Por Claudia Cagigas
Cuando empieza a hablar, Myriam Farneda es una caja de sorpresas… Puede contar desde recuerdos de su infancia, hasta los orígenes remotos de sus ancestros del otro lado del océano… Le apasiona la historia familiar y las investigaciones que hizo su hermano Danilo en suelo europeo durante muchos años, para dar, por fin, con el lugar exacto del que partieron sus tatarabuelos. Las historias que salen de su boca atrapan, porque no solo tienen que ver con su familia sino que podría confundirse con la de cualquier familia que llegó a estas tierras allá por 1876.
Los recuerdos surgieron casi por azar, cuando Myriam escuchó en EL ESPEJO una nota en la que hablábamos del viejo saladero de Mocoretá, cuyas ruinas arquitectónicas hoy se intentan rescatar. “Esto me llevó a las historias de la infancia porque en mi época no había televisión, entonces mi mamá nos llevaba a dormir narrándonos una historia de la Biblia, una historia familiar y después un cuento. Ese era el ritual de todas las noches cuando éramos niños. Gracias a eso mi mamá volcó en nosotros toda la historia que trajeron sus abuelos y sobre todo una tía soltera, María”.
La historia que vincula al nonno Luigi con el saladero y con María es durísima… “Mi mamá cuenta que su abuelo, Luigi Calgaro, había venido con su padrastro y con su mamá. Como el gobierno había mandado a buscar gente que venga a cultivar nuestros campos, querían que sean campesinos en edad de trabajar. Este bisabuelo mío no tenía la edad, pero por su estatura pasó y vino. No corrió la misma suerte su hermana pequeña de 5 años, María, que quedó sola en Italia, en la Contrá de Calgari, en manos de familiares en donde no la pasó muy bien. En esa época todavía había correspondencia porque no habían venido las guerras mundiales, así que cartas van cartas vienen, Luigi se enteró que su hermana no la estaba pasando bien y comienza a trabajar en el saladero para poder traerla”. Luigi sólo tenía 9 años…
En la memoria oral no quedaron muchos detalles de aquellos años en que Luigi trabaja en el saladero. “En las noches mi mamá nos contaba que su abuelo caminaba desde lo que hoy sería Villa del Rosario hacia Mocoretá, cruzando las vías del puente”.
La dura vida no sólo tenía que ver con las condiciones de trabajo sino también porque su padrastro no le daba el mismo trato que a su hijo de sangre, por lo que pronto aprendió a abrirse paso solo en la vida.
Los años fueron pasando y Luigi pudo juntar el dinero para traer a su hermana. “María llegó con 18 años y con una vida muy dura. Aquí tampoco le fue fácil porque tuvo que quedarse a cargo de los otros hijos que tuvo su madre; luego de los hijos que tuvo Luigi, en fin, crió a toda la familia”. Su rol fue importantísimo para la transmisión de conocimientos de la tierra italiana, porque allí vivió hasta el fin de su adolescencia”.
Esa tía fue la gran fuente de inspiración de la mamá de Myriam, en esas noches cuando llevaba a sus hijos a la cama para contarle historias. “Cuando nosotros vemos las fotos actuales de la Contrá de Calgaro, es ver lo que tanto nos hemos imaginado en nuestra infancia. Mi mamá nos detallaba todo: desde la fuente de agua que tenían cerca de la casa hasta los crudos inviernos que vivían en el lugar… Cuando mi hermano Danilo encontró la casa de la que partieron nuestros ancestros, se encontró con la que descripción que él guardaba en sus recuerdos era perfecta”.
Extracto de “Memorias de un viaje a las fuentes”
De Danilo Luigi Farneda Calgaro
Cuando en el verano de 1986 reconocí por vez primera el lugar exacto de donde procedían mis ancestros, miles de imágenes y recuerdos se agolparon en mi mente y mi corazón. Estaba allí, bajo el mismo cielo, pisando la misma tierra, bajo el mismo techo que los viera nacer… observando las amadas montañas del “nonno Giggio”… Aquellas que en las tardes tormentosas de verano se figuraba volver a ver en las formas caprichosas de las nubes. Entonces, el abuelo lloraba…”
“Me indicaron dónde quedaba la “contrá dei Calgari” (caserío de los Calgaro) y comencé a subir la empinada cuesta de la “cresta del Gallo”. Tuve que hacerme de un palo y de mucha energía para ir abriéndome paso entre el viejo sendero que bajaba por Castana, abandonado y cerrado por una tupida vegetación.
No pude menos que asociarme a esta vieja tradición inmigratoria del pueblo italiano e imaginarme el último viaje por aquel sendero… camino a América, con la “slitta” cargada con sus pocas pertenencias y el corazón en un puño, agitado ante tanto desgarro e incertidumbre.
Una anciana de ojos azules y tez curtida por el sol estaba arrancando papas con un pico, en medio de un auténtico pedregal… Ella me dio las últimas instrucciones para llegar al caserío.
A partir de entonces, mi pasado y el de mi familia tienen sus fuentes identificadas. Alguien dijo que el hombre necesita “raíces y alas”… Conocer las propias fuentes forma parte de la construcción de la persona…
Un libro aún sin publicar
Todo lo que Danilo investigó, está contenido en un voluminoso libro que aún no fue publicado… otro sueño por cumplir seguramente. Sin embargo, a partir de los adelantos que su hermana Myriam nos hizo, podemos conocer muchos detalles sorprendentes, como los orígenes remotos de la familia Calgaro en Alemania, allá por el 1500…
CONTINUARÁ