Por María Daniela Zanandrea

El tiempo siempre fue un misterio para lo humano. Cada pueblo creo su propio calendario de acuerdo a su cultura, a sus saberes, a sus valores. Los mayas, los árabes, los chinos tienen complejísimos calendarios.

Nuestro calendario –de origen romano-organiza el tiempo en meses y días. Ovidio cuenta el origen de sus nombres y de las fiestas en su obra Fastos y sobre la división  de los días en Fastos  (de trabajo, laborales) y los Nefastos (días de descanso, de celebraciones religiosas). Cada día debía respetarse según lo indica el calendario, de lo contrario había castigos. Por esa razón, a través del tiempo se identificó lo Nefasto con días negativos, de penitencia o de mala suerte.

Si bien el estado romano primero y la iglesia después, utilizaron el calendario para control social, hoy se han perdido los significados aunque permanece el modo de distribuir el tiempo, los nombres de meses y días que hacen alusión a dioses latinos y algunas tradiciones: efemérides que aparecen en rojo y mitos como “Martes  13 no te cases, ni te embarques” (o sea, no tomes decisiones importantes). Hoy, además, fuimos mezclando lo religioso, lo político, lo económico y lo nuevo que, sin saber bien porqué, lo vamos incorporando.

Cuando el año termina estamos tentados a juzgarlo, como bueno o malo.  Fasto o Nefasto, y salimos a buscar predicciones, como si alguien pudiera leernos el futuro para el próximo año. Pero el tiempo transcurre y en cada momento, acontecimiento o etapa de nuestra vida nos encontramos con actitudes, acciones, decisiones, intenciones buenas y malas.

Esta celebración de fin de año y comienzo de uno nuevo, nos sirve para mirar atrás, ver que aprendimos y agradecer a la vida y a todos los que nos acompañaron a transitarla con cariño, ternura, buenos concejos, gestos solidarios. Olvidarnos y perdonar los abusos de poder, las críticas destructivas y las malas intenciones. Y sobre todo, mirar hacia el futuro, el año nuevo, como un tiempo nuevo lleno de oportunidades para pensar en proyectos constructivos,  para crear una comunidad mejor, cada vez más humana.

Ojalá este 2017, sea un tiempo de cambio profundo, como lo rezó la cristiandad en el 2000, o como lo profetizaron los mayas para el 2012; ojalá sea un tiempo de muchos cambios, de una transformación cultural que genere nuevos valores de paz, justicia, respeto por las diferencias, trabajo colectivo.

La historia humana se va escribiendo, la vamos escribiendo todos, todos los años, todos los días. Ojalá el 2017 sea un Feliz comienzo de nuevas y mejores historias.