El individuo que trabaja en lo que le da placer y se siente capacitado es quien mejor puede desarrollarse como persona y trascender, dejar un legado, una herencia intelectual.
Por Atilio Amerio (Consultor en Recursos Humanos)
La vocación es un llamado, es una energía interior que nos impulsa a ser y a desarrollar nuestras aptitudes. Hay tantas vocaciones como personas en el mundo.
El trabajo es, en el caso ideal, una consecuencia de seguir el llamado de nuestra vocación. El individuo que trabaja en lo que le da placer y se siente capacitado es quien mejor puede desarrollarse como persona y trascender, dejar un legado, una herencia intelectual.
Pero en la realidad nos encontramos con situaciones muy diferentes, donde el trabajo es una cuestión de supervivencia más que de desarrollo. Es muy común encontrar personas que hacen lo que pueden en lugar de hacer lo que quieren, lo que aman, lo que su mandato vocacional les ha marcado. A veces puede ser el entorno de trabajo el que bloquea a la persona y no pueda desarrollar sus aptitudes y ser feliz.
En definitiva, el camino debe ir haciéndolo cada uno, buscando las oportunidades de ser y estar mejor.
Conociéndonos a nosotros mismos y al entorno
Imaginemos por un momento e intentemos responder a las siguientes preguntas.
- ¿En qué cosas me destaco más y disfruto haciéndolas?
- ¿Podrían convertirse en mi futuro trabajo o profesión?
- Mi ambiente de trabajo ideal debería ser… (definirlo en tres palabras).
- Jamás me dedicaría a … (explicar por qué).
- ¿Cómo creo que debo prepararme para desarrollar mi vocación?
- ¿Qué obstáculos creo que podrían interponerse entre mi vocación y yo?
¿Qué es ser profesional?
No es solamente tener un título o un diploma. Ser profesional es: actitud, competencia y conducta. Ser profesional requiere:
- Mantener una conducta ética. Un código de conducta personal. Sostener valores y principios.
- Ser responsable. El verdadero profesional asume la responsabilidad de sus actos y tareas, y es capaz de rendir cuentas por ellos.
- Tener, mantener y demostrar un alto grado de compromiso consigo mismo y con los objetivos a lograr.
- Obtener resultados en los tiempos previstos y con la calidad requerida
- Es conocerse a sí mismo, asumir los desafíos y superar los propios límites.
- Siempre ir por más, no achicarse, agrandarse ante la adversidad.
- Saber compartir y trabajar en equipo.
- Saber cuándo debe arriesgar y cuando debe ser prudente.
- Imaginar que las cosas siempre se pueden hacer mejor. Mantener un espíritu crítico y positivo.
- Celebrar los éxitos y aprender de los fracasos. Dicen los japoneses: “Se aprende mucho más con la derrota que con la victoria.”
¿Y cuáles son los requisitos?
Ser profesional también es un llamado, y para llegar a serlo hay que prepararse, entrenarse y sacrificarse. La capacitación es el arma fundamental con que cuenta el aspirante a ser profesional. La capacitación nunca debe considerarse un gasto. Es una inversión que siempre dará frutos.
Cada uno debe planear y decidir sobre su futuro. El verdadero profesional no deja su carrera en manos de otro, sino que la va desarrollando cuando evalúa y aprovecha las oportunidades que van apareciendo. En este aspecto hay que descartar el factor suerte, o bien darle importancia relativa: nada se logra por simple azar, sino que a la suerte hay que ayudarla con trabajo, esfuerzo, preparación y golpeando todas las puertas que sean necesarias. Siempre habrá una que se abrirá.
Al momento de elegir una carrera se pueden tener en cuenta una serie de factores:
- Informarse y analizar cuáles son las necesidades de la región donde vivo: ¿Qué hace falta hoy?; ¿Cómo será la demanda en el futuro?; ¿Qué oportunidades ofrece la región?; ¿Hay algún rubro aún inexplorado o un servicio insuficiente?
- Evaluar las alternativas de emplearse o ser emprendedor: ¿Quiero trabajar en relación de dependencia o quiero tener mi propio emprendimiento?; ¿Tengo algún proyecto que me gustaría desarrollar como futura actividad laboral?; ¿Qué me falta para poder hacerlo?
- Investigar entre las diferentes opciones y ofertas: ¿Dónde se cursa la carrera que elegí?; ¿Cómo pagaré mis estudios?; ¿Voy a trabajar y a estudiar al mismo tiempo?; ¿Tengo que irme a vivir a otro lugar o podré cursar a distancia?
Conclusiones
Como todos sabemos, vivimos en un país con infinidad de problemas sin resolver. Y ahí radica precisamente nuestra potencialidad: hacen falta personas capaces de resolver problemas. Cada uno en lo suyo, con la debida preparación, debe convertirse en un “resolvedor de problemas”. Esto habla de una actitud y de una predisposición a aceptar los desafíos que la vida nos plantea y llevarlos a buen puerto.
Ser pacientes sin ser complacientes. Formarse opinión sobre los temas importantes, no creerse todo lo que nos digan a través de TV, redes sociales, etc. Sabemos que siempre responden a algún interés. La independencia de criterio, defender la propia opinión sin caer en fundamentalismos, ejercer los derechos que como personas tenemos dentro del juego democrático.
Lo peor que podemos hacer es quedarnos quietos: busquen las oportunidades y ellas aparecerán.
Todos tenemos una vocación, un llamado que como una vocecita dentro de cada uno que nos señala un camino, nos sugiere un rumbo. Hay que aprender a escucharla. Quizás de ese aprendizaje dependa nuestra felicidad. Vale la pena ayudarla a salir para que crezca y se desarrolle.
Todos podemos ser profesionales, en los términos que definimos más arriba. El profesional es aquella persona que hace no sólo lo que le gusta sino que hace lo que debe. En nuestra carrera laboral nos vamos a encontrar con situaciones que no siempre serán agradables, o que serán francamente desagradables, y muchas otras en las que nos sentiremos plenos de satisfacción, que nos llenarán de sano orgullo. Pero no debemos perder el equilibrio y creernos que somos los mejores: los equipos más exitosos son los que trabajan para superarse a sí mismos, porque siempre están aprendiendo algo nuevo. El camino del éxito es el camino del aprendizaje constante.
Por último, en un país donde está todo por hacerse, ¡empecemos a hacer cosas! Si alguien se planteara seriamente correr una carrera de larga distancia (por ejemplo una maratón de 42 kilómetros) deberá entrenarse lo suficiente, yendo de a poco, de menor a mayor superando limitaciones y cumpliendo los plazos. Después no importa llegar primero o último, importa haberlo intentado y haber dado lo mejor de sí. Entonces empecemos a entrenarnos porque la carrera está muy próxima a comenzar.
¡Que tengan éxito!