“Mi mirada no es la del turista sino de alguien que se mezcló con la gente”, dijo el Padre Jorge Charreun. A su regreso de la misión en El Tigrito, habló de las dos Venezuelas.
Por Claudia Cagigas
Fueron unos quince días que el padre Jorge Charreun (Chajarí) pasó en la localidad de El Tigrito, Venezuela, en una misión religiosa que compartió con la hermana Isabel Margarita Rojas Leiva. Charlas, talleres con la gente, confesiones, apoyo emocional, ayuda económica, medicamentos, pañales fueron parte de la valiosa asistencia que dispensaron al pueblo venezolano. Pero fundamentalmente el estar presentes, la escucha, la contención, la posibilidad de contar lo que les pasa.
“No soy un especialista en Venezuela, lo que puedo relatar es lo que la gente nos contó, tanto los chavistas que están a favor de la revolución, como los que están en contra. Nos invitaban a cenar a su casa, charlábamos mucho. Vi cosas muy tristes”, comenzó diciendo el padre Jorge en el programa EL ESPEJO (Radio Show Chajarí).
En Venezuela “hay una brecha inmensa entre los que tienen y los que no tienen. En la zona de El Trigrito (Municipio de Guanipa) hay muchos ingenieros, pero si dependen de un sueldo están en la lona, son pobres. Recuerdo uno de ellos que tenía ideas de suicidio porque el sueldo no le alcanzaba y aún así defendía el régimen. Otro, en cambio, estaba a favor de la Revolución pero no con la forma en que Maduro está haciendo las cosas”.
Con sueldos básicos de 5 dólares por mes (unos 100 pesos argentinos) que allá solo alcanzan para comprar dos pollos, muchos se las ingenian para vivir vendiendo cosas que les quedaron del pasado, algunos echando mano a ahorros y otros con ayuda de familiares que ya se han ido de Venezuela. Hay gente que se desmaya de hambre en la calle. No pueden acceder a la carne, a los lácteos, las frutas o las verduras. Su alimentación es en base arepas; unos bollos a la plancha que hacen con harina de maíz y agua.
La usura está a la orden del día y hay quienes “negocian con la gente vendiendo dinero en efectivo”.
El dinero en efectivo se vende porque no hay. “El sueldo es de 5 dólares pero sólo 1,5 dólares es en efectivo. Entonces, para sacar el resto del banco, tenés que hacer colas de un día… es tremendo, es desgastante”.
“Un aire acondicionado sale 400 dólares, una bolsa de alimentos para perros 17 dólares, una bolsa de pañales 2,5 dólares… El gobierno otorga una caja de alimentos, pero no alcanza…”. Todo esto pasa en la segunda región petrolera más importante de Venezuela, pero “la empresa petrolera del Estado (PDVSA) está quebrada”.
Las cosas no siempre fueron así. “La situación comenzó a desbarrancarse más o menos en octubre. Entonces quedaron casas espectaculares, bien cómodas, grandes, con buenos muebles, pero no hay para poner en el plato. El pueblo está enflaquecido y no podés creerlo cuando ves la casa en la que viven… Recuerdo que cuando en una de esas casas les dimos un rollo de papel higiénico y un jabón se volvieron locos… Ahora es como que están deseando que EEUU intervenga. El 22 de abril hay elecciones pero el cargo recién se asume el 10 de enero; entonces dicen que no hay oposición que quiera presentarse porque si Maduro llega a perder, va a terminar de destruir el país antes de enero”.
Por si fuera poco, “acaba de salir una disposición oficial que reduce los días de clases a solo tres por semana, porque la gente tiene hambre y se les desmayan en las escuelas”.
La inseguridad es otro grave problema. “Te roban el aceite del auto, te roban las gomas porque salen carísimas… Tienen autos porque en otras épocas estuvieron bien, pero lo que se rompe ya no lo pueden arreglar o reponer”.
“Hay dos situaciones diferentes: en el Tigre están mejor, en el Tigrito están muy mal. Hay ingenieros mecánicos, ingenieros químicos que parecen mendigos, muchos que se quieren ir del país y te piden consejos sobre cómo hacer. En los hospitales tenés que llevar guantes, jeringas, el agua para bañar a los enfermos… Tenés que estar ahí para entender… Por ahí estás confesando y te dicen ‘mi mamá tiene cáncer y ya se que se va a morir porque no le van a dar los remedios’, o te dicen ‘hoy no comí’… Es duro, es muy duro…”, recordó el padre Jorge Charreun.
Tener una huerta para poder alimentarse no es muy factible. “Generalmente son condominios. Frentes de casas unos pegados a otros, llenos de rejas y sin espacio. El que tiene espacio planta yuca, que es una mandioca. La gente de campo que tiene pequeñas fincas está vendiendo y se están yendo, porque si tienen una vaca los re matan a palos o les roban la cosecha.
Hasta los sacerdotes se están yendo de Venezuela… “Me dolió enterarme que algunos sacerdotes se están yendo… Uno tiene que acompañar al pueblo, si está para eso”, sostuvo Charreun. No obstante, la dramática situación también se hace sentir en las parroquias, donde las hostias son pequeños recortes desparejos y no hay focos porque se los roban.
En Venezuela la vida es dura. “Los pañales se reciclan. Si se los ensució con pis, se lavan. Si se los ensució con material fecal, se reutiliza el plástico para hacer una especie de bombacha de goma…”.
La corrupción está en todos lados. Nunca hay certeza de conseguir un vuelo porque “los pasajes salen a la venta una o dos días antes y los empleados compran todo y luego te revenden”.
¿Por qué no reclaman? ¿Por qué no protestan? “Porque si hacen un acto público pueden ir varios años presos”.
Ya a miles de kilómetros de distancia, el sacerdote saca a la luz sus recuerdos sin poder limpiar el dolor…”La gran enseñanza es nunca más me voy a quejar y si me quejo háganme acordar”, pidió.
Las dos caras de Venezuela. Una acomodada política que vive bien y la otra que, literalmente, tiene hambre.