Por Claudia Cagigas
Convincente, seductor, el hombre perverso elige a su presa y no para hasta alcanzarla.
Si de una pareja se trata, es probable que al principio ella se sienta extremadamente halagada por sus gestos, como esperarla a la salida del gimnasio, regalarle flores, hacer cosas para que se sienta una reina… pero guay una vez en la trampa… No se trata sólo del personaje de “Cincuenta sombras de Grey”, sino de hombres un poquito más reales, que habitan la misma ciudad que nosotros, sin que nos demos mucha cuenta, según asegura la psicóloga Flavia Kuxhaus.
Kuxhaus, explicó que hay tres rostros de la condición humana: neurosis, psicosis y perversión. “La perversión es la más jodida de todas, porque el perverso necesita de otro para gozar, necesita del neurótico que es muy influenciables. Podemos estar hablando con alguien que es perverso y percibimos cuestiones raras, pero no nos damos cuenta hasta que es tarde, porque se nos presenta de una manera muy seductora, nos envuelve y nos dejamos llevar. A veces entramos en una trama perversa y eso nos puede costar muy caro. Se da en todos los ámbitos, no solo en la pareja”, describió.
¿Qué hace el perverso?
El goce del perverso no pasa sólo por lo sexual. “A veces busca la angustia, el terror en la mirada del neurótico o puede que te convenza de cosas que nunca hubieras imaginado, como mandarte a hacer algo muy malo por el sólo disfrute de ver que lo estás haciendo”.
En lo sexual puede disfrutar con la dupla sado – masoquista, con el exhibicionismo o el vouyerismo.
“En la dupla sadomasoquista, el perverso llama a la mujer y le paga para que ella se comporte de determinada manera. Está la famosa película El Marqués de Sade, donde a la mujer se le compran ciertos complementos para atarla, castigarla y ella está totalmente en su misión, haciendo lo que este hombre sádico quiere. Cincuenta Sombras de Grey también es un ejemplo. Básicamente, el neurótico no tiene que hablar sino cumplir las órdenes. Puede ser que el sádico no pague a una mujer para hacer esto, sino que ella acepte ser su pareja”, graficó Flavia Kuxhaus.
Aceptemos o no el contrato, hay algo que tener en cuenta: “El perverso no ama sino que toma a otro como objeto de goce. El día que no le interese más ese objeto, lo descarta. No siente tiene culpa. Necesita un objeto, necesita un neurótico que venga a completar sus planes. Si ese objeto de goce se va antes de que lo eche, lo busca, pero no por amor sino por necesidad”.
El terror ajeno como alimento
Anteriormente dijimos que el goce del perverso no pasa sólo por lo sexual. “A veces se sienta a contar historias que le han pasado o que inventa y las cuenta con tal convicción que el neurótico las cree. Por ejemplo, puede decirte: ¿Te gustan los perritos? A mi no. Vos sabés que a los cincos años yo descuartizaba a los perros de los vecinos, me encantaba verlos morir, me encantaba verles la cara de desesperación… Y a uno le duelen los oídos… eso es lo que le gusta al perverso”, graficó la psicóloga para mostrar la dimensión de la estructura perversa.
¿Es frecuente toparse con un perverso?
“Los cruzamos a diario, aunque es probable que no nos demos cuenta. El perverso no pide ayuda porque no siente culpa ni le parece nada raro andar haciendo desastres en la vida de otro. A veces usa a su mujer para pedir un turno, cuando en realidad necesita venir a gozar con el espanto del terapeuta al contar sus historias”, aseguró Kuxhaus.
En conclusión, “el perverso no tiene registro de la maldad” y, por tanto “no tiene cura, no hay forma de sacarlo de la perversión”. Visto desde afuera es una persona normal, aunque para el que está padeciendo su perversión es muy difícil salir.
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