carnaval el mundo se pone al revés” y en el escenario se invierte el orden de lo permitido y lo prohibido, es el lugar donde lo terrible puede ser mostrado con humor y la ridiculización de lo establecido se hace mediante el grotesco, lo que permite abolir momentáneamente jerarquías y distinciones, dejando entrever aquello que habitualmente se oculta y prohíbe.
Alicia Martín, investigadora del carnaval porteño, afirma que esta fiesta es un espacio para la creatividad de los sectores populares, donde los estilos espontáneos prevalecen junto a la improvisación en la organización comunitaria. Organización que lleva trabajo solidario de un año al otro, de carnaval a carnaval.
Es –además-de carácter no oficial, por lo que se burla del poder y se convierte en crítica política y protesta: repudiando los costos de vida, la desigualdad social y convirtiéndose en una suerte de democracia ficticia donde todos participan. Es una buena arma para desmitificar y aguijonear el poder de turno, por la vía del absurdo.
Es necesario que analicemos estas fiestas teniendo en cuenta su lógica particular, sin juzgarla desde parámetros establecidos. A través del tiempo algunos elementos se mantienen y otros se modifican. Los cambios suelen estar asociados a intercambios culturales, imposiciones o reglamentaciones. O han atendido a las leyes del mercado convirtiéndose en espectáculos comerciales, perdiendo los objetivos originales de la fiesta y nos hacen preguntarnos si continúan siendo espacios de encuentro de los distintos sectores sociales donde se evidencian las formas de sentir y vivir la fiesta que cada pueblo tiene, si son expresiones realmente populares de encuentro y diversión o se están transformando en espacios para gastar y ganar dinero.
La larga historia del carnaval
Todas las culturas de cazadores y recolectores del mundo, desde hace varios miles de años realizan grandes festejos: para agradecer la fecundidad de los animales, las siembras y las cosechas, las lluvias y la fertilidad de la tierra. Casi todos hacen fiestas al sol y a la luna para que repitan sus ciclos, en las estaciones del año.
Los griegos y romanos celebran al dios del vino, Dionisio o Baco, con fiestas espectaculares con danzas, máscaras, disfraces, mucha alegría y abundante vino que duraban una semana, donde toda la sociedad y sus parientes comen, beben, bailan, juegan y trabajan en un clima de fiesta y alegría. Y muchas veces se convierten en orgías.
Con la conversión del imperio romano al cristianismo, los doctores de la iglesia dictaron severas restricciones a todos los festejos carnavalescos, por considerarse paganos.
El carnaval renació en la edad media europea, donde las distinciones sociales muy marcadas se invertían solo en los meses de enero y febrero anteriores a la cuaresma, donde el pueblo invertía sus roles y ridiculizaba con mascaras y disfraces lo establecido y oficial, quebrando la rutina y rompiendo el orden sin miedo. De allí viene el concepto de carnaval, “adiós a la carne”, pues terminados los días de fiesta comienza la abstinencia, las misas y procesiones cuaresmales.
Los pueblos nativos de América también festejaban, y con la colonización los misioneros vinculan el carnaval europeo con las fiestas agrícolas y los rituales nativos.
En América, el carnaval adoptó características regionales, el carnaval carioca de Brasil, el litoral argentino y Buenos Aires, reciben influencias africanas, los negros esclavos festejan con tambor y organizan corsos y candombes.
El carnavalito jujeño celebra el desentierro y entierro del diablo que fecunda a la Pachamama dando origen a la fecundidad del suelo. Además del ritual afloran en la fiesta las costumbres y los valores. En esa zona se juega con talco y harina por la escasez de agua, y los amigos y parientes llegan desde muy lejos a compartir durante semanas la fiesta, para retornar al año siguiente. Durante este tiempo nadie duerme, nadie debe estar solo ni triste.
Desde el poder, ya en tiempos de la colonia, aparecen bandos, edictos, decretos y leyes que prohíben los festejos de carnaval, con severas penas, desde doscientos azotes y un mes de barraca a los negros en épocas del virrey Vertiz, a multas y arrestos por tratarse de bailes indecentes, costumbres semibárbaras, faltas al decoro público y excesos, uso de mascaras y todo tipo de faltas a la moral pública y privada.
Fue prohibido por Tomás Guido en 1830, Balcarce en 1832, Juan Manuel de Rosas en 1844 y la dictadura militar en 1976.
Aunque no faltaron, en todas las épocas, autoridades que lo defendieran, Alberdi en la revista La Moda, se pregunta por qué estos días de regocijo y alegría eran contrarios a la moral y al buen tono, decía: “ni que fuera de cristal la moral para romperse de un huevazo”. Sarmiento en 1842 publica en un periódico que los de carnaval son días “de verdadera igualdad y fraternidad en que las puertas se abren, y no hay necesidad de títulos, en lo que la gente se entrega a inocentes libertades”.
Hoy el carnaval se está transformando. La fiesta mantiene algunos símbolos y prácticas antiguas, pero aparecen elementos nuevos, sigue resignificando lo que la sociedad valora, y aparecen nuevos gustos y sensibilidades.
Hoy en Humahuaca también se hacen peñas, resuenan cumbias y se ejecutan instrumentos electrónicos. Y en Gualeguaychú el corsódromo, un espacio demarcado, presenta “el carnaval del país” mientras en los barrios la fiesta es más íntima y familiar, en el “Corso Tradicional Matecito se defienden las formas más tradicionales del festejo.
El carnaval sin duda sigue presente en el corazón de toda la gente, es parte de nuestra identidad. Revela lo que nuestra identidad es, mestiza, multicultural, plural, de una complejidad global, híbrida, revela lo que fuimos y lo que somos.
El carnaval es la celebración de la diversidad y solo desde el respeto y la aceptación, o mejor aun la celebración de la diversidad en un sentido amplio, lograremos enriquecer y seguir construyendo, desde las múltiples presencias en armonía una identidad integra, profunda y completa.