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20 julio, 2016

Alcohol, drogas, violencia… Claudio pudo salir

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Por Claudia Cagigas

El combo es brutal, tanto para el adicto como para su familia. Alcohol, drogas, violencia, todo eso reunía Claudio, una persona que hace 26 años, cinco meses y cuatro días abrazó el lema “sólo por hoy” y decidió no llevar más dolores a su casa. En realidad la iniciativa fue de su esposa Mary; una mujer obesa, golpeada física y emocionalmente, destrozada, cuyos tres hijos “estaban en la calle” por los golpes que le asestaba el padre. La mala vida era más que evidente, los estaba devorando, aniquilando. Pero Mary no bajaba los brazos aunque le decían “la loca”, cuando la veían llegar a la escuela de sus hijos.

 

Mary buscó ayuda en Alcohólicos Anónimos y un día, engañado, llevó a su esposo. Así comenzó el largo camino de recuperación. Años más tarde se creó el grupo de autoyuda OBRE (obesos en recuperación) y allí también estuvo Blanca, para atender su obesidad. Son de Gualeguaychú. La semana pasada vinieron a Chajarí para dar una mano y ayudar a fundar un grupo local de OBRE. No obstante, la historia de Claudio es emblemática, por lo que hoy la reflejamos aquí.

 

Aceptar la enfermedad

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“Vengo de ser un adicto al alcohol y a los fármacos. Tuve la suerte que mi esposa Mary luchó y luchó, hasta que un día me depositó en los grupos (Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos). Yo era un alcohólico, golpeador. Tenemos tres hijos. Me acepté enfermo, me dejé ayudar; pude incorporar los principios de honestidad, receptividad y buena voluntad, que es lo que me sugirieron para que mi cabeza hiciera un click, me dejara ayudar y me dejara querer”, relató Claudio en el programa EL ESPEJO, poniendo énfasis en cada palabra.

 

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“Vos crees que manejás todo, que lo tuyo es lo más acertado y que el familiar le hace caso o fulano o mengano… yo me creía el jefe de la casa. Blanca me llevó engañado, cosa que no se debe hacer. Y cuando el coordinador empezó a leer el preámbulo de Alcohólicos Anónimos, lo primero que pensé es ‘cuando salgo te saco la cabeza hija de p…’ Pero me dieron una bienvenida y eso hizo que me conmoviera.  Cuando ella me llevó al grupo yo había tocado fondo, me quería morir. Allí me dijeron que si quería podía empezar una nueva vida, que tenía que ir a las reuniones y que si les permitía me iban a ayudar. Me dijeron que estaba enfermo como ellos, pero que tenían un programa de 12 pasos donde realmente iba  a encontrar la fe, la esperanza e iba a empezar a verme al espejo y a hacer cambios”, relató Claudio.

 

¿Es normal que en la primera reunión  uno corte con todo?

“No es normal. En mí el Ser Superior estuvo esa noche, porque una semana antes, tirado en el parque, sucio contra un árbol, le había pedido a Dios morirme; sentía que mi familia no me quería y que la sociedad inmunda tampoco. Y resulta que a la semana me encuentro depositado en ese hermoso grupo y eso fue lo que me llevó a que, cuando salimos, en vez de pegarle la tomé del hombro y nos fuimos caminando hasta casa. Quería acostarme para al otro día iniciar ese programa ‘solo por hoy’”.

 

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¿Cómo fue el despertar?

“Me levanté, fui al baño, miré el espejo y me acordé de los compañeros. Me dije ‘loquito que ¿vas a hacer?, ¿te acordás que anoche te dijeron que vos podías revertir la situación?’ Mi señora se levantó, le dije ‘buen día’ en vez de ‘che hija de… anoche no me hiciste de cenar… qué te crees, no sabés que me tenés que atender?’ Nada de eso… La noche anterior mis compañeros me dieron un montón de sugerencias y me dijeron que las pusiera en un bolsillo sano: bañarme con agua caliente, afeitarme, tomar mate, dirigirme al familiar, mirarlo con otros ojos, comer a horario, tener cuerpo y manos ocupados en cosas que me sintiera bien”, recordó Claudio visiblemente emocionado.

 

Las enmiendas

“El trabajo mío más fuerte fue con mis hijos, que en ese momento tenían 13, 14, 17 años y estaban en la calle porque yo los golpeaba. Con mi señora empezamos a trabajar hasta rescatarlos y también ayudarlos en la escuela, porque mi señora llegó a un estado de tal desequilibrio emocional que las maestras, cuando la veían venir, decían ‘ahí viene la loca’. Seguimos en los grupos”.

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Mientras su esposo hablaba, Mary escuchaba y asentía. Es una mujer fuerte, transmite mucha calidez. Llegamos al punto de la entrevista en que un día le tocó que la ayuden a ella. Fue cuando se abrió OBRE en Gualeguaychú. Pero Claudio sigue hablando: “Ahí comencé a ir para acompañarla a ella, pero yo también tenía que parar mi propia balanza. ¿Por qué? Porque las drogas nos dejan un gran vacío que hay que llenarlo con cambios de actitud, estando ocupado… Ahí estás en recuperación pero en abstinencia, no en una recuperación de crecimiento personal. Y cuando la escuché a Blanca (coordinadora de obesos en recuperación), me di cuenta que yo había hecho la parte de empezar a quererme, pero no de escuchar al familiar. Así que me dije ‘loquito, mucho han hecho por vos y te han ayudado, ahora es el momento de que vos acompañés y de esa manera te ayudes’. Así fue que empezamos a poner en práctica el programa de OBRE y nos dio resultado. Antes, si las milanesas no eran fritas no eran comida -y con dos huevos fritos y un kilo de pan-. Yo no masticaba, tragaba”.

 

¿Cómo controló la agresividad en el difícil momento de la abstinencia?

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“En el grupo te dan sugerencias para controlarte: que comas dulce de membrillo, porque en el estómago el dulce de membrillo te hace una base para que la cabecita empiece a pensar sin locura, sin agresividad. Lo otro que vas aprendiendo es a hablar; pero para hablar en mi casa, tuve que aprender a escuchar todos los reproches de mis hijos. En el grupo me dijeron que cuente hasta 100 y destierre la controversia, que ponga un freno. A mí me desesperó ver que mis hijos estaban en la calle, quería recuperarlos, tenerlos al lado mío como papá. Recuerdo que yo tenía tres meses de grupo y quise hablar con mi hijo del medio, que era con el que siempre nos habíamos golpeado. Lo invité a tomar unos mates y él respondió mirando a su madre: ‘¿y ahora este borracho de mierda de qué se las da? Ahora, porque va con esos borrachos arrepentidos ¿qué me quiere decir a mí?’…. Fue como un puñal que me clavó. Fui, me senté en el baño, lloré, zapateé, estuve dos horas, luego me tomé un vaso de agua con azúcar y a la noche me fui a la reunión haciéndome la víctima. Le conté al coordinador lo que había pasado y me preguntó: ‘¿Cuánto hace que estás en el grupo? Tres meses. ¿Y cuánto te aguantaron ellos? 15 años… Seguí aguantando, cuando se cansen de verte bien, recién van a empezar a creerte’. Por eso aprendí a ser obediente y a hacer las cosas que me sientan bien. Eso es el programa. Ir a las reuniones y escuchar”, aseguró Claudio.

 

Hace 26 años, cinco meses y cuatro días que abandonó ese camino de locura. Hoy sus hijos están en sus respectivas casas, con sus señoras. “Tengo nietos. Lo que no pude enmendar con mis hijos, hoy lo enmiendo con mis nietos. Mi señora pudo recuperarlos de la calle”, cerró Claudio, con esa mujer de fierro que aún tiene a su lado.

 

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