Candela Cavallaro relata en su libro “Diario de una Búsqueda” su historia personal. En esta nota te contamos cómo enfrentó la pérdida de su hija Renata, el diagnóstico tardío de trombofilia, y de qué manera la escritura le ayudó a transformar el dolor en un camino de esperanza y autoconocimiento.

Por Claudia Cagigas
Candela Cavallaro nunca imaginó que su historia de maternidad se convertiría en una de dolor profundo. Lo que comenzó como el más hermoso de los proyectos, el deseo de ser madre, acabó siendo un viaje desgarrador de pérdida, angustia y descubrimiento.
Entrevistada en el programa EL ESPEJO (ItelTv Canal 2 y Radio 91.9), contó que “la felicidad duró por lo menos cuatro meses”, cuando su embarazo avanzaba con normalidad. Sin embargo, pronto empezaron a aparecer señales preocupantes. La falta de líquido, el estancamiento del crecimiento de su hija y la incertidumbre médica marcaron el inicio de una etapa llena de preguntas sin respuesta.
Fue durante estos meses de ansiedad que Candela experimentó la primera de muchas pruebas. Los médicos no sabían qué estaba sucediendo, y ella se aferraba a la esperanza de que todo se resolvería por sí mismo. Confiaba en los profesionales, pero a medida que el embarazo avanzaba y las complicaciones se acumulaban, su optimismo comenzaba a tambalear.
El diagnóstico no llegó a tiempo. La tragedia se consumó cuando Renata nació prematuramente, a las 28 semanas, tras una cesárea de urgencia. Con solo 800 gramos de peso, la beba luchó por su vida en neonatología. Candela, desgarrada por el dolor, pero con una claridad desgarradora, tuvo que decirle adiós. “Si no vas a estar bien, no te quedes aquí por nosotros. Te dejamos ir tranquila”, le dijo a su hija, en un acto de amor y liberación que la marcaría profundamente.
El duelo y la búsqueda del diagnóstico: una lucha silenciosa
La pérdida de Renata fue solo el comienzo de otro viaje, uno que no estaba preparada para recorrer. Se vio atrapada entre el dolor profundo y la necesidad de entender qué había sucedido. Fue entonces cuando, en una consulta médica posterior, una doctora le sugirió investigar sobre la trombofilia. A partir de ahí, comenzó una búsqueda incansable de respuestas. La trombofilia, una condición genética que afecta la coagulación sanguínea, se convirtió en la palabra que necesitaba para dar sentido a lo que había vivido.
“¿Qué me pasa?”, se preguntaba, sumida en la confusión. Candela descubrió que, a pesar de que su diagnóstico estaba fuera del alcance de la mayoría de los médicos, esa condición estaba detrás de las complicaciones que le había causado la pérdida de su hija. Un análisis de sangre le confirmó lo que temía: no solo tenía trombofilia hereditaria, sino que además, en su embarazo, se había activado una forma más agresiva de esta condición.
A pesar de las dificultades, no se rindió. Con la ayuda de un grupo de mujeres afectadas por la misma condición -que ubicó en Instagram-, encontró médicos dispuestos a investigar su caso y a darle las respuestas que tanto necesitaba. Sin embargo, el proceso no fue fácil. En un sistema de salud donde la trombofilia no siempre es diagnosticada a tiempo, tuvo que luchar por acceder a un análisis de alta complejidad, costoso y muchas veces fuera del alcance económico de la mayoría.
Escribir para sanar: el poder de la palabra
En medio de este proceso tan doloroso y abrumador, Candela encontró en la escritura una vía para ordenar sus pensamientos y darle salida a su dolor. “Escribir me ordena mucho, en mi trabajo, en mis pensamientos”, reconoció. La escritura, que siempre había sido su refugio, se convirtió en una herramienta fundamental en su recuperación. Con ella, pudo transformar el dolor que la atormentaba en algo tangible, algo que podía compartir con el mundo.
Así nació su libro Diario de una Búsqueda, en el que relata con valentía su experiencia, desde los primeros días del embarazo hasta la dolorosa pérdida de Renata, el diagnóstico de trombofilia y su proceso de reconstrucción emocional. “El dolor no se sana, uno aprende a convivir con él”, dijo, al tiempo que reconoció que su proceso de duelo no fue lineal.
La historia de Candela Cavallaro es un testimonio de resiliencia, pero también de la importancia de ser honesto con uno mismo y con los demás. “Déjate caer”, recomienda a quienes atraviesan momentos de sufrimiento. “No hay que esconder el dolor, sino atravesarlo, entenderlo y dejarlo salir. De lo contrario, uno queda atrapado, anclado al sufrimiento”.
Un camino hacia adelante
La vida de Candela continúa, con altibajos, como es natural en cualquier proceso de sanación. Pero en su mirada ya no hay solo tristeza, sino también una fuerza renovada. La reconstrucción, como ella misma explica, no es algo que se logra de un día para otro, sino un trabajo continuo de transformación. “Transformar el dolor”, dice, “es seguir adelante a pesar de todo”.
No busca sanar lo irreparable. Más bien, trata de vivir con ello, de aprender a convivir con la ausencia de su hija mientras transforma ese vacío en algo que la empuje a seguir.