La psicoanalista Anne Ancelin Schutzenberger explica en esta nota cómo los conflictos irresueltos de nuestros ancestros y los secretos de familia pueden llegarnos hasta el presente y condicionarnos aunque no nos demos cuenta.
Por Gustavo Jamut (1)
Entre las cuestiones que dejan en herencia los antepasados no están solamente la sangre, el apellido, los bienes o los parecidos físicos. También nos entregan sus conflictos, a menudo irresueltos y los dejan sin querer en manos de sus descendientes, nosotros, que tampoco sabemos bien qué hacer con ellos.
Así, pueden repetirse durante varias generaciones enfermedades, situaciones trágicas, relaciones difíciles o muertes prematuras en una misma familia, sin que se advierta su conexión. Es que buena parte de los dramas familiares radican en lo no dicho, en los secretos que se pretende ocultar y que siempre, por una u otra ranura, escaparán.
Anne Ancelin Schutzenberger, psicoanalista francesa especialista en psicodrama, terapeuta de grupos y profesora emérita de la Universidad de Niza, es uan reconocida especialista internacional en el tema… A continuación reproducimos una nota concedida a La Nación en 2003.
- ¿Hay familias o casos en que es más útil su forma de trabajo?
- Es más útil cuando hay repeticiones históricas en una familia.
- ¿Pero cómo se reconocen las repeticiones si uno de los problemas es que las familias guardan secretos?
- A veces la gente siente que hay “algo” ahí que no está del todo claro.
- ¿Entonces?
- Entonces busca. Por ejemplo, me tocó ver a una joven que tenía una hermana melliza. Después de la muerte de su madre esta muchacha se enfermó mucho. El médico de su madre le dijo que estudiara un poco qué había pasado en el momento de su nacimiento. La joven buscó, investigó y descubrió que eran dos niñas adoptadas, que no eran mellizas aunque se las vestía como si lo hubieran sido. Sufrió mucho pero estuvo mucho mejor desde que supo la verdad. Hizo un tratamiento de psicoterapia y se restableció.
- En tanto el hijo adoptado no conoce su historia familiar biológica, ¿no sufre un daño aunque sea amado y se le diga la verdad? ¿Desaconseja la adopción?
- No, no la desaconsejo. Los chicos están mucho mejor en una casa adoptiva que en un orfanato. Muchos hijos adoptados sufren por haber sido o sentirse rechazados por sus padres biológicos. Pero lo más traumatizante no es nunca la adopción sino el secreto.
- Usted trabaja con un genomasociograma, un árbol genealógico donde incluye varias generaciones, consignando nombre, parentesco, profesiones… ¿Lo construye a partir de lo que el paciente dice?
- El paciente lo hace de memoria y se verifica después. A veces la persona dice: Nací tal día… No, me equivoqué, nací otro día y en ese caso la fecha supuestamente falsa es tan importante como la fecha verdadera.
- ¿Cree que existe un alma familia transgeneracional a través de la que viajan ciertos conflictos?
- Personalmente creo en el alma, pero pienso que el alma es individual. Pienso como Freud, que lo que no conocemos es como un iceberg: las dos terceras partes están bajo el agua, y eso es lo que no e está gobernando.
- ¿Entonces cree en un inconciente familiar o colectivo?
- Freud descubrió el inconciente individual, Jung el inconsciente colectivo, Moreno el inconciente familiar y ahora hablamos de un inconciente familiar transgeneracional.
- Usted relata casos de personas que enferman a la misma edad en que enfermó o murió un familiar muy cercano, con frecuencia trágicamente, y que de esa manera se establecen lealtades invisibles entre ellos. Si se advierten esas coincidencias, ¿la persona se cura?
- Hay un efecto sorpresa, de catarsis o de shock. Y a veces la persona se cura, aunque lo importante es que la sanación permanezca.
- ¿Y cómo se logra?
- Para que los cambios perduren es necesario que se inscriban en el inconciente y en el cuerpo, en el sistema biológico. Y esto lleva tiempo.
- ¿Siempre se logra catarsis?
- No siempre. Hay un fin simbólico que se le da a la historia. Por ejemplo, hice una demostración en Alemania con una mujer que no tenía hijos, aunque ella y su marido eran fértiles.
Le pedí que hiciera el árbol genealógico. Le pregunté cuál era la profesión del padre. Era militar. La profesión del abuelo, militar y la misma del bisabuelo. Y me dijo: No busque más. Es una familia de prusianos, son militares desde la época de las Cruzadas. Le pregunto si habían participado en las Cruzadas, me dice que sí.
Yo utilizo mi inconciente cuando trabajo, no para decir lo que siento sino para utilizar lo que estoy sintiendo. Entonces me pasa por la cabeza un libro que se llama Las Cruzadas vistas por los musulmanes, escrito por un musulmán, y le digo que en ese libro cuentan que los cruzados tomaban a los chicos musulmanes por los pies y les rompían la cabeza contra los muros. Cuando le digo esto, la señora empieza a gritar: Grita y llora, y le digo: Deje salir la emoción. Después yo murmuro ‘pobres chicos’ y ella dice ‘sí, pobres chicos’. ‘Estos chicos deberían estar en paz’, agrego y ella asiente. Entonces pregunto qué podríamos hacer, y dice que habría que cantar una canción de cuna en árabe. Era difícil porque estábamos en Alemania, en un congreso europeo. Creo en mi propia suerte. Pregunté en la sala si alguien conocía una canción de cuna árabe y alguien dijo ‘soy partera, de Yemen’, entonces cantó una canción de cuna árabe. La mujer se calmó. Después de eso su vida cambió positivamente.
- ¿Cree en la reencarnación?
- Tuve una conversación muy interesante con el Dalai Lama. él me preguntó qué pensaba de la reencarnación, y le respondí que no puedo ver a mi abuela como una vaca sagrada. Es respetable, pero no es mi cultura. Lo que veo es que se repiten cosas de la propia familia y que cuando se busca, se encuentran las repeticiones. A veces hace falta tiempo, a veces es imposible. Y otras veces se encuentra, y mucho.
En término corrientes –concluye la doctora Ancelin Schutzenberger- significa que somos un eslabón en la cadena de las generaciones, y debemos a veces, curiosamente ‘pagar las deudas’ del pasado de nuestros ancestros. Se trata de una especie de lealtad invisible que nos impulsa a repetir, lo queramos o no, lo sepamos o no, situaciones agradables o acontecimientos dolorosos. Somos menos libres de lo que creemos, pero tenemos la posibilidad de reconquistar nuestra libertad y de salir del destino repetitivo de nuestra historia si comprendemos los lazos complejos que se han tejido en nuestra familia…
(1) Fragmento extraído del libro “Seremos bendecidos de generación en generación”, Gustavo Jamut.