Por Claudia Cagigas
Miro sus fotos y me atrapa su sonrisa y sus ojos seductores… Fotos tomadas mucho tiempo antes de morir quién sabe dónde o cómo… Fotos de un tiempo en que nada la hacía sospechar el desenlace de su vida… Leonor Chervo de González ya no tenía esa juventud cuando se la llevaron aquel día que preparaba la torta de cumpleaños para su nieta. Había nacido en Chajarí pero vivía en Posadas. Tenía 50 años. La secuestraron irrumpiendo en su casa y su familia nunca más la encontró.
“Cuando termines de leer esta carta quemala y nunca hables de esto”. Así decía el papel que recibió su hermana de Chajarí, donde la hija de Leonor le contaba lo sucedido. Y así fue. Quemó la carta, el silencio se hizo y el dolor caló los huesos para siempre.
Leonor Chervo de González era tía de Daniela Zanandrea y quien recibió la carta fue la mamá de Daniela.
“Mi tía hoy tendría 90 años. En aquel entonces tenía hijos que militaban en el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Estudiaban en Rosario y a uno de ellos lo ayudó a salir del país por Paraguay, junto con unos amigos. Ahí los detuvieron y seguramente dieron su nombre”, contó Daniela luego de años de guardar esta historia por no causar más dolor a su madre. “Nunca más se supo de ella”.
Los años fueron pasando y décadas después, “con la apertura de las investigaciones, un señor del monte de Misiones que estaba en la Liga Agraria, apareció en los juicios públicos en Posadas y contó que la vio presa en un lugar de detención clandestina ubicado al fondo del aeropuerto de Posadas y que mientras la torturaban a él lo hacían ver”, relató Daniela Zanandrea. “No se animó jamás a hablar, hasta que una profesora de Antropología de la Facultad de Posadas logró su testimonio y por eso sabemos algo de mi tía. No sabemos dónde ni cómo murió, pero suponemos que fue en Posadas”, dijo.
La familia de Leonor la había buscado en Paso de los Libres, donde había un centro clandestino importante; en Margarita Belén a donde fueron muchos detenidos. Pero las respuestas tardaron en llegar y no fueron buenas.
De todas maneras, lejos del rencor, Daniela insiste en que es tiempo de cerrar las heridas y “darnos cuenta que la violencia, aún simbólica de echarnos culpa de unos a otros, no nos va a ayudar. Hay que luchar por la justicia y la verdad que es el camino por donde van lo archivos”.
No es fácil… pero sin lugar a dudas que es el camino mejor que podemos adoptar como país.