Su historia demuestra que, aunque los desafíos de la vida puedan ser abrumadores, siempre hay una forma de levantarse, reinventarse y alcanzar nuevas metas. Es un testimonio de resiliencia, esfuerzo, que denota la importancia de la comunidad en los momentos difíciles.
Por Claudia Cagigas
Patricia Álvarez es de Chajarí, tiene 52 años y siete hijos. Su vida cambió radicalmente hace cinco años y medio, cuando perdió la visión en un corto período de tiempo. A causa de una complicación ocular, su mundo se tornó oscuro de manera abrupta, y su vida cotidiana sufrió un giro inesperado.
“Quedé ciega en menos de tres días, y a pesar de varias intervenciones médicas, no hubo solución. Fue un golpe muy fuerte”, recordó en una entrevista realizada en el programa EL ESPEJO (Canal 2 de ItelTv y Radio 91.9).
La pérdida de la independencia
Patricia era una mujer activa, deportista, y disfrutaba de su independencia. Siempre le gustó viajar y participar en diferentes actividades. Sin embargo, al enfrentar la ceguera, su vida dio un giro drástico: “Perdí mi capacidad de hacer las cosas por mí misma. Pasé de ser independiente a depender de los demás incluso para tareas cotidianas como buscar un cepillo de dientes”, recordó.
La desesperanza y el aislamiento
La situación fue tan difícil que, al principio, sintió una profunda desesperanza. “Me costaba entender por qué me había pasado esto. Fue un momento muy duro, y estuve muy deprimida. Durante cuatro años no quise salir de mi casa porque me daba vergüenza que me vean así”. Pero en medio de su dolor, encontró el apoyo de su familia, especialmente de sus hijos, quienes fueron su mayor fuente de fortaleza, además de sus amigas.
El primer paso hacia la recuperación
Tras un largo periodo de aislamiento, Patricia decidió dar un paso hacia afuera y probar nuevas actividades. Con la ayuda de su nuera, comenzó a practicar gimnasia funcional en el Club Ferro, un lugar donde encontró un ambiente cálido y de aceptación.
“Empecé a sentirme más cómoda. Me recibieron con mucho cariño, y poco a poco fui recobrando la confianza”, señaló.
El descubrimiento de la arquería
A principios de este año, escuchando el programa EL ESPEJO, se enteró de la arquería adaptada en Ferro. La idea de practicar este deporte la entusiasmó de inmediato.
“Escuchaba la entrevista y me preguntaba cómo harían las personas ciegas para tirar con un arco, entonces decidí probar”, recordó. Acto seguido, dio el paso: se contactó con la Profesora e Instructora Julieta Sírtori y, a los pocos días, se unió al grupo. El recibimiento fue tan positivo que pronto se sintió parte de una comunidad unida por el amor, por las situaciones de vida similares y por el deporte.
El apoyo de un grupo unido
Con la orientación de Julieta y el apoyo de todos los miembros del grupo, comenzó a desarrollar sus habilidades. “Al principio, me ponía nerviosa, pensaba que iba a romper algo, pero con el tiempo todo fue mejorando”.
A medida que ganaba confianza, se fue perfeccionando en sus tiros y aumentando las distancias. Para el año que viene su objetivo es llegar a los 15 metros, para participar en competencias nacionales.
Renacimiento a través del deporte
Hoy, después de superar muchos obstáculos, disfruta de la arquería como una de sus grandes pasiones.
“Me siento muy bien al practicar. Me ha dado una nueva forma de ver la vida, no solo en lo personal, sino también en lo social. Ahora puedo estar con otras personas, compartir momentos, hacer cosas que nunca pensé que podría hacer y volver a viajar, como lo hemos hecho este año, para participar de algunas competencias”, afirmó.
Los miedos y el apoyo constante
Patricia también sigue luchando con sus miedos, especialmente con la idea de usar un bastón para guiarse. “Mis hijos, mi entrenadora Juli y Dante -otro de los integrantes de Arquería en Ferro- son como mis bastones. Ellos me dan el apoyo que necesito para salir adelante”, confesó.
Aunque aún tiene momentos de inseguridad, sabe que cada paso que da es una victoria en su proceso de superación.
La luz al final del túnel
Patricia Álvarez hoy es un ejemplo de cómo, a pesar de las dificultades, siempre hay una oportunidad para reinventarse y encontrar nuevos caminos. “La vida me enseñó que, después de la oscuridad, siempre llega la luz. Y en mi caso, esa luz llegó con la arquería”, concluyó, mostrando su renovado espíritu de lucha y esperanza.