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24 mayo, 2017

Educar a los niños en hábitos saludables

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Por Pablo de la Iglesia / pablodelai.blogspot.com

La recomendación que prevalece sugiere comer cinco raciones de frutas y verduras diarias, algo que, de acuerdo a una encuesta realizada en el 2009, en España no alcanzan ni los adultos ni tampoco la generalidad de los niños. El 16,5% de los padres sostuvo que sus hijos alcanzan las cinco al día y 4 de cada 10 que sus pequeños comen menos de tres vegetales diarios. ¡No es un buen augurio para su salud!

 

De hecho, en algunas regiones más que en otras, en aquel país vemos cada vez más niños con diabetes, obesidad e hipertensión, lo cual, de no fomentarse otra cultura alimentaria, creará una vida con muy poco potencial de vitalidad en relación a un estilo de vida saludable; un trabajo reciente realizado en las Islas Canarias, determinó que las tasas de obesidad infantil superan el 44%, convirtiéndose -con el doble de obesos que hace 25 años- en la región con mayor índice de obesidad de toda Europa de acuerdo a datos de la OMS.

 

En Argentina, de acuerdo a datos de 2010 de la Base de Datos Global sobre Crecimiento Infantil y Malnutrición de la OMS, el país presenta el mayor porcentaje de obesidad infantil en niños y niñas menores de cinco años en la región de América Latina con un 7,3% de prevalencia.

 

Además, según la Encuesta Mundial de Salud Escolar realizada en Argentina en 2012, en los cinco años anteriores, en el grupo de adolescentes de 13 a 15 años, aumentó el sobrepeso del 24,5% al 28,6% y la obesidad pasó del 4,4% al 5,9%.

 

De acuerdo a la delegación local de la Federación Interamericana del Corazón, “la ingesta actual de frutas y verduras en la Argentina se encuentra muy por debajo de esta meta: según la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) 2013, el promedio diario de porciones de frutas o verduras consumidas por la población adulta no llega a las 2 por persona. Por otro lado, según la Encuesta Mundial de Salud Escolar realizada en 2012 por el Ministerio de Salud de la Nación, de la población adolescente de entre 13 y 15 años, sólo el 17,6% cumple con la recomendación”.

 

 

En este contexto de bajo consumo de frutas y verduras, con predominio de alimentos con exceso de azúcar, harinas refinadas, sal refinada y grasas, la OMS ha pronosticado que estamos ante la primera generación que potencialmente puede llegar a tener menos expectativa de vida que sus padres. Por ejemplo,  en el congreso anual de la American Heart Association (AHA), celebrado en Dallas en 2013 se observó que la resistencia cardiovascular de los menores en la actualidad es un 15% menor a la de sus padres a la misma edad; siendo esto la causa por la que sus corazones,  pulmones y vasos sanguíneos estén en inferioridad de  condiciones para suplir de energía al cuerpo durante un esfuerzo físico. Por supuesto, si bien las comidas refinadas en exceso ascendente y la falta de vegetales frescos y alimentos integrales en las comidas se señalan como responsables notables, también las mayores tasas de sobrepeso por sedentarismo, la contaminación ambiental o el estrés electromagnético, convierte a los niños de hoy en la primera generación que probablemente vivirá menos que la anterior. ¡Espeluznante!

 

La investigación, llevada adelante por el cardiólogo australiano Grant Tomkinson, comprendió el análisis estadístico de cincuenta estudios realizados entre 1964 y 2010 y que contemplan a más de 25 millones de niños de entre 9 y 17 años de 28 países mayormente desarrollados. En el mismo se verificó que el deterioro progresivo de la capacidad pulmonar y cardíaca se empieza a dar en 1975  a razón de un 5% por cada doce años y de acuerdo al citado investigador, del 30 al 60% de la pérdida de resistencia está relacionada principalmente con el aumento del peso en los niños.

 

 

Es indispensable darle el ejemplo a los niños y, en el proceso mismo, por amor a ellos, estaremos cambiando también nuestros hábitos. Ellos, son las principales víctimas de toda la parafernalia publicitaria que alienta el consumo de alimentos nutritivamente vacíos y plagados de toxinas; si como adultos nos responsabilizamos de presentar variedad en la disponibilidad de alimentos de calidad en el hogar, ellos tendrán mejores posibilidades de atesorar hábitos saludables para el resto de sus vidas.

 

¡A veces las negociaciones son duras! Recuerdo el caso de una mamá que negoció con su hijo que podría disfrutar su helado favorito una vez por semana siempre y cuando comiera una ensalada en todas las comidas. Y además incorporó un truco que al niño le encantó: la mitad de su ración de helado eran frutas frescas en trocitos. En ese tiempo esta buena mujer no conocía la gran cantidad de postres y helados naturales elaborados con palta, banana, frutas en general e ingredientes saludables como el aceite de coco, frutos secos, leches vegetales, cacao amargo, azúcar mascabo…; el helado tradicional sigue siendo parte de sus vidas y de vez en cuando lo disfrutan en familia, pero ahora pueden comer saludables y deliciosos postres ¡todos los días!

 

Es necesario emplear la creatividad y presentar los platos de frutas y verduras de manera atractiva para llamar la atención y el interés de los niños. Muchas veces los vegetales enteros generan resistencia pero si se los presentamos en forma de jugos, licuados, gazpachos o sopas, no suelen hacerlo; recuerdo que de niño no me gustaban los vegetales en general, pero no podía resistirme a un licuado de banana, a un jugo de zanahoria o a una sopa crema de calabaza -la cual ¡incluso la podemos hacer en crudo!- Con un trozo de calabaza, una palta o aceite de primera prensada en frío y condimentos saludables a gusto, podemos procesar en la licuadora con agua caliente ¡y en menos de lo que tardo en escribir esto tenemos una sopa crema de calabaza con todas sus enzimas y vitaminas intactas!

 

¡A animarse que vale la pena el cambio!

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