Nos visitaron en El Espejo (RadioShow) las directoras del “Instituto Marista”, Liliana Gonzalez y de la “Escuela Primaria San José”, Cristina Pozzi, ambas instituciones de Chajarí. También el director de la Escuela Secundaria “Pedro Cornaló” de San Roque, Ariel Rigoni, para conversar sobre la actualidad del trabajo de los maestros en estos tiempos pandémicos.
Por Atilio Amerio
Situaciones diversas como improvisación, ausencia de apoyo y (muchas) dudas, han acompañado y acompañan a los docentes en tiempos de pandemia. Son pocas las certezas sobre si lo trabajado durante el año 2020, y la semi-presencialidad del 2021, rendirán los frutos esperados. La pregunta que ronda en la cabeza de todos y que nadie puede responder fehacientemente es si los alumnos alcanzarán los objetivos educativos y los conocimientos que los posicionen mejor de cara al futuro.
El Espejo: ¿Esta incertidumbre comienza con la pandemia o viene de tiempo atrás? ¿Ustedes qué opinan?
Liliana Gonzalez: “No es algo nuevo… Este paradigma de complejidad lo más certero que tiene es, justamente, la falta de certeza, es decir la incertidumbre. Hoy la unimos a un sistema educativo en desgaste, con una educación en crisis que viene arrastrándose desde hace muchísimo tiempo. Quizás nos pueda parecer novedoso por la reciente irrupción de lo digital en las escuelas, pero viene desde lejos… No obstante, si pensamos en el rol del Consejo General de Educación (CGE), en este último tiempo, sobre todo en el año 2020, ahí sí podemos decir que nos mantuvo en un plano de una incertidumbre absoluta: las resoluciones eran ambiguas, llegaban tarde, no sabíamos nada sobre cómo evaluar, cuál iba a ser el sistema de calificación, por dónde teníamos que ir… Y las escuelas, a pesar de que tienen su autonomía y demás, siempre responden a un modelo que viene desde fuera. Siempre estamos (hasta las escuelas de gestión privada) dirigidas por el CGE. Por esto te diría que en toda la primera etapa de la pandemia, más que incertidumbre, hubo ausencia de parte del CGE.”
Ariel Rigoni: “Sí, así fue, una incertidumbre terrible desde el primer momento. El aislamiento nos pegó de un día para el otro y tuvimos que empezar a trabajar desde nuestras casas. Se hizo difícil llegar a nuestros alumnos, a nuestras familias de la comunidad educativa… En primer lugar hubo una planificación de corto plazo, porque parecía que iban a ser sólo quince días hasta volver a la normalidad; entonces usamos las herramientas que teníamos a mano… Pero la restricción, como todos sabemos, fue prorrogándose y prolongándose, y no teníamos una “bajada” clara sobre cómo llevar a cabo nuestra labor docente. Era bastante incierto. Los directivos tuvimos que recoger ese guante y tratar de trabajar en equipo pese al aislamiento, y hacer la bajada de información a nuestros docentes lo más concreta posible. Fue una etapa bastante complicada, compleja, de mucha incertidumbre, que se fue allanando de a poquito. Pero no terminó. Todavía sigue porque no tenemos bien claro cómo vamos a terminar este ciclo lectivo: desde el calendario escolar, pasando por los actos de colación, hasta la forma de evaluación… De un día para otro nos llegó una resolución que nos obliga a partir del tercer trimestre a evaluar numéricamente, cuando en el primero y en el segundo trimestre lo hicimos de forma conceptual… ¿Cómo cerramos el año? Nada de esto está definido y estamos a dos meses y medio de que terminen las clases.”
Cristina Pozzi: “Sí, la incertidumbre ya existía. A nosotros, el hecho de salir de la escuela como techo, como edificio, como lugar de encuentro, nos complicó aún más… Porque establecer el vínculo con los alumnos de escolaridad primaria nos costó un montón. Los adolescentes están más habituados al manejo de medios digitales, los más chicos no tanto. Los papás estuvieron y están mucho, pero también tenemos niños que no han hecho ningún tipo de acercamiento ni desde la virtualidad ni desde la presencialidad. Entonces, coincido con lo que dicen Ariel y Liliana; sí que hemos tenido y seguimos viviendo en la incertidumbre no sólo desde la legislación, desde las normativas, sino también desde lo que nos toca día a día en esto de recuperar a ese niño que el año pasado no se vinculó con el docente.”
E.E.: ¿Cuál sería, a su criterio, la solución superadora para recuperar emocionalmente a los alumnos luego de esta “catástrofe educativa” en la que nos sumió la pandemia? ¿Cómo salimos de esta situación?
L.G.: “Adoptar otras metodologías pedagógicas. Salir del aula, salir de la actitud rígida de los alumnos sentados en el banquito y buscar espacios del colegio que disparen la creatividad y generen un vínculo de aprendizaje mediante el juego, la experimentación, el disfrute del espacio y del territorio. El niño puede entrar al colegio y deambular y elegir dónde quedarse: puede ser en un terrario, o hacer plantines, o en un espacio de arte, u otro de construcción… Entrar a la escuela con gusto, con ganas. En este contexto, el docente ejerce un rol más de facilitador que de directivo. Todos los días le va agregando algo novedoso para hacer atractivo el aprendizaje. Por supuesto que el objetivo debe ser desarrollar competencias y habilidades, e incorporar contenidos. Esto lo estamos implementando ahora con los jardines de infancia. Aclaro que esta metodología no es nueva. Data de la posguerra mundial (N.deR.: década de 1950), época en la que retomar la escuela fue tremendo para los niñitos que venían muy traumatizados por lo vivido, y era imposible sentarlos y tenerlos quietos para enseñarles.”
A.R.: “A los docentes nos cuesta un poco salir de nuestra zona de confort. Tenemos nuestro librito, planificamos, hacemos la bajada a nuestros alumnos y listo. Creo que tenemos que superar esto, corrernos de ese lugar y escuchar a nuestros alumnos, ver qué intereses tienen. En nuestras aulas contamos con una diversidad enorme, cada día más, lo que nos obliga a abrir mucho la cabeza y a trabajar con el paralelo: juntarnos en equipo. La escuela secundaria es muy estructurada, cuesta mucho hacerlo, pero debemos hacer el esfuerzo y buscar otras estrategias de trabajo para llegarle al chico con proyectos interdisciplinarios, salidas, excursiones, y trabajar contenidos a partir de esas experiencias. Desde mi rol de “profe” de educación física, en lo que son los campamentos, por ejemplo, se trabajan todas las áreas y es súper enriquecedor. Vale la pena intentar esta flexibilización y trabajar en equipo.”
C.P.: “Nosotros también lo vivimos así. Tenemos a nuestras Hermanas Franciscanas que tienen verdadera preocupación por la educación. Desde hace mucho tiempo que venimos trabajando en nuevas propuestas metodológicas, tal vez no armadas en un programa como tienen los Maristas, pero con la misma finalidad de desestructurar el aula. Pensamos en una educación donde el niño vaya eligiendo de acuerdo a sus intereses y se sienta motivado para participar. Por supuesto que esto implica hacer una propuesta seria, sin dejar de respetar los que nos da el CGE y la propia estructura de la escolaridad primaria. Pero no tiene por qué ser un impedimento para que nosotros renovemos la propuesta. En nuestra escuela las maestras han hecho proyectos de huerta, de jardinería, para trabajar en el espacio fuera del aula, y realmente vemos cómo cambia la actitud del niño. Hay un compromiso con eso que está haciendo. O, por ejemplo, los viajes y los paseos son situaciones muy enriquecedoras de aprendizaje que quedan para siempre. El niño establece un contacto con lo que ve, con el otro y con su docente desde otro modo, desde otro lugar y no se olvida más.”
Contexto de crisis es también contexto de oportunidades, de generar cambios, no importa si son pequeños o grandes. Necesitamos ver el lado positivo que nos deja esta época atravesada por el aislamiento y la incertidumbre, pero que dio lugar al acercamiento definitivo de la escuela a la era digital.
Las “cuatro baldosas”
Este último hecho pone en evidencia adónde deben apuntarse los esfuerzos de mejora. El primer paso debe universalizar el acceso a la tecnología. Tomar la experiencia del 2020 y perfeccionar el sistema cuanto sea posible. Y en segundo lugar, pero tal vez más importante que el primero, es escuchar a los alumnos para construir un sistema educativo que les brinde conocimientos, sí, pero ya no más mediante el modelo rígido enciclopedista.
Las escuelas deberán preparar a los alumnos para lo que el mundo va a exigirles: cuidarse, cuidar a los demás y al medio ambiente, tener capacidades de elegir, de discernir información y de tomar decisiones. ¿Suena utópico? No lo creo… Es la realidad emergente, audaz y novedosa que puede consolidarse sí y sólo sí incluimos a los alumnos, a nuestros gurises, en esta ecuación renovadora del aprendizaje. Afortunadamente existen docentes comprometidos que ya lo están reflexionando e incluso poniendo en práctica en sus escuelas. Y es así como los cambios deben producirse: comenzando por “las cuatro baldosas” que pisamos. Nuestro metro cuadrado.-